La increíble historia de Jade, abandonada cuando era un bebé en una caja de zapatos: “Estaba completamente azul, con sus pequeños puños cerrados”

La joven ha contado cómo ha sido su vida después de que la abandonaran en mitad de la calle nada más nacer

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Imagen de recurso de un
Imagen de recurso de un bebe. (Freepik)

La historia de Jade es una de esas que parecen sacadas de un guion, marcada por el abandono y un sorprendente giro que la llevó a una vida llena de amor y estabilidad. Hoy, con 20 años, Jade rememora los inicios difíciles de su vida, cuando fue encontrada con apenas unas horas de nacida, abandonada en el frío del mes de noviembre de 2004 en Argenteuil, un suburbio al norte de París. Su supervivencia es casi un milagro y lo ha contado en Le Parisien, el mismo diario que contó año su aparición dos décadas antes.

El 17 de noviembre de 2004, en el Boulevard Jean Allemane, una transeúnte escuchó un leve llanto proveniente de una caja de zapatos. Al acercarse, descubrió a un bebé recién nacido, envuelto en una simple sábana. Era Jade, quien había sido abandonada por su madre, que había dado a luz sola durante la noche. La pequeña se encontraba en estado de hipotermia severa; su temperatura corporal había caído a 32 grados, lo que planteaba un grave riesgo para su vida.

El hallazgo de Jade generó una rápida movilización. Una vecina, Sanaa, quien vivía en el edificio cercano al lugar donde fue abandonada, se asomó a la ventana al escuchar los gritos de ayuda: “Estaba completamente azul, con sus pequeños puños cerrados”, comentó al día siguiente Le Parisien. Sanaa y su madre socorrieron de inmediato a la bebé, le dieron su primer baño y lograron estabilizarla momentáneamente mientras llegaban los servicios de emergencia.

“Recobró el color y se quedó dormida”, recordó la mujer. Jade fue trasladada de urgencia al hospital de Argenteuil, donde fue ingresada en el área de neonatología: “Estaba en hipotermia, nacida un mes antes de término. Después me llevaron a la DDASS (Dirección Departamental de Asuntos Sanitarios y Sociales) a una guardería”, cuenta Jade, quien desde pequeña supo su historia. “Mis padres adoptivos siempre me contaron cómo llegué a ellos, nunca fue un tabú en mi casa”.

El 12 de marzo de 2005, cuando Jade tenía apenas 4 meses, fue adoptada por Pascale y Alan, una pareja que comenzaba a establecerse en el sur de Francia. Al recibir la llamada con la posibilidad de adoptarla, no lo pensaron dos veces: subieron desde su hogar al norte para conocer a la pequeña. “Desde el primer día tuvieron un flechazo, venían todos los días para cuidarme, darme un baño y crear un primer vínculo. Todo salió muy bien desde el principio”, relata Jade. “Tengo una relación muy cercana y especial con ellos; soy su única hija”.

El vínculo entre Jade y sus padres adoptivos fue inmediato y profundo. Pascale recuerda con emoción el día en que por fin pudieron llevarla a casa: “Lloramos juntos, ella y nosotros. Extendió sus bracitos y no quería soltarnos. Fue amor a primera vista”. Aquel instante quedó grabado en un video que Pascale guarda como un tesoro. El nombre “Jade”, que representa una piedra preciosa, fue elegido por ellos, un detalle que quizás desconoce su madre biológica.

La progenitora de Jade, una mujer de 34 años en el momento del abandono, fue localizada ocho meses después gracias a un ingenioso trabajo policial. Las autoridades rastrearon el código de barras de la caja donde la bebé fue encontrada y, tras identificar la tienda que la vendió, lograron dar con la compradora mediante el registro de su tarjeta bancaria. Vivía a pocos metros del lugar donde dejó a su hija. En mayo de 2006, el Tribunal Penal de Pontoise la condenó por abandono de menor.

Durante el juicio, su abogado presentó detalles desgarradores sobre su vida: una infancia difícil, extrema precariedad social, epilepsia severa, ligero retraso mental y aislamiento social. La mujer, que dio a luz sola en el baño de su vivienda, declaró en su defensa: “Pensé que dejando al bebé allí lo recogerían pronto. No estaba lista para ser madre”. A pesar del abandono, el tribunal reconoció su desesperación, por lo que no se le impuso pena alguna.

Del rencor a la comprensión

Hoy, Jade reflexiona sobre esta parte de su historia con un nivel de comprensión que ha adquirido con el tiempo: “Cuando era más joven, quizás a los 11 o 12 años, le guardaba mucho rencor. Me preguntaba cómo se podía abandonar a un hijo al que se ha dado a luz. Pero más tarde, al obtener información sobre ella, entendí que vivía en una gran precariedad y que sufrió un embarazo negado. No puedo culparla, creo que no era su culpa”.

A lo largo de los años, Jade intentó contactar con su madre biológica a través del Consejo Nacional para el Acceso a los Orígenes Personales (CNAOP). Aunque no tuvo éxito, asegura que no descarta un posible encuentro en el futuro: “Si algún día logro verla, creo que seré benevolente. No debe haber sido fácil para ella”. Incluso a los 14 años, Jade supo que una hermana de su madre biológica quiso acogerla, pero esto no se concretó debido al contexto familiar. Sin embargo, esta situación la dejó profundamente afectada.

A pesar de las huellas que deja el pasado, Jade afirma que su vida actual es plena. Vive en las Landas, en el suroeste de Francia, junto al mar y rodeada del cariño de Pascale y Alan, a quienes llama sus verdaderos padres: “Ellos son mi familia. Mi madre, Pascale, fue quien me trajo al mundo”. Jade ahora estudia para ser gestora de turismo y se muestra motivada por lo que le depara el futuro: “Creo que tengo suerte en comparación con niños que quizás no fueron adoptados”.

Aunque la cuestión de sus orígenes sigue presente, Jade ha encontrado un equilibrio emocional gracias al amor y apoyo de su familia adoptiva. “Es una gran familia, con ocho tíos y muchos primos. Somos muy cernanos. Ahora entiendo que este inicio complicado me hizo ser quien soy hoy. Ahora tengo una vida bonita”.