
El cambio climático está ocasionando un aumento de la temperatura global, que desde 1975 asciende aproximadamente a un ritmo de 0,15 o 0,20 °C cada década. De hecho, los últimos diez años (de 2015 a 2024) han sido los más cálidos registrados en el mundo, lo que provoca fenómenos meteorológicos extremos, un severo impacto en la biodiversidad y un derretimiento de los polos que eleva el nivel del mar, amenazando a las zonas costeras y a las pequeñas islas.
Esto también está ocasionando el retroceso acelerado de las placas de hielo y los glaciares ubicados en países como Noruega, dejando al descubierto reliquias que pertenecieron a un pasado cada vez más remoto. Puntas de flechas, astas de reno, calzado antiguo para caminar por la nieve, un par de esquís o incluso los cuerpos de seres humanos que se preservaron bajo el hielo; una ventana que nos permite mirar frente a frente a la historia de Escandinavia, a su Era Vikinga y a las costumbres de los pueblos que habitaron la Tierra mucho antes que nosotros.
Lars Holger Pilø y Espen Finstad son dos de los arqueólogos que se encargan de desenterrar este pasado oculto. Forman parte del Programa de Arqueología Glacial, una iniciativa llevada a cabo en conjunción entre el Consejo del Condado de Innlandet, el Museo de Historia Cultural en Oslo y el Museo Noruego de Montaña en Lom. En 2016 nació ‘Secrets of the Ice’, un proyecto en línea que busca informar sobre los nuevos descubrimientos que se van realizando dentro de la arqueología glaciar, así como concienciar al público sobre la importancia de esta disciplina y el cambio climático.
Un zapato, dos esquís y mil palos espantadores
“Los hallazgos excepcionalmente bien conservados del hielo han arrojado una nueva luz sobre la prehistoria, revelando perspectivas sobre la tecnología, la caza, los viajes y contextos histórico-culturales más amplios”, explica Espen Finstad en una entrevista con Infobae España.
Por tanto, supone en cierta manera reescribir la Historia de los últimos 2.000 años, periodo en el que se enmarcan muchos de los descubrimientos que realizan: “La mayoría de los artefactos son de los siglos anteriores y durante la Era Vikinga, que abarcan entre 1.300 y 1.000 años de antigüedad”. Sin embargo, algunos objetos hallados tienen muchos más siglos a sus espaldas: “El más antiguo hasta ahora es un eje de flecha de aproximadamente 6.000 años, es decir, de la Edad de Piedra”.
Solo en el condado de Innlandet, su área de trabajo, han descubierto 4.500 tesoros, una cifra que se espera que continúe aumentando (al igual que la antigüedad de los hallazgos) en los próximos años a medida que el hielo retroceda aún más. Entre los más importantes se encuentran, por ejemplo, un par de esquís de madera: para juntarlos de nuevo, fue necesario esperar siete años (el primero se halló en 2014 y su contraparte, en 2021).

