8 años de la condena a Iñaki Urdangarin: su paso VIP por la cárcel, las visitas blindadas y la religión como salvavidas

El 17 de febrero de 2017, el exmarido de la infanta Cristina fue condenado a seis años y tres meses de cárcel por malversación, prevaricación, fraude a la Administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias

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Iñaki Urdangarin en una imagen
Iñaki Urdangarin en una imagen de archivo. (EFE)

Este lunes 17 de febrero, se cumplen ocho años de la noticia que cambió para siempre la vida de Iñaki Urdangarin y, por extensión, la de todo su entorno, especialmente la de su entonces mujer, la infanta Cristina, y sus cuatro hijos. Fue ese mismo día del año 2017 cuando la Audiencia Provincial de Palma, tras un mediático juicio que expuso como nunca a un miembro de la familia real española, condenó al exduque a una pena de seis años y tres meses de cárcel por malversación, prevaricación, fraude a la Administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias.

Si bien la infanta Cristina logró ser absuelta de dos delitos fiscales cometidos por su marido y de los que había sido acusada por la acción popular, su imagen quedó gravemente dañada debido a este escándalo.

El destino de Iñaki fue totalmente diferente, si bien la pena no fue definitiva. El vasco presentó un recurso ante el Tribunal Supremo que le permitió pasar unos últimos meses en Suiza junto a su familia antes de ingresar en la prisión, donde finalmente pasó cinco años, del 18 de junio de 2018 al 3 de marzo de 2022, fecha en la que obtuvo la libertad condicional.

Esta fecha fue el comienzo del fin para quien otrora fuera duque de Palma, que protagonizó una etapa de máximo interés mediático. Y es que todo lo que hacía o surgía a su alrededor acaparaba titulares nacionales e internacionales.

La Infanta Cristina e Iñaki
La Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en la Audiencia de Palma. (Europa Press)

Un preso con privilegios

La época de la condena ha sido la más dura que Iñaki ha tenido que vivir, si bien es cierto que pudo disfrutar de ciertos privilegios, especialmente durante su paso por la cárcel de Brieva, en Ávila, donde cumplió buena parte de ese tiempo.

Así lo asegura el periodista Nacho Gay, director de Vanitatis, en el libro Urdangarin, relato de un naufragio, en el que desvela detalles de esos meses de cárcel. “Iñaki no era un preso común. Primero, era un hombre en una cárcel de mujeres y, por lo tanto, el espacio que disfrutaba, más que una celda, era como un loft. Tenía su habitación, su baño, pero también tenía una sala de estar con bicicleta estática, televisión, cafetera y un patio”.

Como relata, era el único varón en el penal, por lo que podría hacer uso “completo” de las estancias comunes de su módulo. “Las podía utilizar de forma individual, así que al final las personalizó y no era una celda común, era una especie de loft”.

En las Navidades de 2018
En las Navidades de 2018 Iñaki Urdangarin recibió en la cárcel de Brieva varias visitas que llegaron en un coche de cristales tintados. (Europa Press)

Y aunque seguramente estaba más cómodo que muchos otros presos, este aislamiento terminó por pasarle factura. Según Gay, “Urdangarin cayó en una especie de depresión psicológica por vivir solo durante dos años y medio”.

En esos años, claro que recibió visitas, pero siempre lo hizo como los otros presos. A excepción de los Urdangarin, aquellos otros como su mujer o sus hijos que acudieron a ver a Iñaki no tuvieron que pasar el proceso normal, sino que, como se vio en más de una ocasión, llegaban directamente en coches tintados.

Así lo confirmaba en su libro Nacho Gay, que escribía que él “nunca tuvo un vis a vis con la infanta Cristina. Urdangarin no pisó un locutorio jamás, porque él recibía las visitas en su sala de estar. Pero en esos dos años y medio que estuvo en la cárcel, no solicitaron ni un solo vis a vis”.

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Por su parte, desde el Ministerio del Interior se justificó este trato preferente como una “circunstancia de seguridad”, alegando que se hacía para evitar “altercados” que pudieran implicar a la hermana de Felipe VI si hubiera tenido que esperar junto a familiares de otros reclusos.

También llamó mucho la atención el hecho de que cuando realizó un voluntariado se le permitiera elegir un centro de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, ubicado a 103 kilómetros de la cárcel. Este recorrido lo hacía varias veces a la semana y, según publicó la Agencia EFE, los gastos de transporte y chófer corrían a su cargo.

Iñaki Urdangarin saliendo del centro
Iñaki Urdangarin saliendo del centro Don Orione, en el que realizaba voluntariado. (Europa Press)

Refugio religioso

Nacho Gay también relata en su libro que cuando Iñaki Urdangarin “llega a prisión, pide ayuda espiritual. El capellán de la prisión lo empieza a tratar y él le lleva un documento con una serie de cosas escritas que le preocupan mucho. Una de ellas es el matrimonio. Él le va contando todos los problemas que va teniendo en ese matrimonio, porque ya no venía en un buen momento. Esa relación se va rompiendo con el tiempo en la cárcel”.

Al parecer, fue entonces cuando el exjugador de balonmano se dio cuenta de que “quería iniciar una nueva vida” y romper “con todo lo anterior”, incluyendo su matrimonio con la infanta Cristina.