
¿Cómo es posible que un animal haya sido confundido durante siglos con otro ya extinguido? Este curioso fenómeno se ha dado en los pingüinos, conocidos mundialmente por su distinguido aspecto y actitud llamativa en su frío hábitat. A simple vista se observa cómo dan pasos poco firmes sobre el hielo. Sin embargo, esto cambia cuando se introducen en el agua y alcanzan velocidades de hasta 60 kilómetros por hora al ser excelentes nadadores y buceadores, según señala el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Con sus pequeños cuerpos cubiertos de plumas impermeables - la especie más grande (Pingüino emperador) puede medir hasta 122 centímetros y pesar 45 kilos- estas aves del hemisferio sur no fueron los que inicialmente se llamaban ‘pingüinos’.
En Atlántico Norte habitaba la conocida Alca gigante (Pinguinus impennis): “Vivía en Escocia, Islandia, Groenlandia, Escandinavia, cruzaba hasta Canadá y el norte de Estados Unidos”, explica Javier Castroviejo, biólogo español y antiguo director de la Estación Biológica de Doñana. Este animal se mantuvo en el planeta hasta 1844, hasta que los humanos acabaron con la última pareja: “Eran indefensos, no volaban, ni trepaban y proporcionaban muchos recursos”, destaca este experto naturalista, compañero del fallecido Félix Rodríguez de la Fuente.
Los restos más antiguos de él datan de entre 4.000 y 5.000 años atrás. Su apariencia física era similar a los pingüinos que se conocen hoy, ya que contaban con un plumaje también blanco y negro, tenían un pronunciado pico para pescar y, pese a ser aves por poner huevos, tampoco contaban con la capacidad de volar. Y aunque su hábitat se encontraba en el Ártico, llegaron a migrar incluso a la zona del Báltico y el Mediterráneo, según recoge el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.

Los pasos de los exploradores
Los primeros que avistaron a esta especie en el hemisferio norte fueron exploradores británicos y escandinavos. Estos mismos establecieron el nombre de la especie. Al contar con dos manchas cerca de los ojos bautizaron a esta ave como pengwin o penwin, que quiere decir ‘cabeza blanca’, aunque el origen sigue siendo una incógnita: “Etimológicamente, pingüino significa rico en grasa”, manifiesta Castroviejo. Esta última definición guarda relación con la cantidad de materia de este tipo que los ejemplares tienen en su cuerpo para aislarse del frío.
La confusión llegó cuando los navegantes le pusieron también el nombre de ‘pingüino’ a las aves de la Antártida por su parecido físico. En cambio, ambas especies guardaban diferencias genéticas y contaron con un destino distinto. Los del sur lograron sobrevivir, mientras que los segundos desaparecieron debido a la caza furtiva: “Los extinguimos los humanos porque proporcionaban comida”, destaca Castroviejo. “Eran de órdenes muy alejados. Las alcas son parientes de los frailecillos”, cuenta el biólogo español y continúa, “el nombre científicos de estas es Pinguinus, mientras que de los otros es Spheniscidae”.
Sin embargo, ambas especies no obtuvieron la misma suerte. Este tipo de alca rondaba los 80 centímetros de altura y pesaban “hasta cinco kilos”. Caminaban de forma bastante torpe, tanto es así que esta característica fue una de las que les llevó a la extinción, ya que hacía de ellos una presa fácil para cazar. Esto sumado al hambre en alta mar hizo que los marines, procedentes de Europa, actuaran de forma desmesurada para incluir la carne en la dieta, sus plumas en el interior de productos como colchones, además de sus cuerpos en los museos, así lo explica el biólogo Sven-Axel Bengtson en A quarterly journal of ornithology. Además, Javier Castroviejo destaca que “no estaban preparadas para defenderse. Los únicos depredadores que tenían eran los osos polares, las orcas y los humanos”. Estos últimos decidieron acabar con ellas.

El juego de la naturaleza
Aunque el nombre haya sido el mismo para designar a especies de polos opuestos y a miles de kilómetros de distancia “durante milenios” cuentan con marcadas diferencias biológicas. “Los esqueletos y la incubación era muy diferente”, señala el experto. Entre las distinciones, Castroviejo resalta alguna: “Los pingüinos de la Antártida, por ejemplo, ponen el único huevo entre las patas, lo meten y lo incuba en una especie de pliegue que hay entre las patas, mientras que las alcas no”. A esto se suman “los sonidos y el propio grupo genético”. Las aves del Ártico, por su parte, tardaban más de un mes en dar vida a un solo individuo en un huevo que depositaban directamente sobre el suelo en zonas acantiladas, según el medio especializado Animalia. Además, la rutina la realizaban entre los dos miembros de la pareja y se turnaban hasta que el polluelo salía del cascarón.
Pese a sus marcadas diferencias, las alcas y los pingüinos guardan parecido. “Esto se llama convergencia y se da cuando las especies se tienen que adaptar a un hábitat parecido”, sostiene Castroviejo. El microbiólogo Antonio Quesada, experto en organismos de la Antártida y el Ártico, señala: “Se parecían, pero igual que lo hacemos nosotros a algunos animales. Los osos polares y los pingüinos jamás se han encontrado”. En estos casos la naturaleza entra en juego y puede hacer que animales que “no tienen nada que ver” lleguen a asimilarse e incluso confundirse con un nombre erróneo hasta día de hoy.
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