
En el bosque de Camden, en el país de Dharawal y Gundungurra, un grupo de 15 personas se ha reunido bajo un paracaídas militar extendido como lona. El objetivo: llevar a cabo un curso de supervivencia en la naturaleza de cuatro días, impartido por Gordon Dedman, consultor del programa televisivo Alone Australia. “Este no es un retiro de bienestar. Se trata de salir de tu zona de confort”, afirma Dedman la primera noche, sentado junto al fuego. Algo que la periodista de The Guardian, Rafqa Touma, ha decidido hacer para unirse al grupo e informar de su experiencia.
El itinerario es amplio: manejo de cuchillos, nudos, refugios de emergencia, encendido de fuego, recolección y purificación de agua, identificación de plantas, navegación solar y astronómica, además de técnicas de señalización de emergencia y rescate. No hay baños ni tiendas de campaña. Así, con “un nombre muy apropiado para ser instructor de supervivencia militar, es todo músculos y está vestido de caqui verde”, describe Touma en su artículo. Nada más reunirse todo el grupo, el instructor no tarda en anunciar que en esta experiencia “la gente quisquillosa muere”.
“La filosofía de Dedman sobre la tierra y el papel de la gente en ella queda clara apenas unas horas después: ‘Nuestra existencia aquí se basa en la capacidad de cuidado de la Tierra. Pero vivimos en un sistema de gasto en expansión… totalmente contrario a la naturaleza. Algo falla mucho en nuestro sistema’”.
“No estamos preparados para cuando las cosas salen mal”
El grupo al que acompaña la periodista es diverso: desde empleados de oficina de Sídney y Canberra hasta padres que han traído a sus hijos. Entre ellos destaca Karla Pound, líder de expediciones de National Geographic y concursante de la actual temporada de Alone. Para Pound, la importancia de este tipo de experiencias es evidente: “No estamos preparados para cuando las cosas salen mal”. Incluso ante situaciones cotidianas como cortes eléctricos o inundaciones, añade, “la gente no sabe qué hacer primero”. Y subraya: “Es muy importante tener estas habilidades básicas y fundamentales en tu haber”.

De este modo, las jornadas comienzan temprano y terminan tarde. La estructura está pensada para simular el agotamiento de una situación real. En los primeros días, los estudiantes practican técnicas básicas como el uso del cuchillo y el montaje de refugios, conocidos como hootchies. Estos se construyen con láminas de plástico aseguradas con estacas talladas por los propios participantes.
Por ello, encontrar un sitio para dormir no es sencillo. “Tardo en encontrar un sitio; soy demasiado exigente, me aterra dormir cerca de arbustos espesos. Es un miedo justificado, diría yo, dado que estamos en el hábitat de arañas de tela en embudo, serpientes marrones y serpientes negras de vientre rojo”, narra Touma en su primera noche. A este primer problema se suma el apetito. Pero Dedman lanza otra provocación: “El mundo occidental tiene un problema de aversión a la comida”. Seguidamente, frente al fuego, cocina papas en las brasas y saca un recipiente con gusanos de la harina vivos: “Nos los vamos a comer”.
Sin embargo, esto no es una actuación para animar el ambiente. Aunque los exploradores estaban un poco asqueados por la idea, después de que Dedman recordase que “la gente quisquillosa muere”, todos, incluida Rafqa Touma, dan el paso. “Se retuercen entre mis dedos. Se agitan contra mis labios. Se revientan entre mis dientes, y el grupo aplaude. Disfruto mucho del sabor. Esta será para siempre mi mayor hazaña. ¡Me siento aliviada!”, cuenta Touma.
Pero Dedman no está del todo satisfecho y tras insistirla en que puede “hacer cualquier cosa por tu cuenta”, se envalentona para dar otro bocado. La supervivencia no acababa con los gusanos, pues el siguiente paso son los grillos: “Nos muestran cómo tomar uno en nuestras manos, romperle la cabeza con eficacia, deslizar el cuerpo sobre un palo y asarlo en el fuego”, describe la periodista. “En este punto, se me cierra la garganta. Los insectos saltan. Me tiemblan las manos. Un instructor del curso me sugiere que intente respirar”, continúa en su relato. Esto hace reflexionar a Touma, quien se da “cuenta de que si me pillan en el monte, probablemente muera porque no puedo atrapar, decapitar y comer un grillo”.
“El miedo da paso a una paz fresca y serena”

Los temores no se detienen con la comida. Al caer la noche, Touma reflexiona sobre la posibilidad de encontrarse con una serpiente en su saco de dormir. Pero la noche trae también una experiencia inesperada. Durante una caminata nocturna, los participantes aprenden navegación celeste. “El aire es fresco, el silencio a mi alrededor y el cielo resplandece. El miedo da paso a una paz fresca y serena. Duermo de maravilla”.
Al día siguiente, el grupo se enfrenta a nuevas pruebas: hacer fuego con una varilla de ferrocerio y su cuchillo, y purificar agua de un arroyo. En una caminata, Dedman introduce otros retos improvisados: cinco minutos para recolectar yesca y encender un fuego. Todas estas habilidades tienen como objetivo preparar a los alumnos para la tercera noche: “Encontrar un aliado o dos, explorar un lugar seguro y establecer una base de emergencia".
Ante este reto, la periodista solo ha pensado en una cosa: “Este lugar es tan hermoso y mañana tengo que irme a casa”. Y es que durante los cuatro días de aventura ha logrado sobrevivir y aprender de las lecciones de Dedman. Pero la que tal vez haya marcado más a Touma es que “el pánico es peligroso y puede afectar a quienes te rodean. Necesitas ser capaz de planificar, actuar y mantener la voluntad de vivir”.
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