El bucardo español, la especie que se extinguió dos veces: “Estamos alimentando el sufrimiento animal”

En el año 2003 se produjo el primer intento de ‘desextinción’ de una especie en el mundo, un proceso que se llevó a cabo con la clonación de Celia, la última bucarda viva

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El bucardo, una subespecie de
El bucardo, una subespecie de cabra montés que vivía en la cordillera de los Pirineos, se extinguió oficialmente en el año 2000. (Bernard Clos/Parc National des Pyrénés)

Esta semana, la empresa estadounidense Colossal Biosciences anunció a través de la red social X que había logrado “desextinguir” al lobo gigante o terrible (Canis dirus), una especie que desapareció hace más de 12.500 años y que especialmente se ha hecho conocida en los últimos tiempos por la serie Game of Thrones. Este procedimiento ha empleado modificaciones genéticas derivadas del uso de ADN encontrado en fósiles, por lo que los tres ejemplares nacidos (Rómulo, Remo y Khaleesi), no son verdaderamente lobos gigantes en sí, sino una simulación a partir de la reconstrucción del genoma del animal extinto.

Colossal Biosciences destacó que estos cachorros, nacidos el 1 de octubre de 2024, eran “los primeros animales desextintos del mundo”. Sin embargo, técnicamente esto no es así: no solo porque son el resultado de una modificación genética, sino porque hace ya más de 20 años que se llevó a cabo en España el primer intento de devolver a la vida a una especie extinta (utilizando, en lugar de la ingeniería genética, la clonación directa). Esta es la historia de los bucardos, el animal que se extinguió dos veces.

Un investigador sostiene a Rómulo y Remo, dos cachorros de lobo con genes de lobo terrible

Celia, la última bucarda

6 de enero del año 2000. Suena un pitido que indica el fin de una especie: el radiotransmisor del cuello de Celia (también llamada Laña) llevaba demasiado tiempo quieto en el mismo sitio; esa señal de alerta indicaba que, con su fallecimiento, los bucardos quedaban oficialmente extintos.

Celia era una hembra estéril y con un alto grado de consanguinidad producto de la significativa reducción del número de ejemplares de su especie, lo que provocaba que tuviese cardiopatías congénitas. Sin embargo, lo que acabó con su vida ese mes de enero fue el golpe de un abeto en el paraje de la Faja de Pelay, dentro del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

Los bucardos (Capra pyrenaica pyrenaica) eran una de las cuatro subespecies de cabra montés que han poblado desde tiempos históricos la Península Ibérica. Protagonistas de la cordillera de los Pirineos, el gran tamaño y majestuosidad de su cornamenta y la densidad de su pelaje los hacía únicos. Sin embargo, la especie, que se había extendido por un vasto territorio, fue menguando significativamente por, entre otras causas, la presión cinegética.

El bucardo se convirtió en un objetivo preferente para los cazadores, que comenzaron una persecución que condenaría a la especie. En 1910 provocaron su desaparición en el lado francés del Pirineo y unos pocos años después, en 1913, se emitió una orden ministerial en España para prohibir expresamente su caza. Sin embargo, en la práctica esta continuó de forma furtiva, especialmente por el carácter esquivo del bucardo y la dificultad para verlo, lo que le valió el nombre de ‘El fantasma de Ordesa’, potenciando aún más su condición de trofeo.

Bucardo. (José Miguel Pintor Ortego/Wikimedia
Bucardo. (José Miguel Pintor Ortego/Wikimedia Commons)

Hacia 1972 ya solo quedaban 50 ejemplares, y en 1987, año en el que se registró la última reproducción, apenas había 14. Ante la desaparición de todos los machos (el último que se observó fue en 1990) se iniciaron proyectos para la recuperación de los bucardos a través de la cría asistida y el cruce con otras subespecies. Estos intentos, sin embargo, llegaron tarde: “La falta de medidas por parte de la Administración o la tardanza en el plan, que ya prácticamente se aprobó cuando era inviable que la población saliese adelante, fue uno de los motivos que llevó a la especie a una extinción a la que asistimos casi en directo”, destaca a Infobae España Chesús Ferrer, de Ecologistas en Acción Huesca.

Efectivamente, los intentos no dieron resultado, por lo que en 1999 los científicos descubrieron que la pérdida era inevitable. Por ello, se capturó a la última hembra, a Celia, para la obtención de muestras biológicas y la congelación de sus células en nitrógeno líquido con el objetivo de que, en un futuro, se intentase una posible clonación de la especie.

El primer intento de desextinción del mundo

La posibilidad llegó muy pronto, pocos meses después de tomar esas muestras. Con la muerte de Celia, la última bucarda que quedaba en el mundo, se redujeron drásticamente las ya escasas posibilidades de recuperar una especie que había dominado en un pasado los riscos del Pirineo.

