Acaba de empezar en HBO Max la segunda temporada de La casa del dragón, la ficción basada en el universo de George R.R. Martin que gira en torno a la Casa Targaryen casi 200 años de la trama que protagonizó Daenerys y que encarnó Emilia Clarke.
Sin embargo, en esta ocasión, no se ha generado la expectación y el ansia que estaban presentes en los aficionados (y el público masivo que la siguió convirtiéndola en un clásico instantáneo de la cultura popular) cada vez que aparecía una nueva hornada de episodios de Juego de tronos, que convertía cada nueva temporada en un auténtico acontecimiento televisivo.
La casa del dragón no está generando tantas dosis de entusiasmo como su predecesora. Así que intentaremos analizar algunas de las posibles las razones.
La entidad de los personajes no resulta lo suficientemente poderosa

Juego de tronos tenía una particularidad nada común en las series con un sustrato tan coral y es que cada personaje se encontraba perfectamente definido en tan solo varias pinceladas y adquiría un carácter absolutamente independiente a través de una presencia y una entidad que ayudaba a que el espectador no se perdiera en el caos de líneas argumentales y casas reales.
En el caso de La casa del dragón, la historia básicamente funciona a través de las dos presencias femeninas que se enfrentan: la reina Rhaenyra (Emma D’Arcy) y la reina Alicent Hightower (Olivia Cooke). En el caso de los hombres, solo dos en esta temporada siguen teniendo carisma, Otto Hightower (Rhys Ifans) y, por supuesto, Daemon Targaryen (Matt Smith).
Cuando nos introducimos dentro del magma de hijos y descendientes, el interés se desvanece por completo. Y eso no deja de ser un problema.
No interesan las tramas

Al condensarse prácticamente todo el engranaje en los miembros de una sola familia, se pierde parte de la originalidad y la fantasía de la propuesta anterior, que nos conducía por toda clase de escenarios y de universos independientes.
En esta ocasión, solo hay una línea argumental que merece la pena, como ya hemos dicho, la de Rhaenyra y Alicent, y ni siquiera consigue que nos mantenga en vilo porque no alcanza el suficiente interés por mucha intriga accesoria que se introduzca a su alrededor. Hay menos elementos mágicos e imprevisibles, menos mitología, menos chispa en general entre los personajes.
Luce más cutre

A pesar de que hay más acción y que el presupuesto se ha doblado, de 100 a 200 millones de dólares por temporada, eso no quiere decir que resulte ni más épica ni más espectacular. Hay más dragones, pero ni siquiera eso consigue que sintamos ningún ‘sentido de la maravilla’ (término muy ‘spilbergiano’) a la hora de crear imágenes potentes que se queden grabadas en la cabeza, algo que sí sucedía constantemente en Juego de tronos. Ni siquiera la escena del primer capítulo de la recién estrenada temporada que ha causado más revuelo, la de un asesinato a sangre fría, está bien ejecutada ni alcanza el poder de sugestión que debería tener.
Los diálogos son peores
A algunos les cansaban las largas conversaciones entre ciertos personajes de Juego de tronos, pero, lo cierto, es que buena parte de ellas estaban escritas con una pluma de lo más afilada, repleta de segundas intenciones, de revelaciones internas o de, lo que podríamos considerar un estilo con reminiscencias ‘shakespearianas’. Era un auténtico placer escuchar las diatribas de Tyron Lannister (Peter Dinklage), de Cersei Lannister (Lena Headey) o de Peter Baelish (Aidan Gilles). Aquí, se va más al grano en las conversaciones, pero se pierde parte de la esencia y la potencia poética de las grandes frases lapidarias de la anterior serie.
Los Targaryen tampoco son tan interesantes

Cuando en Juego de tronos surgió toda la mitología de la Casa Targaryen parecía que la leyenda de la familia resultaba fascinante, con ese ‘rey loco’, la demencia que se iba traspasando generación a generación, su poder para controlar a los dragones, su pelo rubio y su aspecto alienígena.
Pero cuando la trama se ha centrado exclusivamente en ellos, a parte de la insania del personaje de Daemon, tampoco es que hayan resultado tan atractivas sus intrigas familiares -al menos por el momento y sobre todo las centradas en los jóvenes sucesores, en la que se repite esquema tras esquema. En ese aspecto, la clonación de la fórmula con menos variedad de personajes ha sido fundamental para la pérdida de fuelle.
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