
El Santiago Bernabéu era ya uno de los principales focos de atracción en Madrid en su forma tradicional y reconocible, imponente en el Paseo de la Castellana entre bloques de viviendas y oficinas y torres de negocios, capaz de acoger a cerca de 90.000 personas, hogar del equipo más laureado del mundo y escenario de algunas de las mayores gestas en el fútbol. Su propietario, el Real Madrid, con Florentino Pérez a la cabeza, se propuso traerlo al siglo XXI y explotar su potencial para hacerlo mucho más que un estadio.
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El proyecto era tan ambicioso como arriesgado o comprometido: el Bernabéu es parte del hábitat de la capital, de su vista, el tránsito, la conversación. Ya solo su nuevo caparazón suscitó y suscita debate, si bien no tanto como la insonorización, o no insonorización, por la que acaudalados vecinos de Chamartín han logrado tumbar nada menos que toda la programación de conciertos previstos por tiempo indefinido. También ha habido problemas legales con el parking y con la explotación de algunos de los establecimientos de restauración.

Centrados estrictamente en la arquitectura, distintas voces se han pronunciado al respecto. Una de ellas tan autorizada como Carlos Lamela, hijo del prestigioso Antonio Lamela, fallecido en 2017. Se encargó de la fundamental remodelación del estadio de 1988, que amplió sensiblemente la capacidad. “Hubo que hacer un estadio encima de otro que además no aguantaba el peso”, recuerda Lamela hijo, orgulloso de aquello. Recientemente, en una entrevista en el videopódcast Arquitectura en Diálogo, ha hablado sobre el nuevo Bernabéu, recordando que participó en el concurso para encargarse de la reforma.
“Se tenía que haber llevado el campo fuera”
Antepone que el proyecto está hecho por “magníficos profesionales” y que no le gusta opinar del trabajo de compañeros, en este caso “amigos”. Sí aporta que en el momento en el que les invitan a participar “no estaba considerado el tema de los conciertos ni el sistema del hipogeo con el pliegue de las bandejas de los campos”. “En la primera fase de la propuesta -añade- ni siquiera estaba planteado que se pudiese cubrir el campo, y ya hubo una segunda fase en la que nos dijeron a los distintos equipos que incorporásemos una cubierta del terreno de juego que yo, personalmente, creo innecesaria, porque en un clima como el de Madrid...”
El arquitecto se expresa con más contundencia al abordar los conciertos: “No puedes presentar unas molestias como las que se generan en uno de los barrios de más renta de Madrid. Sabes que vas a tener problemas. Para ese tipo de actos se tenía que haber llevado el campo fuera. El vecindario ya tenía una relación correcta con el fútbol, un statu quo, 30 partidos al año... Pero los conciertos son otro tipo de gente, de logística. Por eso creo que ha sido un error, pero no del Real Madrid, que está en su derecho. El Ayuntamiento tenía que haber hecho un análisis muy claro y darse cuenta de que esto era inviable".
“Una lata de aluminio, demasiado nave espacial”
De un veterano a un joven, el arquitecto Nacho Tellado, que trasciende de su profesión por sus apariciones en televisión y ahora en algunos de los pódcast con mayor repercusión, también responde recurrentemente a preguntas sobre el Bernabéu. Insiste en que un edificio debe invitar a entrar y tener una conexión con el entorno. En este sentido, considera el estadio “una lata de aluminio, demasiado nave espacial”.

“No es nada sugerente -opina-, es algo hermético, monocromático. A su juicio, “es un proyecto de ingeniería, no de arquitectura” que no considera “ni la mejor” opción que había, destacando la que presentaron Norman Foster y Rafael de La Hoz, desechada.
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