El método Suzuki para introducir en la música a los niños: aprenden a tocar instrumentos igual que a hablar la lengua materna

Este método educativo permite que entablen una conexión emocional y luego profundicen en los aspectos teóricos

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Una niña que juega con
Una niña que juega con un xilófono de juguete. (Adobe Stock)

Un aprendizaje sin exámenes, sin presión, basado en la escucha, la observación y la repetición. Esta es la esencia del método Suzuki, un enfoque que busca enseñar música utilizando las mismas herramientas con las que los niños adquieren su lengua materna. No se trata de formar prodigios, sino de demostrar que cualquier niño puede desarrollar su potencial musical cuando se encuentra en un entorno amoroso y estimulante.

A comienzos del siglo XX, el violinista japonés Shinichi Suzuki vivía en Alemania, donde realizó una observación que marcaría el rumbo de su filosofía educativa. Todos los niños, sin importar su origen, aprenden con facilidad su lengua materna. Este aprendizaje no depende de talento innato ni de capacidades excepcionales, sino de crecer en un entorno adecuado.

Si un niño puede hablar japonés, alemán o francés, ¿por qué no podría aprender música de la misma forma?”, se preguntó. Con esta idea, Suzuki desarrolló un método que no solo busca enseñar a tocar un instrumento, sino cultivar habilidades fundamentales para el desarrollo personal.

Principios fundamentales del método Suzuki

El eje del método Suzuki es enseñar música como si se tratara de un idioma. La clave está en hacerlo un proceso natural, accesible y respetuoso con el ritmo de cada niño. A diferencia de los métodos tradicionales, el de Suzuki se centra primero en la práctica y la experiencia emocional, dejando los elementos teóricos para más adelante. Sus pilares principales incluyen los siguientes:

  1. Sumergirse en la música desde el inicio. El proceso comienza con la escucha repetitiva. Antes de aprender a tocar una pieza, los niños la escuchan muchas veces, igual que los bebés escuchan y absorben palabras antes de comenzar a hablar. La música se convierte en algo familiar y cercano, no en un sistema extraño o complicado de descifrar.
  2. Aprender a través de la imitación. En lugar de comenzar con partituras, los niños observan y replican los movimientos y sonidos de sus maestros o compañeros. Este aprendizaje por imitación permite que interioricen la técnica y la musicalidad de manera orgánica, sin presiones derivadas de la lectura temprana de notas.
  3. Implicar a la familia en el proceso educativo. Un aspecto único del método es la participación activa de los padres, quienes acompañan al niño tanto en las clases como en la práctica en casa. No importa si no tienen experiencia musical, su rol es asegurar un ambiente cálido y alentador. Este acompañamiento también fortalece los vínculos familiares, convirtiendo el aprendizaje musical en una experiencia compartida.
  4. La repetición, un acto afectivo. Las piezas musicales se practican repetidamente, pero no como un ejercicio mecánico. La repetición en el método Suzuki se concibe como algo significativo y positivo, que refuerza la confianza del niño. Cada avance, por pequeño que sea, es celebrado, y el aprendizaje se desarrolla sin exámenes, comparaciones ni juicios.

Esta metodología permite que los niños aprendan primero a tocar un instrumento y más adelante, cuando ya han desarrollado una conexión emocional con la música, profundicen en los aspectos teóricos. De esta manera, tocar música se convierte en algo instintivo, tan natural como hablar.

Más que música, un desarrollo integral

En sus orígenes el método Suzuki se diseñó para el violín, pero con el tiempo se ha adaptado a otros instrumentos como el piano, la guitarra, el chelo, la flauta e incluso el canto. Esta versatilidad ha permitido su adopción en diferentes contextos a nivel mundial.

El método Suzuki no solo está diseñado para enseñar a tocar un instrumento; también busca potenciar el desarrollo integral desde los primeros años de vida, una etapa en la que el cerebro infantil está especialmente receptivo al aprendizaje. Muchos niños inician el método entre los 3 y 5 años, que coincide con un momento clave para el desarrollo emocional, cognitivo y motriz.

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El énfasis en la escucha constante estimula habilidades como la memoria auditiva, la concentración y la atención. Este enfoque lúdico, basado en la imitación y la práctica, fomenta procesos de aprendizaje relacionados con el lenguaje, la coordinación y la autorregulación emocional. Los niños no solo adquieren destrezas musicales, sino que fortalecen su capacidad para resolver problemas y manejar sus emociones.

Otro aspecto importante del método es el entorno pedagógico amable y respetuoso donde se desarrolla. Aquí no hay lugar para la competencia ni para las comparaciones. Cada niño avanza a su propio ritmo y, gracias a ello, refuerza su autoestima y su independencia. El papel de los padres en este proceso es fundamental: su implicación crea una dinámica de apoyo mutuo que fomenta la confianza y el afecto.