El rascacielos fantasma en medio de un secarral de Murcia: la huella olvidada de la burbuja inmobiliaria

Levantada durante el auge del ladrillo y abandonada a medio construir, la Torre Lucas sigue en pie como un símbolo del delirio urbanístico en Abarán

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La Torre Lucas en Albarán,
La Torre Lucas en Albarán, Murcia (Marc Femenia)

A escasos metros de la autopista A-30, en un paraje reseco y solitario del municipio de Abarán (Murcia), se alza una mole de hormigón que parece sacada de una distopía arquitectónica. Es la Torre Lucas, un edificio de casi 60 metros de altura que desafía el paisaje rural que lo rodea, no por su majestuosidad ni belleza, sino por su absoluta falta de sentido. Quienes lo ven por primera vez suelen fruncir el ceño o soltar una carcajada: ¿qué hace un rascacielos en mitad de un secarral?

Erigido en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria, su historia es el reflejo de una época en la que el ladrillo era oro y la cordura, escasa. A principios de los 2000, mientras en media España se levantaban urbanizaciones fantasmas, centros comerciales absurdos y aeropuertos sin aviones, en Abarán alguien pensó que era buena idea levantar una torre de oficinas —o tal vez de apartamentos, según a quién se pregunte— en medio de la nada. El encargo lo asumió el estudio murciano ARAS Arquitectura, con los arquitectos Gómez Montiel y Pina Pérez al frente. Lo que debía ser un icono de modernidad para la zona acabó convirtiéndose en un símbolo del despilfarro.

Del sueño al escombro

La Torre Lucas vista desde
La Torre Lucas vista desde la carretera (Ezaerao)

La construcción de la torre comenzó en 2006, justo antes de que la crisis financiera global hiciera trizas el mercado inmobiliario español. Cuando el dinero dejó de fluir, las obras se paralizaron. La estructura quedó a medio hacer, sin revestimientos, sin ventanas, sin vida. Un armazón gris de cemento y hierro que lleva casi dos décadas deteriorándose a la vista de todos. Hoy, se ha ganado con sarcasmo el apodo de “agro-rascacielos”, como si se tratase de una escultura conceptual dedicada a los excesos de la especulación.

El abandono trajo consigo lo previsible. El edificio fue rápidamente vandalizado y saqueado. En 2011, la Guardia Civil detuvo a dos individuos que, a plena luz del día, desmontaban ventanas para revenderlas como chatarra. Una década más tarde, un trágico accidente manchó aún más la ya triste historia del edificio: una persona perdió la vida tras precipitarse desde lo alto de la torre.

Las autoridades locales, mientras tanto, han optado por mirar hacia otro lado. No hay proyectos de reconversión ni planes de derribo. El rascacielos sigue ahí, solitario, feo y desangelado, recordando a los conductores que pasan por la A-30 lo que fue aquella época de delirios urbanísticos. Los vecinos de Abarán, aunque acostumbrados a su silueta, no pueden evitar sentir una mezcla de vergüenza ajena y resignación cada vez que alguien les pregunta por “esa torre rara que se ve desde la carretera”.

¿Una segunda oportunidad?

Base de la Torre Lucas
Base de la Torre Lucas (Ezaerao)

A pesar de su aspecto desolador, el “agro-rascacielos” podría no estar condenado a la ruina eterna. Tras más de cinco lustros desde los primeros movimientos de tierra, la empresa Hijos de Manuel Lucas González SL, con sede en El Raal (Murcia), ha retomado la iniciativa y se encargará finalmente de la urbanización de la Unidad de Actuación 1 del sector BM2, en el paraje conocido como Barranco Molax, donde se encuentra la célebre Torre Lucas.

El proyecto, aprobado recientemente por la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Abarán, prevé una transformación completa del entorno: desde la construcción de una rotonda conectada a la RM-402 (carretera de La Estación), hasta la instalación de redes eléctricas de media y baja tensión, alumbrado de bajo consumo, telecomunicaciones y la ordenación de edificaciones industriales y comerciales. También se ha planificado la creación de espacios libres, zonas de equipamiento público y el encauzamiento de la rambla del Molax, para el cual ya se ha aprobado un estudio hidrogeológico por parte de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS).

La actuación urbanística abarcará 151.155 metros cuadrados y permitirá generar hasta 367 plazas de aparcamiento, incluidas 25 para vehículos eléctricos. El presupuesto estimado asciende a 5,36 millones de euros, y se espera que las primeras obras –la rotonda y el encauzamiento de la rambla– salgan a licitación pronto.

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La Torre Lucas, sin embargo, sigue siendo un interrogante. Aunque se baraja la posibilidad de destinarla a oficinas o locales comerciales, su futuro concreto aún no se ha definido, y lo único claro es que su armazón, detenido desde hace años, seguirá saludando a los conductores que se desvían por el empalme de Blanca, en plena A-30. Lo que en su día fue símbolo de un exceso, podría convertirse, con suerte, en una pieza útil dentro de una nueva trama urbana e industrial.