
Pese a que el cáncer es una de las principales causas de muerte en todo el mundo, y que se prevé que el número de casos aumentará en las próximas décadas, esta enfermedad es, en realidad, una categoría que agrupa muchos tipos distintos de tumores en distintas partes del cuerpo. Algunos son más agresivos, otros más difíciles de extirpar, y todos ellos requieren un tratamiento médico específico, así como una serie de conocimientos previos por parte de los sanitarios que deben atender, cuidar y, a poder ser, curar al paciente.
Hollie Rhodes es muy consciente de esta realidad, y considera, a partir de una experiencia personal vivida hace quince años, que todavía falta mucho por conocer e investigar, y este año correrá la maratón de Londres en recuerdo de su padre, víctima no solo de uno de los tumores más letales que se conocen, sino también de un error médico que pudo costarle muy caro.
Problemas en el habla provocados por “estrés”
Su padre se llamaba Stephen Blakeston, y residía en la ciudad inglesa de Kingston upon Hull. Trabajaba en el Ayuntamiento de este municipio como jardinero, hasta que un día, en octubre de 2010, comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza que hicieron a la familia acompañarle en una cita urgente con su médico de cabecera. Además de esas fuertes cefaleas, otro síntoma que preocupó mucho a su entorno fueron las dificultades que empezó a tener en el habla, incluyendo la “confusión de oraciones”.
Sin embargo, el médico atribuyó estos fenómenos a problemas “relacionados con el estrés”, según informa el tabloide británico Daily Mail, donde se ha recogido el testimonio de Hollie: “No lo podía creer cuando visitamos al médico de cabecera, quien descartó sus síntomas atribuyéndolos al estrés e incluso dijo que estaba fingiendo, algo que sé que mi padre no haría”.
Los problemas continuaron, y no fue hasta semanas más tarde que lograron que se le realizaran algunas pruebas al señor Blakeston, al que se le practicó una tomografía computarizada, más conocida como TC, una imagen del interior del cuerpo en la que se usan rayos X. Fue gracias a eso que, pese al diagnóstico, se logró detectar un glioblastoma en el cerebro que, por desgracia, era de grado alto y, por lo tanto, tenía una agresividad mucho mayor.
El glioblastoma es uno de los tumores cerebrales más letales que se conocen, y se estima que solo en Reino Unido, se detecta en 3.000 personas cada año, una alta cantidad que no ha evitado una escasa evolución en su tratamiento: una cirugía previa, quimioterapia y radioterapia. Las mismas herramientas con las que se contaban, afirma el tabloide inglés, a principios de la década de los 2000.
“Lo operaron la semana siguiente”, cuenta a ese medio Holli, “y fue un éxito, pero la biopsia confirmó nuestro peor temor: era incurable y canceroso”. En este tipo de casos, la detección temprana suele ser clave para la supervivencia de los pacientes. Los cirujanos intentan extraer la mayor parte del tumor, mientras las terapias posteriores destruyen el resto de células tumorales. Un glioblastoma, no obstante, puede duplicar su tamaño en tan solo siete semanas, motivo por el cual solo el 5% de los pacientes sobrevive cinco años a una enfermedad cuyo tiempo medio es de entre 12 y 18 meses.
Aumentar los fondos para aumentar la investigación
El señor Blakeston no pudo sobrevivir tanto tiempo: en julio de 2011, unas semanas después de completar todo el tratamiento, se desplomó en su propia casa a causa de un coágulo de sangre que, desde su corazón, acabaría con su vida. “Aunque sus escáneres cerebrales estaban limpios, se encontró un coágulo de sangre en su corazón, del cual no estamos seguros si se formó debido al tratamiento o al tumor”, afirma su hija.
De este modo, si su diagnóstico fue durante mucho tiempo motivo de incertidumbre, el fallecimiento de su padre dejó también varias incógnitas por resolver. “Fue horrible para nosotros perderlo tan repentinamente, pero nos reconforta saber que fue rápido y que probablemente fue la forma en que él hubiera querido morir. Siempre extrañaré oír su risa”.
A raíz de su muerte, además, Hollie ha decidido poner su granito de arena para que la investigación sobre este tipo de tumores y otros cánceres del cerebro. Por eso correrá la Maratón de Londres, un hito que ha anunciado que hará en memoria de su padre, mientras sigue con una recaudación de fondos gracias a la que ya ha acumulado más de 1.000 libras dedicadas a, algún día, poder curar a más pacientes con glioblastomas.
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