
La natalidad está disminuyendo en todo el mundo. Un descenso generalizado que afecta por igual a países ricos y pobres, a economías en crecimiento y en recesión, a sociedades laicas y a otras profundamente religiosas. Además, esta caída avanza más rápido de lo que se preveía hace apenas una década.
Y es que fecundidad y economía están intrínsecamente unidas. Las generaciones que están en edad de tener hijos se enfrentan actualmente a unos salarios precarios, a la dificultad para acceder a una vivienda y a una cesta de la compra cada vez más cara. Todo esto está contribuyendo a que las familias tengan que retrasar la maternidad, o incluso renunciar a ella, sin contar con aquellos que no desean tener hijos.
España no escapa a esta tendencia. Según Eurostat, en nuestro país, la edad media para tener el primer hijo roza los 32 años, y en 2024 el 39,8% de los nacimientos correspondieron a mujeres mayores de 35 años. Asimismo, los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) sitúan la tasa de fecundidad en 1,19 hijos por mujer, muy por debajo del umbral de reemplazo generacional, fijado en 2,2.
2023, el año en que el mundo dejó de garantizar su propio reemplazo
De esta situación, lo más preocupante es que el fenómeno no solo se ha generalizado, sino que avanza con una rapidez que desborda las previsiones realizadas hasta ahora. Así lo ha advertido el economista Jesús Fernández-Villaverde, catedrático de la Universidad de Pensilvania, desde su perfil de X (@JesusFerna7026), en el que ha compartido algunos datos que ha presentado durante su discurso inaugural en el 7º Simposio de Investigación del BERD y el CEPR sobre La economía del cambio demográfico.
Con datos, el académico alerta de que el 2023 podría haber sido el primer año en la historia en el que la tasa global de fertilidad cayó por debajo del nivel necesario para garantizar el reemplazo poblacional. Según su análisis, el reemplazo en países desarrollados se sitúa en torno a 2,1 hijos por mujer, mientras que a escala global alcanza los 2,2, teniendo en cuenta la esperanza de vida y el equilibrio de sexos al nacer.

España se encuentra por debajo de ambas referencias, siendo uno de los países con menor fecundidad de Europa, y otros países como Estados Unidos, también, con un 1,6. Pero esto no es exclusivo de las economías avanzadas. Fernández-Villaverde ha expuesto cifras que muestran cómo la tasa de fecundidad también ha descendido en países como México (1,55), Brasil (1,47), Irán (1,44), Colombia (1,06) o Tailandia (0,98). Esto demuestra que el fenómeno no entiende de regiones, ni de niveles de desarrollo, ni de estructuras sociales.
De igual manera, la migración también influye en la evolución demográfica. En el caso de Colombia, Fernández-Villaverde advierte que la población ya ha comenzado a disminuir como consecuencia del elevado volumen de emigración hacia países como Estados Unidos o España.
No poder tener hijos frena el crecimiento y cambia el rumbo de los países
Y, al igual que la economía afecta a la natalidad, el descenso de la fecundidad también tiene implicaciones directas en la economía. Según Fernández-Villaverde, la caída de la población activa limitará el crecimiento del PIB. En un escenario como el de Estados Unidos en un hipotético 2050, la contribución del empleo al crecimiento podría ser negativa, y el peso recaería únicamente sobre la productividad, que también muestra signos de desaceleración.
Sin embargo, con un crecimiento demográfico más lento o una población en descenso, se abren también algunas oportunidades para el diseño de políticas públicas. Según Fernández-Villaverde, este escenario puede facilitar la sostenibilidad de los recursos naturales y reducir la presión sobre infraestructuras, vivienda o emisiones.
En este contexto, el catedrático subraya que las políticas que facilitan o permiten el acceso a una vivienda asequible, o un urbanismo más compatible con la crianza o la conciliación laboral, podrían mitigar el problema, pero no revertirlo de manera inmediata. A su juicio, el reto para países con rentas medias radica en que, a diferencia de economías más robustas como la japonesa, cuentan con menos margen fiscal y menos planificación para enfrentarse a un cambio estructural de tal magnitud.
Además, Fernández-Villaverde destaca que la caída de la fecundidad responde principalmente al margen extensivo, lo que significa que ha aumentado el número de personas que deciden no tener ningún hijo, ya sea por no querer o por no poder. Como conclusión, el economista termina puntualizando que “una vez que se empieza a pensar en estas cuestiones, es difícil no pensar en otra cosa: la demografía es el destino”.
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