
Una vez un medicamento pierde su patente, las farmacéuticas tienen vía libre para replicarlos. Sin cargar con la inversión inicial de investigación, pueden producir ahora el mismo fármaco a un precio reducido, lo que se conoce como medicamento genérico. Por norma, los medicamentos genéricos suponen un ahorro considerable en la factura farmacéutica, con bajadas de precio del 40% respecto al original, pero en España no parece cumplirse: el actual sistema de precios de referencia iguala el coste final de las presentaciones originales y genéricas.
Esto supone que los españoles acaben pagando más por unos productos que deberían ser más baratos. En comparativa, los medicamentos genéricos cuestan en España un 20% más que la media europea, según un informe de 2023 elaborado por la Agencia Sueca de Prestaciones Dentales y Farmacéuticas (TLV). La distancia se duplica al comparar los precios españoles con el mercado de países escandinavos como Suecia o Dinamarca.
La diferencia de precios repercute en el gasto farmacéutico que hace nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), que en 2024 marcó la cifra récord de 13.345 millones de euros, casi un 5% más que en 2023.
El país que más genéricos fabrica y que menos usa
Con un precio tan igualado, los medicamentos genéricos no terminan de penetrar en el mercado. En unidades, suponen el 40% de la cuota de mercado, frente a la media europea del 65%. Y esto, a pesar de que España es el segundo país europeo con más plantas de fabricación de genéricos, con 21 instalaciones repartidas por el territorio nacional. “El uso de medicamentos genéricos lleva una década estancado en España, pese a su papel esencial en el acceso a tratamientos, la sostenibilidad del sistema sanitario y la autonomía estratégica”, afirman desde la Asociación Española de Medicamentos Genéricos (AESEG).
En esta organización achacan este estancamiento a la Ley del Medicamento de 2015 que, entre otras medidas, eliminó la preferencia en la prescripción por principio activo y no por marca, lo que hasta entonces había favorecido a los genéricos. “A pesar de ser recomendación de la OMS, en España el porcentaje de recetas por principio activo es un 52%, y del total de recetas de principio activo, hay un 28% que en la oficina de farmacia se sigue dispensando una marca”, destacó Mar Fábregas, presidenta de la AESEG, durante unas jornadas abiertas el pasado 8 de mayo.
El estancamiento se aprecia especialmente en los nuevos lanzamientos de medicamentos: en los últimos 10 años, el mercado de los genéricos ha lanzado 100 moléculas, pero no consiguen competir con las marcas, pues las diferencias de precio son mínimas: si el medicamento de marca se vende actualmente a 15,4 euros, el genérico se queda en 12,8 euros. Por ello, apenas llegan a penetrar en el mercado: los medicamentos genéricos lanzados después del 2015 suponen el 21% de las ventas en farmacia comunitaria en millones de euros, y el 24% en millones de unidades.
Ello obliga al sector a vivir de moléculas antiguas, ya establecidas en el mercado, que se venden a precios muy bajos, inferiores a 1,60 euros. Con estos reducidos ingresos, hacen frente a un aumento del 20% en los costes de producción debido a la inflación y el aumento de los costes regulatorios.
Una nueva Ley del Medicamento

El Ministerio de Sanidad busca copiar el modelo farmacéutico escandinavo para intentar replicar sus buenos resultados económicos. La propuesta para el nuevo sistema busca equilibrar el precio con criterios medioambientales y de capacidad de suministro.
El secretario de Estado, Javier Padilla, y el director general de Cartera Común de Servicios del Sistema Nacional de Salud y Farmacia, César Hernández, explicaron que el nuevo sistema no se basará en un único precio mínimo, sino en una horquilla de precios que tenga en cuenta estos factores. Esto permitiría incluir en el Sistema Nacional de Salud medicamentos que, aunque más caros, garanticen el suministro y la autonomía estratégica. El nuevo sistema también permitirá a los ciudadanos elegir entre medicamentos dentro de la horquilla de precios seleccionada o incluso optar por medicamentos de marca más caros, asumiendo parte del costo. Esta “sana competencia” podría generar un ahorro de más de mil millones de euros y permitiría aumentar el precio de otros medicamentos esenciales que han caído tanto en precio que ya no son atractivos para la industria.
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