
Hace dos décadas, Hélio da Silva, un ejecutivo jubilado del sector azucarero, decidió transformar un terreno degradado y abandonado en Tiquatira (São Paulo, Brasil) en un extenso parque lineal.
Lo que comenzó como una acción individual inspirada por su amor por la naturaleza ha dado lugar a un refugio verde que se extiende a lo largo de tres kilómetros y alberga más de 41.000 árboles.
El esfuerzo de Hélio no solo ha cambiado la fisonomía de esta parte de la ciudad, sino que ha mejorado la vida de miles de habitantes y se ha convertido en un ejemplo de renaturalización urbana.
A la tercera va la vencida
En noviembre de 2003, tras observar el deterioro de la zona y su transformación en un vertedero abierto, Hélio ideó un proyecto personal: “Voy a plantar árboles y transformar Tiquatira en un enorme parque verde”, explicó a la BBC.
Lo primero de todo fue llevar una semilla de jequitibá, un árbol gigante de la Mata Atlántica, para plantarlo en un terreno cercano. “Fue el primero de muchos”, recordó. “Este pulmón verde ha cambiado mucho la vida de esta región y de sus alrededores”, afirmó.
El camino de la transformación no fue sencillo. Los primeros intentos de reforestación fueron desmantelados por el vandalismo. Después de que sus primeras 200 plantas fueran destruidas, Hélio no se rindió y plantó 400 más.
El resultado fue el mismo. “Déjalo ya”, le decía su esposa, preocupada por su seguridad y la inutilidad de sus esfuerzos. Pero él se resistía. “Voy a plantar 5.000 árboles”. Y fue entonces cuando, en su tercer intento, los árboles empezaron a crecer.
En 2005, comprendió que su misión requeriría de apoyo político para avanzar. Contactó con Eduardo Jorge, el entonces secretario de Medio Ambiente de São Paulo. En 2008, el proyecto fue reconocido oficialmente como un parque.

Un bosque lineal en el asfalto
El Parque Lineal de Tiquatira, como se conoce oficialmente, se ha consolidado como el parque lineal más grande de la ciudad, con una extensión de 192.000 metros cuadrados.
En este espacio, se han plantado 162 especies de árboles, incluyendo varias que forman parte de la biodiversidad del Bosque Atlántico, un bioma crucial para Brasil. Además, la plantación ha atraído una variedad de animales, como tucanes y cigarras, que han regresado a la zona gracias a la vegetación.
La zona, antes marcada por el calor extremo, ha experimentado una disminución de las temperaturas gracias a la masa arbórea, un fenómeno conocido como el efecto de isla de calor.
No obstante, el objetivo de Hélio ha sido siempre restaurar una porción del Bosque Atlántico, un bioma devastado en Brasil. “Desde la urbanización, el Bosque Atlántico ha sido expulsado, pero este es su lugar”, reflexionó el jubilado.

Hoy, solo queda el 24% del Bosque Atlántico original, y de este, el 12% se considera bien conservado. La restauración de esta franja verde en Tiquatira es un símbolo de esperanza para la conservación del bioma. “Hemos recuperado una pequeña porción. La satisfacción es inmensa”, asegura Hélio.
Impacto social y económico
Además de los beneficios ecológicos, el parque ha generado un cambio profundo en la vida de los habitantes de Tiquatira. El área ha fomentado la práctica de deporte, el esparcimiento y el encuentro social.
La economía local también se ha visto favorecida con la apertura de nuevos negocios alrededor del parque. Para los residentes, Tiquatira se ha convertido en un refugio de bienestar, que promueve no solo la salud física, sino también la autoestima.
A sus 73 años, Da Silva sigue trabajando en su proyecto y tiene la meta de superar los 50.000 árboles plantados. Su pasión por la naturaleza lo ha llevado a continuar financiando el proyecto de su propio bolsillo, comprando plántulas y suministros.

“Hemos demostrado que esta transformación es posible y está al alcance de nuestras manos. Es una lección a nivel global. Los parques y los bosques curan las ciudades”, sentenció el jubialdo.
“Un árbol es como un niño. Necesita ayuda y eso es fantástico. No basta solo con cavar un hoyo y plantarlo”, explicó. También planea instalar bibliotecas públicas en el parque para fomentar la lectura y seguir promoviendo la conexión entre la naturaleza y la comunidad.
Como él mismo bromea: “Ya hice un trato con Dios: no moriré, me convertiré en árbol. Cuando quieras hablar conmigo, solo ven aquí y habla. Y quizás incluso te responda… Eso sí, no te asustes ni salgas corriendo”.
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