
Joan Kroc, más conocida como “Santa Juana de los Arcos Dorados”, fue una de las filántropas más notables del siglo XX, utilizando la considerable fortuna del impulsor empresarial de McDonald’s para cambiar vidas a través de la caridad. La historia de su vida junto a Ray Kroc, el hombre que llevó a McDonald’s a la cúspide del mercado, es tan fascinante como su propio legado de generosidad.
A finales de los años 60, en un yate en Fort Lauderdale, Florida, se celebraba la despedida de Ray y Jane Kroc, quienes estaban a punto de iniciar un crucero por el mundo con motivo de su quinto aniversario. Durante la reunión, Ray se dio cuenta de que no deseaba continuar su matrimonio con Jane, sino reencontrarse con Joan, el amor que había conocido años antes en un restaurante mientras ella tocaba el piano. A pesar de que inicialmente se habían fugado a Las Vegas, su boda se frustró. Con un súbito impulso, contactó a su abogado para organizar un divorcio rápido y ofrecerla una generosa compensación.
Cómo fue la vida matrimonial entre Ray y Joan Kroc

Ray Kroc conoció a los hermanos Richard y Maurice McDonald en 1954, atraído por su innovador modelo de negocio. Su empresa consistía en algo prácticamente inédito hasta el momento: una simplificación del menú para optimizar el tiempo de servicio al cliente. Con ello se creó la comida rápida, un concepto que llamó mucho la atención del empresario. Y es que aunque los hermanos vendían algunas franquicias repartidas por el país, no habían conseguido expandir su exitoso sistema. Sin embargo, cuando apareció Ray, transformó el negocio convirtiéndolo en un imperio global.
Joan Kroc, aunque tuvo algunos problemas matrimoniales con el empresario, siempre fue una figura clave en el objetivo que tenía su esposo en McDonald’s. Aunque mantenía un perfil bajo, fue retratada en la biografía Ray y Joan, el hombre que hizo la fortuna de McDonald’s y la mujer que lo regaló todo de Lisa Napoli. Durante sus años de casados, tras una ceremonia celebrada en 1969, Joan detectó un temperamento “violento e incontrolable” en el empresario, lo que terminó marcando su relación, según relata la BBC en un artículo. Estos episodios superaron tanto a la estadounidense que en 1971 llegó a solicitar el divorcio, alegando crueldad física y mental.
La pareja se reconciliaría al año siguiente y lograron estar unidos hasta que Ray falleció. No obstante, Joan tuvo que ser mucho más discreta con sus simpatías liberales, ya que su esposo tenía pensamientos más conservadores. Aun así, se pronunció de manera pública sobre su preocupación por el alcoholismo de Ray. De hecho, lanzó la Operación Cork para concienciar sobre este problema, asegurando que “no era un tema glamoroso”, pero crucial.
Contribución al desarme nuclear, al Partido Demócrata y a la sensibilización contra el sida
Tras la muerte de Ray en 1984, Joan heredó casi 500 millones de dólares, y en ese momento pudo empezar su vida filantrópica. Con una fortuna considerable, decidió invertirla en causas que tanto habrían horrorizado a su difunto esposo, como el desarme nuclear, donaciones al Partido Demócrata, y la sensibilización sobre enfermedades como el sida. Una de sus contribuciones más significativas fue el establecimiento del Instituto Joan B. Kroc para Estudios Internacionales de la Paz en Notre Dame.
A pesar de su filantropía descarnada, Joan disfrutaba de lujos ocasionales. Utilizaba su jet privado para escapadas a Las Vegas o para transportar sus mascotas, y en una ocasión, compró un huevo de Fabergé por tres millones de dólares. Sin embargo, su legado más duradero radica en sus aportes caritativos, frecuentemente anónimos. Donó 15 millones de dólares a las víctimas de inundaciones en Dakota del Norte y Minnesota; en total, se estima que donó alrededor de 3,000 millones de dólares a lo largo de su vida.
En 2003, al morir de cáncer cerebral a los 75 años, dejó 1,800 millones de dólares al Ejército de Salvación, destinados a la creación de centros recreativos en zonas marginadas. NPR, la radio pública de EE.UU., recibió 220 millones, su mayor donación histórica, mientras que la televisión pública quedó fuera de su lista de beneficiarios por negligencia de comunicación hacia ella. Su trabajo nunca fue realmente reconocido, algo que quedó patente con el breve obituario de cinco párrafos que publicó The New York Times. No obstante, muchos beneficiarios de su generosidad la apodaron ‘Santa Juana de los Arcos Dorados’, por la cantidad de vidas que iluminó.
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