Cómo afecta a los hijos un divorcio en el largo plazo: un estudio muestra los “efectos persistentes y en su mayoría negativos”

Una investigación realizada en Australia concluye que la separación puede influir en el futuro de los niños

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Imagen de recurso de una
Imagen de recurso de una madre y su hija. (Adobe Stock)

El año pasado, los juzgados españoles recibieron 95.650 demandas de disolución matrimonial, según datos del Servicio de Estadística del Consejo General del Poder Judicial.

Y aunque, en 2023, las separaciones y divorcios habían caído un 3%, en 2024 la cifra ha vuelto a repuntar, recuperando la tendencia al alza y retornando a niveles de 2022. Del total, 55.146 fueron divorcios de mutuo acuerdo, mientras que 37.080 se tramitaron sin consenso entre ambas partes. En cuanto a las separaciones (un tipo de acuerdo que solo pone fin a la convivencia y a ciertas obligaciones conyugales, sin extinguir el vínculo legal), 2.355 fueron consensuadas y 1.006 contenciosas.

Más allá de los datos, se trata de un proceso con muchas implicaciones a nivel emocional. Desde la toma de la decisión hasta la llegada de los efectos prácticos, es un trámite que puede resultar doloroso, incluso traumático para todos los miembros de la familia, especialmente si hay hijos de por medio.

Cómo afecta el divorcio a los hijos

La ruptura de la pareja puede ser un episodio que impacte profundamente en la vida de los hijos, dejando huellas significativas en su desarrollo emocional y bienestar psicológico. Laura Maymo Gallurt, especialista de la Clínica Psicología Infanto Juvenil Mallorca, explica en un artículo de la web del centro que las consecuencias específicas del divorcio varían según la edad de los hijos. De este modo, los niños de entre meses y cinco años, aunque no comprenden completamente la situación, pueden manifestar “ansiedad por separación, problemas para dormir, cambios en los hábitos alimenticios y regresión en el control de esfínteres.” No obstante, si se les ofrece un entorno seguro y estable, pueden adaptarse rápidamente.

En el caso de los pequeños de entre seis y 12 años, la psicóloga explica que entienden mejor el divorcio, pero pueden sentirse responsables de la situación, lo que impacta en su autoestima. También pueden presentar problemas de conducta y conflictos en la escuela. A esta edad, la estabilidad emocional proporcionada por los padres es clave para su adaptación. “Al comprender que ambos padres los quieren y seguirán cuidándolos, pueden adaptarse mejor”, asegura.

En el caso de los adolescentes, la reacción puede variar desde la tristeza hasta la rebelión. Incluso pueden sentirse avergonzados o resentidos. Su rendimiento académico y su autoestima también puede verse afectados. “Si se les permite expresar sus sentimientos y opiniones, pueden desarrollar mayores habilidades de resolución de problemas al enfrentar y adaptarse a la nueva dinámica familiar”, añade la experta.

Con todo ello, y a pesar de que los menores puedan atravesar una etapa de angustia emocional, culpa o problemas de conducta ante la noticia, romper la pareja es mejor que mantenerla a costa del bienestar de los padres, ya que, de un modo u otro, repercutirá en los niños. Solo hace falta atravesar los cambios para readaptarse a la nueva realidad. Así se podrá crear un nuevo ambiente más saludable, así como modelos de relación sanos que les hagan aprender desde la infancia y la adolescencia a trazar buenas relaciones y saber ponerles fin cuando sea necesario.

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Cómo afecta el divorcio a largo plazo

Un grupo de investigadores se preguntó qué sucede con estos niños a largo plazo, cuando llegan a la edad adulta. Para responder a esta cuestión desde el ámbito socioeconómico, desarrollaron el estudio How does parental divorce affect children’s long-term outcomes?, publicado en la revista Journal of Public Economics en 2024. Entre sus principales conclusiones, a partir de los datos de los australianos nacidos entre 1976 y 1987, y cuyos padres se divorciaron antes de 2005, destacan que la separación tiene “efectos persistentes y en su mayoría negativos”.

En concreto, los niños tienen “niveles más bajos de logro educativo, peores resultados en el mercado laboral y tienen más probabilidades de morir prematuramente”, y las niñas “tienen niveles más bajos de logro educativo, también tienen más probabilidades de tener hijos a una edad temprana, pero pierden menos en términos de empleo”.