“Los médicos nos dijeron que estábamos paranoicos”: un bebé de tres semanas muere por una sepsis días después de tener el alta del hospital

Cuando le practicaron la autopsia se descubrió que los síntomas que habían alertado a los padres eran reales

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Un bebé de pocos días
Un bebé de pocos días de edad coge el dedo de su madre. (Europa Press)

El dolor que puede producir la pérdida de un hijo cuando este acaba de nacer es algo que no termina de desaparecer nunca. Lily Rossiter y Zach Saines llevan años buscando intentando seguir adelante tras el fallecimiento de su hijo pequeño Harvey, cuya defunción se produjo tres semanas después de haber llegado al mundo a causa de una infección y un problema cardíaco.

A pesar de padecer estas dolencias, los padres consideran que los médicos responsables del cuidado de su hijo no actuaron de la forma correcta, puesto ignoraron muchos de los síntomas de los que los padres les fueron informando, tildándolos incluso de “paranoicos” por el hecho de que se tratara de su primer hijo.

Preocupación desde el principio

Los problemas de Harvey empezaron incluso antes del parto. A las 34 semanas, en el Weston General Hospital -cerca de Bristol, en Inglaterra- informaron a los padres de que el bebé no se movía, además de que en algunos momentos su frecuencia cardíaca era demasiado alta, razón por la que a las 39 semanas se le practicó una cesárea a la madre.

A pesar de que todo debía volver a la normalidad, Lilly se dio cuenta de que Harvey daba “sacudidas” cuando se encontraba en la cuna. Al consultar a los médicos, tal y como informa el medio británico Daily Mail, le dijeron que era un “acto reflejo”, más concretamente el reflejo de Moro, habitual en aquellos recién nacidos que nacen en partos prematuros y que se produce porque el bebé de repente siente que está cayendo de espaldas o en respuesta a ruidos fuertes repentinos.

Otro de los síntomas que alertaron a los padres es que Harvey estaba en ocasiones especialmente somnoliento, hasta el punto de que ni siquiera lograban despertarle para que tomara el biberón. Un equipo de paramédicos que acudió cuando contactaron con Emergencias, les dijo que se trataba “probablemente de una paranoia por ser padres primerizos”. “Lloraba toda la noche. Se sacudía constantemente. Tenía mucho sueño”, explica al citado medio Lilly.

Videollamadas con los médicos, visitas a Urgencias... pero nada de esto sirvió para descubrir lo que le ocurría Harvey, que fue enviado a casa poco después de nacer. Sin embargo, a las tres semanas de haber nacido fue encontrado muerto en su cuna. “Estaba intentando despertarlo”, recuerda su madre. “Vi que estaba blanco y azul. No respiraba”. El padre intentó reanimarle con una RCP mientras avisaban a una ambulancia y se lo llevaban a un hospital. Sin embargo, los médicos no lograron salvarle la vida.

Su nuevo hijo sufre el mismo problema

Tiempo después, al practicarse la autopsia, se descubrió que la causa de la muerte era una sepsis por estreptococo A y una fibrosis miocárdica, producida por falta de oxígeno durante su embarazo. Además, estas dolencias cuadraban a la perfección con los síntomas que el bebé había presentado desde un principio. ”Mi pareja y yo hemos estado pasando por un momento muy difícil”.

Han pasado dos años desde entonces, pero siguen tratando de superar la muerte de Harvey. Lilly y Zach han tenido otro hijo, Harrison, quien también ha tenido que ser tratado varias veces por estreptococo A e incluso hospitalizado por un shock séptico. “Siento que va a morir mientras duerme”, cuenta la madre al Daily Mail. “Cuando veo a Harrison jugando solo, me hace llorar”.

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