
Todo el mundo conoce las tradiciones de boda en la cultura europea (y derivadas, como la norteamericana), más o menos. Un vestido blanco, muchas flores, o que un padre acompañe a su hija y una madre a su hijo en su camino al altar. O lo de ponerse el anillo de casados en el anular, por ejemplo, sobre lo que hay un consenso relativamente generalizado, aunque, en general, se desconozca el origen de la tradición: supone llevar el anillo de compromiso en el dedo anular derecho hasta el día de la boda y, tras intercambiar los anillos de casamiento en las nupcias, mover el de compromiso al mismo dedo de la mano izquierda y ocupar el de la derecha con el nuevo, una costumbre que viene desde los tiempos de la antigua Grecia.
Los orígenes de la tradición
La práctica de intercambiar alianzas de matrimonio se remonta a hace más de 5.000 años, en el Antiguo Egipto, donde se usaban anillos de diferentes materiales como caña, tela o cuero para simbolizar el amor entre la pareja. Sin embargo, lo de llevarlo puesto concretamente en el dedo anular parece haber nacido más tarde, en la Antigua Grecia. Aparentemente, según Clarín, los antiguos griegos y romanos creían (porque, en realidad, no es así) que el dedo anular de la mano izquierda estaba conectado directamente con el corazón a través de una vena que llamaban “vena amoris”, o vena del amor, por lo que se reforzaba el “amor eterno”.

Más adelante, según la página web de Bodas (cuya especialidad se sobreentiende) cuando aparece el cristianismo, los sacerdotes tenían la costumbre de tocar los anillos mientras recitaban una oración: “en el nombre del Padre (y tocaban el dedo pulgar), del hijo (con lo que tocaban el dedo índice), y del Espíritu Santo (y tocaban el dedo corazón), Amén (llegando finalmente al anular y sellando el enlace)”.
En realidad, no existe una unanimidad en cuanto a esta tradición, ni fuera de España ni en su interior: en Cataluña y la Comunidad Valenciana, por ejemplo, se hace justo en las manos contrarias (no todo el mundo, claro, pero la tradición es esa), es decir, que el anillo de compromiso se pone en el anular de la mano izquierda hasta las nupcias, cuando se cambia de mano para utilizar ese dedo izquierdo para el anillo de casamiento. En algunos países, como Estados Unidos, Noruega o Alemania, el anillo se pone en la mano izquierda; mientras que en otros, como Grecia, Portugal o Italia, se hace lo propio al igual que en España, en la mano derecha.
En cuanto al material de las alianzas, se empezaron a utilizar metales hará unos dos mil años, en el Imperio Romano, y (supuestamente) representaban la eternidad; pero anteriormente la costumbre era utilizar otros materiales como tela o cuero, por lo que solían renovarse año tras año en una ceremonia. Aunque la promesa de “amor eterno” puede ser atractiva para mucha gente, habrá quien opine que es más romántico renovar los votos todos los años, volviendo a jurarse ese amor con cada vuelta alrededor del Sol. Con la llegada del cristianismo, una vez más, la iglesia impuso el uso definitivo del oro porque, al ser un material caro, se evitaba que el matrimonio fuese una decisión temporal y caprichosa.
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