Espen Finstad nos relata que su primera interacción con uno de los descubrimientos del hielo fue en 2002. Un particular les llamó para entregarles un objeto que había encontrado: un palo espantador de 1.300 años de antigüedad utilizado para la caza de renos. Estos inventos, que generalmente tenían un metro de largo, contaban con un objeto ligero unido a su punta (una especie de bandera) que se ondeaba con el viento, y ese movimiento era percibido por los animales como un posible peligro. Los palos espantadores, que son los artefactos más comunes encontrados en Noruega, se colocaban en hileras para guiar a los renos hacia el lugar en el que se escondían los cazadores.
Esto despertó su interés, por lo que realizaron su primera expedición en otoño de 2006, aprovechando el gran deshielo producido en ese año: “Nos quedamos bastante impactados por la gran cantidad de artefactos bien conservados que encontramos al borde del hielo y rápidamente nos dimos cuenta de que estábamos ante una tarea enorme que abarcaría décadas”. Desde entonces, Lars y Espen no han dejado de trabajar con el resto de arqueólogos para preservar estos recuerdos del pasado.
En ese año, el equipo realizó hallazgos únicos, como un zapato de cuero de 3.300 años de antigüedad, el más antiguo jamás encontrado en Noruega: “Este artefacto se convirtió en un símbolo importante para nosotros y, de muchas maneras, marcó el inicio del trabajo en el que hemos estado involucrados desde entonces”.
La ruta de montaña vikinga olvidada en el tiempo
Espen Finstad explica a Infobae España que las dos principales razones por las que estos objetos quedaron sepultados bajo el hielo y la nieve son la caza de renos y los viajes por “antiguas rutas que cruzaban glaciares y pasos de montaña”. Como vestigios de ese pasado, los arqueólogos glaciares han encontrado flechas (algunas todavía con su punta) y arcos, aunque generalmente fragmentados, ya que eran los que los cazadores desechaban en la nieve.
Sin embargo, Espen reconoce que el descubrimiento más sorprendente que han realizado es el paso de montaña de Lendbreen, una antigua ruta olvidada de los vikingos utilizada para el comercio, la caza y los viajes: “Aquí los hallazgos fueron increíblemente diversos: no solo equipo de caza, sino también ropa, zapatos, restos de caballos y perros, equipo para caballos y una gran cantidad de objetos cotidianos”, así como muchos excrementos de estos animales que habían quedado conservados por el hielo por todas partes.
Entre los descubrimientos más famosos y extraños de esta investigación se encuentra una túnica completa de la Edad de Hierro: pero, si todavía podía utilizarse, ¿por qué fue tirada? Una de las hipótesis que plantean es que la persona que la llevaba podía sufrir desorientación por hipotermia, ya que en sus últimos estadios la víctima puede sentir un calor intenso y empezar a desvestirse.
Este estudio, que es uno de los más grandes de arqueología glaciar jamás realizado, tiene un gran valor histórico porque aumenta el conocimiento del modo de vida que hasta el momento se tenía sobre las poblaciones de esa época. No solo revela que la actividad humana en las altas montañas fue mucho más intensa de lo que se pensaba, sino también que estas regiones, tal y como nos explica Lars Holger Pilø, “estaban conectadas con el mundo más amplio del norte de Europa a través del comercio y el intercambio cultural”.

Muerte en las altas montañas: las momias de hielo
Cuando preguntamos a los arqueólogos noruegos cuál es el hallazgo que más les gustaría realizar, la respuesta de Lars es clara: “Puede sonar un poco macabro, pero el descubrimiento soñado definitivo sería una persona del pasado bien preservada, completamente equipada con sus pertenencias”.
Conocidas como momias del hielo por su alto grado de conservación, estos cadáveres suponen una fuente de información inmensa para los investigadores sobre diversos aspectos, “como genomas, enfermedades y dieta, además de los artefactos que puedan estar asociados con ellos”.
El hecho de que, por el momento, el grupo de ‘Secrets of the Ice’ no haya encontrado ninguna no se debe a la falta de muertes en las altas montañas, sino a un conjunto de circunstancias que deben darse para que el cuerpo se conserve: que sus familiares no lo hayan podido recuperar, que ocurra sobre hielo inmóvil para evitar que fuese aplastado o que los carroñeros no lo destruyan, entre otras.

El ejemplo de momia de hielo más conocido, pero no el único, es Ötzi, el cuerpo de un hombre de hace 5.300 años hallado en los Alpes tiroleses en 1991. Su descubrimiento captó por primera vez la atención mundial sobre la arqueología glacial y todavía a día de hoy cada año miles de personas visitan sus restos momificados en el Museo de Arqueología del Tirol del Sur, en Bolzano (Italia).
Gracias al análisis de su cuerpo, “fue posible determinar su último itinerario con gran detalle, basado en el polen presente en su intestino”, así como la posible causa de la muerte: un ataque violento perpetrado por otra persona, a juzgar por una herida de flecha que le habría perforado el pulmón.
Un trabajo a contrarreloj
Pese a que es el cambio climático lo que ha potenciado el surgimiento de la arqueología glaciar, esta misma circunstancia representa una amenaza inminente para la conservación de los hallazgos: “Dentro del hielo, los artefactos están protegidos de la descomposición; de alguna manera, están congelados en el tiempo. Sin embargo, una vez que se derriten, el reloj comienza a correr rápidamente y empiezan a deteriorarse”, explica Lars. Su valor informativo para el estudio de la historia humana disminuye y, a medida que avanza el calentamiento global y la desaparición de los glaciares noruegos, se pierden innumerables vestigios del pasado.

Como arqueólogos, poco pueden hacer Lars, Espen y su equipo para frenar esta tendencia que nos afecta a nivel global. Su tarea, por tanto, se dirige a la recuperación a tiempo de estos objetos de hace miles de años. También a la difusión de la importancia de cuidar el mundo en el que vivimos para conservar nuestro futuro, nuestro presente y el pasado que está emergiendo del deshielo, que puede revelarnos todos los secretos de lo que fuimos hace siglos.
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