Colin Farrell no suele prodigarse en la pequeña pantalla. De hecho, la última vez que lo vimos protagonizar una serie fue en 2015, la segunda temporada de True Detective, junto a Vince Vaughn y Rachel McAdams.
Ahora se convierte en el máximo reclamo de Sugar, serie para Apple TV en la que también ejerce como productor ejecutivo y que ha sido creada por Mark Protosevich, guionista de película tan diversas como La celda, la versión americana de Old boy y Soy leyenda.
John Sugar, un investigador poco convencional

El punto de partida podría resultar bastante convencional pero, sin embargo, la serie no lo es, o eso parecen desprender sus primeros episodios. John Sugar, el protagonista que da título a la ficción, es detective privado, así que nos sumergimos a través de él dentro del género negro en estado puro.
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Sin embargo, no es un sabueso convencional. Para empezar, es un cinéfilo. Está suscrito a las revistas especializadas Sight and Sound, Cahiers du Cinéma y American Cinematographer. Le encanta la edad dorada de Hollywood y, parte de su amor por su oficio, procede de todo ese imaginario detectivesco que el cine se ha encargado de plasmar a lo largo del tiempo.
Eso sí, no se parece demasiado a los detectives duros y antipáticos que han terminado convirtiéndose en cliché. Es serio, de pocas palabras, pero majo, es un hombre de principios, de moral bastante rígida y melancólico. También va siempre impecablemente vestido. Además, ayuda a la gente, a los sin techo. Y le gustan los perros.
Vive en Los Angeles y, como él mismo dice, se la da bien encontrar a la gente. Así que, después de una misión en Japón, será contratado por un prestigioso productor de Hollywood, Jonathan Siegel (James Cromwell), para que de con el paradero de su nieta, Olivia (Sydney Chandler), que ha desaparecido.
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Por el camino, conocerá a su ex madrastra, que fue estrella del rock, Melanie (Amy Ryan), a su padre (Dennis Boutsikaris) y a su hermano, David (Nate Corddry), que también se encuentra en problemas, después de una serie de acusaciones de acoso sexual.
Carta de amor al cine negro

Por el momento, este es el universo que propone Sugar, el de un ‘noir’ que bebe de los clásicos para hablar de temas contemporáneos a través de una sensibilidad diferente. Al frente de la dirección nos encontramos a Fernando Meirelles (el director brasileño responsable de Ciudad de Dios) y Adam Arkin, que se lanzan al juego de las referencias ‘metacinematográficas’, se divierten con el color y el blanco y negro y despliegan toda una serie de influencias visuales.
Solo en el primer capítulo, encontramos imágenes de Los sobornados, de Fritz Lang, con Glenn Ford (al que se menciona a través de un arma que utilizó en la película); Gilda, de Charles Vidor (de nuevo con Glenn Ford); Johnny Guitar, de Nicholas Ray, El beso mortal, de Robert Aldrich o El extraño amor de Martha Ivers, de Lewis Milestone. En definitiva, un auténtico despliegue de deliciosas alusiones que convierten a la propuesta en algo diferente. Una especie de El halcón maltés un poco anacrónico, pero igualmente repleto de encanto vintage.
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