
En 1992, cuando tenía apenas 18 años, Alexander Pichushkin mató a su primera víctima, un compañero de clase. “El primer asesinato es como tu primer amor. Nunca lo olvidas”, aseguraba años después, durante su juicio, en el que admitió que en su lista de homicidios figuraban 62 más, aunque los investigadores solo le pudieron acusar formalmente de 48 asesinatos (y tres intentos).
En prácticamente todos los casos (menos en una ocasión en la que empujó a un hombre sin hogar desde el tejado de un edificio) lo hizo de la misma forma: primero emborrachaba a sus víctimas para que no pudieran defenderse, y después les aplastaba la cabeza con un martillo antes de arrojarlos a un pozo. Algunos, habiendo sobrevivido el ataque, se ahogaban en el interior.
La bestia del parque Bitsevsky
Esperó casi una década para volverlo a hacer, eligiendo como objetivos, en general, entre personas sin hogar, alcohólicos o ancianos que encontraba en los alrededores del Parque Bitsevsky o Bitsa, un bosque ubicado en sur de Moscú, cerca del apartamento en el que vivía con su madre, su hermana, su cuñado y su hijo. En su mayoría, las víctimas eran mujeres y hombres vulnerables cuya desaparición tardaba meses en descubrirse.
A partir del 2001, comenzó a acelerar: durante los cinco años siguientes mató, de media, a una persona cada mes: “Algunas mañanas, cuando me despertaba, quería matar”, explicó a los psiquiatras e investigadores que lo interrogaron tras su detención. Ya en 2003, los cadáveres se habían empezado a amontonar, y los habitantes de Moscú, especialmente los que vivían cerca del parque, se empezaban a temer la posibilidad de que hubiese un asesino en serie suelto en los alrededores. Los medios rusos le pusieron el mote de “el maníaco de Bitsa” o “la bestia de Bitsa”.
El segundo asesino más prolífico de Rusia
Alrededor del 2006, Alexander perdió cuidado: empezó a atacar a mujeres, a jóvenes y conocidos - según informó Le Monde en 2007 -, y fue durante esa época que el Ministerio Público decidió centralizar la investigación. Finalmente, Alexander se acercó demasiado a donde comía: asesinó a una mujer con la que trabajaba en un supermercado. Quedó con ella para ir a dar un paseo, y quizás nunca habría sido descubierto de no ser porque la mujer dejó a su hijo una nota en la que le avisaba de que estaba caminando con un compañero. Así fue como las autoridades pudieron localizarle, arrestándole de una vez por todas en junio de 2006.
En el registro de su vivienda - un apartamento de dos habitaciones en los suburbios de Moscú -, la policía encontró un tablero de ajedrez dibujado en un trozo de papel. En 62 de las 64 casillas, aparecía anotada una fecha. Según confesó a los detectives, Alexander planeaba rellenarlas todas, una por cada víctima: de ahí su apodo, “el asesino del tablero de ajedrez”.
A pesar de que durante su juicio, retransmitido por la televisión rusa en 2007, el asesino asumió la responsabilidad de 63 muertes, las autoridades solo pueden acusarle de 48 cargos de asesinato y tres cargos de intento de homicidio (porque tres de sus víctimas sobrevivieron). “Pensé que sería injusto olvidar a las otras 11 personas”, comentó al respecto.
“Para mí, una vida sin asesinato es como una vida sin comida”, afirmaba durante el juicio. Esta frialdad y falta de remordimientos serían determinantes en el juicio: en apenas tres horas fue declarado culpable de los 51 cargos y condenado a cadena perpetua. Recientemente, sin embargo, el servicio penitenciario ruso ha publicado un comunicado a través de Telegram en el que informan de que Pichushkin está dispuesto a confesar 11 homicidios más. De ser condenado por estos crímenes, Alexander - que ahora tiene 51 años - se convertiría en el segundo asesino en serie más prolífico de Rusia, únicamente por detrás de Mijaíl Popkov, un ex policía condenado por 78 asesinatos.
Los crímenes de Alexander, que desde su condena en 2007 ha estado detenido en la prisión Polar Owl, en el norte del Ártico ruso. Sus crímenes, muy publicitados, han reavivado el debate en torno a la pena de muerte, que no se aplica en Rusia desde la moratoria impuesta por Boris Yeltsin en 1990.
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