
Hace siete años, Richard Labbé se hizo con un conocido establecimiento de charcutería y otros productos de alimentación en la calle Dupont-de-L’Eure en el municipio francés de Neubourg. Se trata de una localidad con menos de 4.000 habitantes, por lo que el local, abierto desde hace décadas, fue y es uno de esos lugares que los vecinos llamarían ‘de toda la vida’.
Empieza su jornada muy pronto, a las tres de la mañana, y no se detiene hasta las cuatro de la tarde, una rutina que repite seis días a la semana. “Me levanto temprano porque me gusta mi trabajo”, asegura al medio francés Le Courrier de l’ Eure. A pesar de ello, todo podría desaparecer pronto debido a unos problemas que ha tenido con una de las empleadas.
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Esta mujer llevaba 18 años trabajando en el establecimiento, estando contratada como fija por los anteriores propietarios. Al principio, parecía que todo iba bien, hasta que hace dos años dejó de trabajar por una enfermedad. Desde entonces, no ha vuelto, pero sí ha seguido cobrando, hasta que el médico decidió declararla incapaz para el trabajo. Esto les obligó a despedirla, algo que les costará, han calculado, 18.000 euros.
Una gran deuda para un negocio pequeño
En la charcutería hay registrados cuatro empleados, entre los que se incluirían Richard, su mujer y la trabajadora en cuestión, además de una cuarta persona y otros tres aprendices. Esto la convierte en un negocio muy pequeño, sin la liquidez suficiente como para poder afrontar el despido, ya que desde la pandemia los problemas económicos se han ido sucediendo.
“Desde hace cuatro años, el gas se triplica y la electricidad se duplica”, explica Richard. Lo que parecían ayudas del Estado para paliar las pérdidas de la pandemia, acabaron siendo “una deuda adicional”. “El primer año, el flujo de caja ayuda a absorber el shock. ·En los años siguientes, cada vez menos”, asegura el charcutero al citado medio.
Del mismo modo, este hombre lamenta que la ley esté “mal diseñada” para empresas como la suya. “El médico ya no quiere detenerlo. La Caisse Primaire d’Assurance Maladie -órgano que gestiona la rama sanitaria del régimen general y preserva la salud y la vida profesional y personal- no quiere pagar su indemnización. Ahora me toca a mí pagar, ¡pero no tengo nada que ver con ello si ella está enferma!”.
En busca de soluciones
Los problemas económicos que esta situación les está provocando son cada vez más acuciantes, de modo que han acabado pidiendo ayuda. En primer lugar, los hijos del matrimonio de propietarios han creado un sorteo en línea para lograr recaudar fondos. También de manera paralela, los mismos dueños fueron quienes acabaron colgando un cartel en el que se puede leer: “Ayúdanos, por favor”.
“Iremos al Tribunal de Industrial. Si me obligan a pagar me encontraré en suspensión de pagos. Corremos el riesgo de declararnos en quiebra y esto podría significar el fin de nuestro negocio”, advierte Labbé. “Estamos luchando por encontrar soluciones. Estamos intentando consultar con nuestros bancos, pero estamos un poco ajustados en términos de flujo de caja”.
También ha pedido ayuda a diferentes políticos, para ver si pueden interceder en el caso o incluso buscar un cambio en la ley para empresas como la suya, donde situaciones así pueden provocar el cierre. No obstante, ninguno de esos responsables ha sido capaz de ofrecerle una solución hasta ahora. “Si nos vamos con deudas, después de todos estos años trabajando...”, teme Labbé. Por el momento, han logrado recaudar más de 2.500 euros. Una cifra importante, pero escasa en caso de que perdieran el juego.
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