Desde 2012, el cuerpo de
Desde 2012, el cuerpo de Celia, preparado mediante la taxidermia, recibe a los excursionistas en el Centro de Visitantes del Parque Nacional de Ordesa. (José Miguel Pintor Ortego/Wikimedia Commons)

La clonación no era nueva en el mundo: ya en 1996, el Instituto Roslin había presentado en sociedad a la oveja Dolly, el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta. Tampoco se detuvo ahí: caballos con un gran valor deportivo, perros y gatos como un intento de recuperar una mascota fallecida, vacas para mejorar la raza y producir leche especial…

En el caso del bucardo, se transmitieron embriones clónicos con el material biológico de Celia a cabras montesas y, en el segundo intento, se consiguieron cinco gestaciones, de las cuales una de ellas llegó a término. El nacimiento se produjo por cesárea en julio de 2003, bajo la expectación de un equipo emocionado y nervioso por lo que tenían en sus manos: la primera desextinción de una subespecie extinguida, la vuelta a la vida del fantasma de Ordesa.

Sin embargo, pese a que el clon de Celia nació vivo, una malformación en los pulmones provocó que, pasados 10 minutos, muriese. Los bucardos se extinguieron así por segunda vez.

Al haber empleado el material de un ejemplar con patologías, producto de la consanguinidad a la que el peligro de la extinción había abocado a la especie, la cría de bucardo heredó también estas enfermedades, ya que genéticamente eran iguales: “Lo único que conseguimos es reproducir el mismo ejemplar y, encima, estamos alimentando el sufrimiento animal”, sentencia Chesús Ferrer. No solo eso, sino que era una solución a corto plazo, ya que no se puede repoblar todo el Pirineo con el material genético de un solo bucardo, una hembra enferma e infértil.

En 2019, se estrenó el
En 2019, se estrenó el documental 'Salvar al bucardo' (Pablo Lozano), que narra ese intento de un grupo de científico por devolver a la vida a la subespecie de cabra montés.

Por estos motivos, desde Ecologistas en Acción se opusieron desde el principio a la clonación de los bucardos para intentar salvar lo que ya era insalvable. Además, según destaca Chesús Ferrer, estos experimentos se convirtieron “únicamente en una carrera entre algunos grupos técnicos para ver quién conseguía antes devolver a la vida a una especie extinta”.

Sin embargo, “un animal no solamente es el material genético”. La especie también se caracteriza por “lo que aprenden del resto de ejemplares con los que están, su adaptación al medio, las formas que tienen de buscar comida… Y estamos hablando de un animal en cautividad”.

La mala gestión de las especies en peligro

Los objetivos principales deberían haber sido reflexionar sobre la mala gestión de la subespecie, aprender de ello y dejar de vender la idea de que aún podía arreglarse: “Es una cuestión de prioridades. La especie ya está extinta y para nosotros lo importante era, sobre todo, trabajar con las especies que todavía tenemos”.

En septiembre de 2022 se actualizó el Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón, que aumentó la cifra de 229 a 358, entre las que se encuentran en el Listado Aragonés de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LAESRPE), en la categoría “vulnerable” y en la de “peligro de extinción”. Esto, además, afecta también a nivel estatal, que en total cuenta con 974 especies, subespecies y poblaciones amenazadas o bajo protección especial, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, actualizados en 2023.

Pancarta reivindicativa de Ecologistas en
Pancarta reivindicativa de Ecologistas en Acción en la que rechazan la clonación del bucardo. (Ecologistas en Acción Huesca)

El caso del bucardo podría haber sido servido como aprendizaje “para que no se repitiera la historia”, pero Ferrer destaca que en la actualidad, aun con tantos animales en peligro de extinción, “estamos en las mismas”: “Desde nuestro punto de vista es muy grave que no se estén aprobando estos planes de recuperación, que es algo que se obliga por ley. Hay que planificarlo, no vale con declararlo en un papel”.

Pese a la importancia que la conservación de estas especies tiene para el mantenimiento de la biodiversidad autóctona de nuestro territorio, “los temas medioambientales no son en los que más se implican las personas con responsabilidad política”. Desde Ecologistas en Acción Huesca señalan a este medio que “la falta de interés” y la “dejación de funciones de la Administración” se traducen en una insuficiencia de “recursos económicos y humanos” necesarios para poner en marcha estos planes.

Por el contrario, Ferrer destaca que sí existen estrategias de conservación activas en España, como la del quebrantahuesos, el cangrejo de río autóctono o el oso pardo cantábrico, que recientemente ha perdido a uno de los ejemplares que se convirtió en símbolo de la lucha por la recuperación de la especie. Sin embargo, estas todavía resultan insuficientes.

Mientras los organismos autonómicos y estatales miran hacia otro lado y los grupos científicos luchan en una carrera cuya meta es el hito histórico y no la salvación del animal, miles de especies agonizan en un mundo marcado por la destrucción de sus hábitats, el cambio climático, la contaminación, la caza furtiva y la sobreexplotación de recursos. El bucardo se extinguió dos veces por la tardanza de las medidas, la incapacidad de reconocer que la mala gestión había llevado la situación a un punto de no retorno y la esperanza de que todavía hubiese un camino secundario por el que seguir discurriendo sin reconocer los errores. Al fin y al cabo, “una cuestión de prioridades”.