Una eurodiputada causa polémica tras rebuscar en los casilleros de otros políticos “por si hay algo que robar” y subir el vídeo a Instagram

La diputada francesa Leïla Chaibi abrió los compartimentos públicos del Parlamento Europeo durante una visita guiada y desató una ola de críticas

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Leïla Chaibi, eurodiputada (Parlamento Europeo)
Leïla Chaibi, eurodiputada (Parlamento Europeo)

La eurodiputada francesa Leïla Chaibi, miembro de La France Insoumise (LFI), ha vuelto a agitar las aguas del Parlamento Europeo al publicar en Instagram una nueva entrega de sus habituales vídeos sobre el día a día en la institución. En esta ocasión, la parlamentaria llevó la cámara más allá de lo habitual: abrió los llamados “casilleros de los lobbies” de varios de sus colegas para mostrar su contenido al público. La grabación, que en menos de 24 horas acumuló miles de visualizaciones y una cascada de comentarios, ha generado un gran revuelo tanto dentro como fuera del hemiciclo.

Chaibi, que afirma querer promover la transparencia institucional, tituló su vídeo sin tapujos: “Abro el casillero de Jordan Bardella”. Acompañada por una docena de ciudadanos seleccionados por sorteo, la eurodiputada hizo una especie de visita guiada por los pasillos de la eurocámara, en la que no dudó en señalar —y mostrar— el contenido de estos compartimentos abiertos y accesibles en una de las zonas comunes del Parlamento.

“Tenemos buzones con llave, pero estos son los llamados casilleros de los lobbies... porque aquí te meten lo que quieran”, explica, algo dubitativa, mientras registra las estanterías. En la descripción del vídeo aclara que estos compartimentos no son los buzones personales de los diputados, sino que se trata de espacios comunes donde los grupos de interés pueden dejar materiales promocionales o informativos. Las verdaderas cajas de correspondencia personal, asegura, se encuentran en otra planta.

El contenido de los casilleros

Vista general del edificio del
Vista general del edificio del Parlamento Europeo en Estrasburgo (REUTERS/Yves Herman/File Photo)

El primer casillero que inspecciona en la grabación es el de Jordan Bardella, eurodiputado y presidente del Rassemblement National. Chaibi abre el espacio mientras ironiza: “Los lobbies no me dejan botellas de champán”, comenta. Para añadir dramatismo, el montaje incorpora un audio del fundador del partido, Jean-Marie Le Pen, como si emergiera del interior del casillero. Chaibi declara que el espacio “ya ha sido vaciado”, pero aun así lo revisa una segunda vez “por si hay algo que robar”.

La eurodiputada continúa su recorrido por otros casillero de parlamentarios de distintos grupos. Pasa por el del socialista Raphaël Glucksmann, del partido Place Publique, donde comenta que “hace falta una buena limpieza”, aunque asegura que no leerá la correspondencia. Luego invita a los acompañantes a abrir ellos mismos otros casilleros, como el de Marion Maréchal, donde encuentran un libro escrito por el asistente parlamentario del RN, Ghislain Dubois, también presente en el de François-Xavier Bellamy, eurodiputado de Los Republicanos.

La secuencia ha sido recibida con una mezcla de indignación, asombro y apoyo. En la sección de comentarios, no han faltado los reproches: “¿Con qué potestad te crees tú para hacer eso?”, escribió un internauta. Otro lamentaba: “Y pensar que el pueblo paga a este tipo de payasos”. Las críticas más duras acusan a Chaibi de traspasar los límites del respeto institucional y utilizar las redes sociales con fines más espectaculares que informativos.

Ante el aluvión de reacciones, la diputada se ha defendido señalando que el propósito del vídeo es “recordar la transparencia que debemos a los ciudadanos” y denunciar “la infiltración de los lobbies en el Parlamento”. También ha subrayado su postura política contraria a “las plataformas y el mundo que representan”.

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Chaibi no es nueva en este tipo de estrategias comunicativas. Con más de 30.000 seguidores en Instagram, utiliza habitualmente la red para mostrar el trabajo parlamentario desde una óptica alternativa, a menudo salpicada de ironía, teatralidad y denuncias sobre los entresijos de Bruselas. Esta última acción, sin embargo, parece haber cruzado una línea especialmente sensible entre el espectáculo político y el respeto institucional.