
Las historias que danzan alrededor de la Mansión Asesinato Los Feliz son tan perturbadoras como una verdad a medias. El recinto residencial, que ahora se ha convertido en una urbanización de lujo, donde el ingreso medio de las familias es de aproximadamente de 97.000 dólares mensuales, cuenta con una de las construcciones más aterradoras. Y es que, después del asesinato de la Nochebuena de 1959 en la 2475 Glendower Place, por parte de un padre de familia, ha disuadido a cualquier persona de alojarse entre sus paredes. Todo sucedió cuando un exitoso médico de Los Ángeles mató a su esposa con un martillo de bola y golpeó a su hija casi hasta la muerte.
Una vez terminó con ellas, el hombre se acostó en su cama, leyó un capítulo de Divino Infierno de Dante y se bebió un vaso de ácido, con el fin de suicidarse. Tras descubrir lo que ocurrió en el interior de la vivienda, se cerró la puerta con llave para evitar que nadie volviese a entrar, dejando el escenario del crimen, con los regalos de Navidad intactos, perfectamente conservado, hasta la actualidad. Pero como dijo una vez el periodista John Branch, “el folclore surge cuando los hechos son escasos y el tiempo es extenso“. Y así ha ocurrido con la mansión de 5.000 pies cuadrados de Los Ángeles, que fue construida en 1925, pues la gran parte de su leyenda es más que falsa.
Esto se ha demostrado con la investigación de Stacy Astenius, una cineasta que dedicó siete años de su vida a estudiar la casa para el podcast The Los Feliz Murder Mansion. Gracias a su trabajo se descubrieron otros sucesos que quedaron para siempre en el aura de la casa. “Quería llegar a la verdad, porque todo el mundo quiere creerse la leyenda urbana”, expresó la cineasta. De este modo, Astenius detectó a los primeros propietarios de la mansión: una pareja adinerada que se mudó desde Seattle. Sin embargo, los Schumacher fallecieron al poco tiempo de adquirir la propiedad: ella, de una enfermedad cardiaca a los 40 el 1 de julio de 1928 y él, a los 41, por una neumonía unas semanas después.
Más tarde, un editor de revistas de cine llamado Welford Beaton y su hijo Donald se trasladaron a la casa dos años después. El joven murió con tan solo 21 años por una infección causada por una ampolla que nació después de jugar al tenis. Su padre abandonó la vivienda y se declaró en bancarrota al año siguiente, dejando un rastro de mal augurio en la propiedad en los `primeros cinco años desde su construcción.
La verdadera historia detrás de la leyenda

A pesar de que la leyenda sobre la Nochebuena de 1959 es una construcción social, su historia está cimentada en unos hechos reales, que también ha documentado el SFGATE. El cardiólogo Dr. Harold N. Perelson, su esposa, Lillian y sus tres hijos, Judy de 18, Joel de 13 y Debbie de 11, se mudaron desde Silver Lake en 1956, veintiséis años después de la muerte de Donald. La casa, que supuso una gran inversión monetaria, dejó una deuda considerable en la familia, algo que se confirma en una de las cartas que le envió la hermana mayor a su tía.
Una de las primeras invenciones en este relato es la fecha. Y es que, los aterradores sucesos ocurrieron el 6 de diciembre de 1956, y no en Nochebuena, algo que se confirmó con el informe policial, las autopsias y los artículos de periódicos de la época. Aunque el ataque del médico de 50 hacia su esposa de 42 con un martillo de bola, mientras dormía, y después arremetió contra su hija Judy con la misma arma es cierto, lo que la gente desconoce es lo que sucedió después.
Al parecer, los gritos de la joven de 18 años despertó a su hermana menor, lo que hizo que Debbie al levantarse para ver qué sucedía se encontrara con su padre, quien le dijo: “Vuelve a la cama, cariño, esto es solo una pesadilla”, según lo que declaró la menor a la policía. En ese momento, fue corriendo para despertar a su hermano Joel y esconderse. Esta distracción permitió a la mayor de los tres a escapar a la casa de su vecino, Marshall Ross, quien tras curar a Judy, llamó a la policía y se metió en la casa de los Perelson. Allí se encontró Joel y Debbie “aturdidos por los acontecimientos”, pero ilesos, por lo que les envió a su casa.
Seguidamente, el vecino subió a la segunda planta, donde encontró a Harold, aún vivo, y le pidió que se acostase. Unos minutos más tarde, cuando llegaron las autoridades, el padre se encontraba boca abajo en la cama de Judy, con un frasco de pentobarbital vacío y el martillo. Además, se encontró una edición de Divina Comedia de Dante muy cerca del cuerpo. La prensa, que atribuyó en un principio el ataque a los problemas económicos, descubrió tras encontrar el historial médico del padre un año después, que Perelson había estado ingresado en el Hospital Temple y le administraron Thorazine, un fármaco utilizado en aquel entonces para tratar la esquizofrenia. A pesar del revuelo mediático instantáneo, no se supo nada de la familia o de la casa durante casi 50 años.
“No llevaba a la gente allí para decir la verdad”

El segundo capítulo de horro llegó tras la compra de la propiedad un año después por una pareja mayor formada por Emily y Julian Enriquez. El par fue el dueño de la casa hasta durante décadas. En esos años los Enriquez vivieron felices hasta 1973, cuando el marido falleció y en 1994, cuando lo hizo ella. Así es como su hijo Rudy adquirió la mansión. No obstante, el hombre nunca se mudó a la casa. Innumerables vídeos de YouTube señalaron que “nunca vivieron allí, solo iban de visita” o que “no hay muebles, salvo los de la sala, que pertenecían a la familia Perelson”, algo que se debía a la supuesta actividad paranormal. Pero la entrevista de Rudy con Astenius confirmó que “era un anciano encantador y la casa le quedaba demasiado grande”.
Pero, ¿cómo se formó la leyenda de los Perelson? Unos años después del fallecimiento de Emily, Steve Kalupski, quien ganaba dinero pintando casas en el recinto de Glendower Place, escuchó la historia del asesinato-suicidio ocurrido años atrás. Así, Kalupski comenzó a llevar a amigos por los alrededores para contarles cómo la familia estaba reunida alrededor del árbol, a punto de abrir sus regalos, cuando el doctor loco los atacó con un martillo. Cuando Astenius contactó con él, le dijo: “No soy periodista. No llevaba a la gente allí para decir la verdad”, después de comentarle que “los llevaba como entretenimiento un viernes por la noche para asustar a la gente”.
De esta manera, la cineasta pudo descomponer el mito que se había formado en los últimos veinte años y que habían recabado algunos medios en diferentes artículos. Uno de los que señaló Stacy fue el LA Times, quien al publicar Mansión Asesina Los Feliz, bautizó a la propiedad que dos décadas después es incapaz de encontrar a alguien que esté dispuesto a vivir en ella.
Antes del fallecimiento de Rudy en 2015, le confesó a Astenius que “era muy sentimental” y por ese motivo usaba las habitaciones para almacenar los obsequios de sus padres, incluyendo los decorativos de Navidad. Estos fueron vistos por muchos asaltantes que querían comprobar si la leyenda era cierta, lo que incrementó la creencia. Sin embargo, “era un acaparador, pero en realidad era un anciano encantador”, afirmó la cineasta. Desde entonces, la mansión ha pasado por diferentes manos, pero tras su último intento fallido de venta por 3.649.000 dólares en 2022 no ha vuelto a aparecer en el mercado.
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