
En un momento en que los países europeos aumentan sus presupuestos de defensa, la lucha contra el cambio climático parece haberse quedado fuera de las prioridades del sector militar. Según un análisis del diario británico The Guardian, solo dos de los 30 países europeos evaluados -Austria y Eslovenia- han establecido una fecha concreta para alcanzar la neutralidad climática en sus ejércitos. La mayoría ni siquiera ha cuantificado el impacto ambiental de sus fuerzas armadas.
El informe revela un vacío persistente en la acción climática global: el de las emisiones militares. Aunque se estima que los ejércitos del mundo generan en conjunto el 5,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero -más que la aviación comercial-, los tratados internacionales no obligan a los gobiernos a reportarlas. Esta excepción, denuncian los expertos, debilita los compromisos climáticos y representa una amenaza creciente para la seguridad a largo plazo.
“Estamos ante un punto ciego histórico”, ha advertido Florian Krampe, director de investigación climática del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (Sipri). Ignorar las emisiones militares no solo es un error estratégico, sino que contradice el reconocimiento cada vez mayor de que el cambio climático constituye un riesgo directo para la seguridad global, ha explicado a The Guardian.
El informe ha analizado las estrategias climáticas de los ministerios de Defensa de los 27 Estados miembros de la Unión Europea, más Reino Unido, Noruega y Suiza. Aunque todos estos países han prometido alcanzar emisiones netas cero para 2050 a nivel nacional, apenas un tercio ha evaluado la huella de carbono de sus ejércitos, y la mayoría carece de planes específicos para reducirlas.
Algunos países, como Alemania, Países Bajos, Grecia o Reino Unido, han declarado que sus fuerzas armadas “contribuyen” a los objetivos climáticos generales, pero sin detallar metas propias. En el caso británico, la Royal Air Force sí ha anunciado su intención de alcanzar la neutralidad de carbono en 2040, una década antes que el objetivo nacional, pero otras ramas del ejército no han seguido ese camino.
Otros gobiernos han fijado metas limitadas. Bélgica, por ejemplo, pretende que sus infraestructuras sean climáticamente neutras para 2040, y Portugal se ha propuesto descarbonizar sus actividades logísticas para 2050. Noruega, por su parte, apunta a reducir sus emisiones en un 20% respecto a 2019 antes de que termine la década, mientras que Irlanda busca una disminución del 51% frente a los niveles de 2016-2018.
Estas cifras, sin embargo, distan de los compromisos plenos de descarbonización. Según explicó un portavoz del Ministerio de Defensa portugués, sustituir todos los sistemas armamentísticos o compensar completamente sus emisiones resulta económicamente inviable, por lo que los esfuerzos se concentran en áreas secundarias.
Rearme y presión climática
En 2024, el gasto militar europeo aumentó un 17%, hasta alcanzar los 693.000 millones de dólares, según datos del Sipri. Este incremento responde en gran parte al rearme posterior a la invasión rusa de Ucrania y a las dudas sobre el respaldo estadounidense a la seguridad europea. Pero los expertos advierten que este aumento de inversión debe ir acompañado de innovación verde, no de una mayor dependencia de los combustibles fósiles.
“La descarbonización militar es esencial para nuestra seguridad futura”, ha afirmado Ellie Kinney, del Observatorio de Conflictos y Medio Ambiente. Para la activista, los avances logrados en los últimos dos años podrían verse amenazados por la urgencia de rearmarse. Kinney ha urgido a los gobiernos a establecer objetivos específicos, publicar inventarios transparentes de emisiones y adaptar los esfuerzos militares a las metas climáticas globales.
En el caso de Austria, que aspira a ser climáticamente neutra para 2040, los progresos más destacados se han registrado en el ámbito de la construcción, mediante la compra de electricidad verde y la expansión de sistemas de calefacción urbana. Sin embargo, reconocen que reducir las emisiones derivadas de la movilidad militar sigue siendo un desafío significativo.
Mientras tanto, varios países -incluidos España, Italia y la República Checa- han optado por no comentar este asunto con el periódico británico, mientras que los ministerios de Bulgaria, Hungría y Eslovaquia no respondieron a las solicitudes de información. “El sector defensa ya no puede seguir siendo un punto ciego en la acción climática”, ha insistido Krampe. “El aumento del gasto militar debería ser una oportunidad para fomentar tecnologías limpias, no para profundizar en la dependencia del carbono”.
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