
La tasa de repetición en la Educación Secundaria Obligatoria (la ESO) en España ha mostrado una disminución constante en los últimos años, aunque el ritmo de esta reducción sigue siendo lento, sobre todo si se compara con otros países de Europa como Francia o Alemania.
Según datos de la OCDE en una comparativa internacional, el porcentaje de repetidores es del 7,8% en España, en comparación con el 2,6% en Alemania, el 1,8% en Italia y la media del 2,1% de la UE.
Y es que según datos recientes que ha presentado el Ministerio de Educación, el porcentaje de estudiantes que repitieron curso en el periodo que va desde el año 2023 y hasta el 2024, se situó en un 6,8%, lo que supone una leve mejora respecto al 8,5% registrado en el curso 2019-2020, justo antes de la pandemia.
Este descenso, aunque positivo, sí, representa una reducción de apenas dos décimas en comparación con el curso anterior, lo que equivale a aproximadamente a 4.200 estudiantes menos en un total de 2.102.756 matriculados en la ESO. Un margen estrecho, sobre todo si se tiene en cuenta que desde hace ya algunos años, en Europa hay una tendencia muy sólida de utilizar las repeticiones únicamente en casos excepcionales.
Las diferencias más notorias entre CCAA
De acuerdo con el análisis del Ministerio, las tasas de repetición varían significativamente entre las comunidades autónomas. Mientras regiones como Cataluña, Asturias, País Vasco y Cantabria presentan índices muy por debajo de la media nacional, con Cataluña destacando con un mínimo del 2,6%, otras comunidades como Castilla-La Mancha, Murcia y la Comunitat Valenciana superan el 8,5%.
En Ceuta y Melilla, la situación es aún más preocupante, ya que más del 10% de los estudiantes repiten curso, lo que refleja un conflicto importante en términos de equidad educativa. Obviamente, la existencia de 17 sistemas educativos, con criterios y prácticas muy diferentes, son la causa de estas estadísticas tan dispares.
Por otra parte, el caso de Cataluña resulta llamativo, ya que, a pesar de su baja tasa de repetición, sus resultados en evaluaciones internacionales como PISA, TIMSS y PIRLS han sido inferiores a lo que cabría esperar en relación con su nivel socioeconómico.
Esto lanza la idea de que podría existir un equilibrio entre la reducción de la repetición y la menor exigencia académica, aunque no siempre es así. Por ejemplo, Asturias combina una baja tasa de repetición con resultados destacados en PISA 2022, lo que demuestra que es posible mantener estándares académicos elevados sin recurrir excesivamente a la repetición.
Y es importante saber que en el contexto internacional, España sigue presentando tasas de repetición bastante elevadas en comparación con otros países de la OCDE y la Unión Europea (UE).
En 2022, el 7,8% de los estudiantes españoles de la ESO repitieron curso, frente al promedio del 2,2% en la OCDE y el 2,1% en la UE.

El nivel socioeconómico y el género
El mismo análisis que ofrece el Ministerio de Educación también revela diferencias significativas en función del género y el nivel socioeconómico.
Según los datos que a su vez ofrece Funcas, los chicos representan el 57% de los estudiantes repetidores en España, una proporción similar a la observada en países como Francia. Este fenómeno está relacionado con factores como el menor compromiso escolar y diferencias en las expectativas de comportamiento entre los hombres y las mujeres.
En línea con esto, los estudiantes de entornos socioeconómicamente desfavorecidos, especialmente aquellos con origen inmigrante, tienen una mayor probabilidad de repetir curso, incluso cuando sus resultados académicos son similares a los de sus compañeros más favorecidos.
Parece lógico entender que esta desigualdad, debido a factores económicos, y no académicos, perpetúa brechas de aprendizaje y afecta las tasas de titulación en los grupos más vulnerables. Como sucede en muchos otros ámbitos.
En respuesta a esta situación, y a la necesidad de que muchas más personas logren alcanzan los méritos suficientes para sacarse la secundaria y acceder a la universidad, varios países europeos han comenzado a reformar sus políticas educativas para limitar la repetición de curso a casos excepcionales.
Por ejemplo, Francia ha restringido notoriamente esta práctica entre 2013 y el pasado 2024, aunque las reformas más recientes han devuelto cierta flexibilidad a los consejos escolares.
En Bélgica, por poner otro ejemplo, los criterios se han endurecido en el primer curso de secundaria, donde solamente los estudiantes que no aprueban los exámenes finales deben repetir o cambiar de itinerario, con el objetivo de que no vuelva a suceder que repitan el siguiente curso.
Estas medidas reflejan, en cierta manera, un cambio de enfoque hacia estrategias más inclusivas y preventivas para abordar las dificultades de aprendizaje, y, sobre todo, que no haya un porcentaje tan elevado de jóvenes que repiten, y que ante la imposibilidad de asimilar ese fracaso, dejan de estudiar en el siguiente curso.
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