
La inteligencia artificial (IA) está revolucionando el mundo laboral con una velocidad sin precedentes, transformando tareas que antes eran exclusivas de humanos en procesos automatizados. Aunque la tecnología promete mejorar la eficiencia y reducir costes, sus efectos sobre el empleo son cada vez más evidentes y preocupantes. Este ha sido el caso de Shawn K., un ingeniero de software estadounidense de 42 años, que con veinte años de experiencia y un salario anual de aproximadamente 140.000 euros, unos 11.000 euros al mes, parecía tener asegurado un futuro prometedor en el sector tecnológico. A pesar de estar especializado en el metaverso, una de las áreas más punteras en los últimos años, desde abril de 2024, su vida dio un giro radical.
La carrera de Shawn no es un caso aislado. Ya había sufrido las consecuencias de la crisis económica de 2008 y la pandemia de Covid-19, pero esta vez el impacto ha sido más profundo. Despedido en un contexto en el que las empresas emplean la IA para sustituir trabajos humanos, Shawn se enfrenta ahora a un mercado laboral dominado por algoritmos y chatbots automatizados, que incluso intervienen en las entrevistas de trabajo. La búsqueda de empleo se ha convertido en una batalla desigual donde los candidatos interactúan con sistemas que deciden sin empatía, ni juicio humano.
“Las empresas la están usando como excusa para eliminar puestos de trabajo”

Obligado a vender sus pertenencias y a aceptar trabajos eventuales que apenas le generan unos pocos cientos de dólares mensuales, Shawn vive hoy en una pequeña caravana en el centro de la ciudad, una imagen que refleja la precarización de muchos profesionales digitales que se ven desplazados por la automatización. Sin embargo, él no culpa a la IA en sí misma: “Me describo como un maximalista de la IA. El problema no es que la tecnología esté evolucionando, sino que las empresas la están usando como excusa para eliminar puestos de trabajo sin reconfigurar su organización”, declara ante JvTech.
Shawn advierte sobre un “tsunami social y económico” que ya está en marcha, aunque los responsables de la toma de decisiones parecen ignorarlo. Sus palabras resuenan más allá de Estados Unidos: en Francia, por ejemplo, el sector tecnológico también está bajo presión. Más de 150.000 despidos en 2024 en EE.UU. y la previsión de más de 50.000 recortes en 2025 reflejan una tendencia global. Mientras Europa ha resistido relativamente hasta ahora, la automatización y la integración de la IA están empezando a afectar también a empresas emergentes francesas y a perfiles tecnológicos híbridos, capaces de combinar desarrollo y adaptación a la IA.
Las previsiones de líderes del sector tecnológico aumentan la inquietud. Dario Amodei, CEO de Anthropic, afirma que para septiembre de 2025 la IA podría generar hasta el 90% del código informático. Mark Zuckerberg y otros referentes de la industria visualizan un futuro cercano donde los desarrolladores humanos serán una minoría. Este escenario pone en cuestión el papel del programador tradicional y deja entrever una automatización creciente de tareas que, hasta ahora, requerían altas cualificaciones.
La tecnología no es el enemigo, pero su aplicación sin una adecuada planificación laboral y social puede provocar exclusión y desigualdad. Esta realidad obliga a reconsiderar las políticas de formación, empleo y protección social para equilibrar la innovación tecnológica con el bienestar de los trabajadores.
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