
Durante el sofocante verano de 1973, un grupo de jóvenes cineastas en Texas rodó una película que cambiaría la historia del cine de terror. Sin embargo, pocos sabían que lo que ocurría detrás de cámaras sería tan perturbador como lo que verían en pantalla. Bajo el mando del director Tobe Hooper, La masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre) se convirtió no solo en un hito del horror moderno, sino también en una de las producciones más duras, precarias y peligrosas jamás registradas.
Un rodaje infernal bajo el sol de Texas
El rodaje comenzó el 15 de julio de 1973 y se extendió hasta el 14 de agosto, con locaciones en Bastrop, Round Rock, Leander, Hillsboro y Hutto, Texas. Según el portal Then and Now Movie Locations, la emblemática casa de los Sawyer era una vivienda rural abandonada en Round Rock, luego restaurada y convertida en restaurante en Kingsland.
De acuerdo con la Texas State Historical Association (TSHA), las condiciones en el set fueron “intensas, primitivas y marcadas por el calor extremo”, con jornadas que a menudo superaban las 16 horas diarias y sin aire acondicionado en interiores. No había camerinos ni descanso para el elenco: todo debía filmarse rápidamente antes de que se agotara el escaso presupuesto.

El director Tobe Hooper, en entrevistas recopiladas por Flashback Files, recordó que el ambiente físico influyó directamente en la atmósfera de la película: “Todo lo que ves, el sudor, la tensión, la desesperación... es real. No lo actuaban, lo vivían”.
Por su parte, el director de fotografía Daniel Pearl aseguró a Collider que la incomodidad colectiva ayudó a crear la crudeza visual del filme. “Si hubiésemos estado cómodos, quizás el horror no se sentiría tan intenso”, declaró.
Sangre, calor y heridas reales
Según SlashFilm, casi todos los actores y técnicos resultaron heridos o enfermos durante el rodaje. El actor Gunnar Hansen, quien interpretó a Leatherface, confesó años después que el calor dentro del traje de piel sintética y máscara de látex era tan insoportable que en ocasiones “sentía que iba a desmayarse”.

Durante la filmación de una de las escenas más violentas, Hansen golpeó accidentalmente al actor William Vail con un martillo de goma, dejándole un hematoma real. También se informó que Marilyn Burns, la protagonista, sufrió cortes leves y quemaduras por el roce del vestuario ensangrentado con jarabe de maíz —mezcla usada para simular sangre—, el cual además atraía insectos bajo el calor de 40 grados. (SlashFilm, 2024)
El propio Hooper reconoció en una entrevista con Collider que “hacia el final, todos estaban agotados, irritables y resentidos”. Nadie soportaba el hedor del set ni la presión constante de grabar bajo tiempo y recursos limitados.
Las máscaras del horror y los efectos caseros
El aspecto más emblemático de la película fue el diseño de Leatherface, un personaje que encarna la locura, el silencio y la violencia sin explicación. Según la Texas State Historical Association, las máscaras fueron creadas por el diseñador Bob Burns con materiales de caucho, cuero curtido y pegamentos industriales. Cada una representaba un “estado de ánimo” distinto del personaje: una sonriente, otra neutra y una más agresiva, utilizada en el clímax final.

Aunque existen versiones modernas —como la relatada en videos y foros de fans— que aseguran que se usaron dientes reales o piel animal auténtica, fuentes verificadas como Cinephilia Beyond y Entertainment Weekly confirman que se trató de imitaciones elaboradas con presupuesto reducido, pero sin elementos humanos verdaderos.
Durante la escena en la que Leatherface se corta accidentalmente la pierna con su motosierra, se utilizó una placa metálica oculta bajo el pantalón del actor, según explicó Entertainment Weekly. Hansen, sin embargo, admitió que el contacto fue tan cercano que la hoja caliente de la motosierra le dejó una pequeña quemadura superficial, demostrando que el peligro fue real.
Una casa decorada con huesos y carne putrefacta
El interior de la casa de los Sawyer fue una de las mayores fuentes de sufrimiento para el equipo. Según Entertainment Weekly y el New York Post, el departamento de arte recolectó carne de mataderos locales, huesos de animales y esqueletos reales para reducir costos, lo que generó un olor insoportable durante las filmaciones.

El diario New York Post publicó que incluso se utilizaron esqueletos humanos auténticos provenientes de la India, pues resultaban más baratos que fabricar réplicas en resina. Varios actores recordaron que las moscas zumbaban durante las tomas, y el aire dentro de la casa se volvía tan denso que algunos debían salir corriendo a vomitar entre escenas.
Estas decisiones extremas lograron un resultado visual único, pero también marcaron el rodaje como una experiencia casi traumática.
El colgamiento de Pam y otras escenas límite
Una de las escenas más perturbadoras fue la del gancho de carnicero, en la que el personaje de Pam, interpretado por Teri McMinn, es levantado y colgado por la espalda. En una entrevista para Grimoire of Horror, McMinn relató que usaron un arnés de metal cubierto por carne artificial, que debía sostener su peso sin lastimarla, pero el calor y las repeticiones la dejaron con la piel irritada y dolorida durante días.
Otra escena emblemática fue el clímax final: Leatherface persiguiendo a Sally por un camino rural mientras agita la motosierra enloquecido. Según Entertainment Weekly, la secuencia fue grabada al amanecer, en una sola toma, con Hansen manejando una motosierra real encendida a escasos centímetros del director Tobe Hooper, quien arriesgó su integridad para lograr el ángulo perfecto.
El legado del horror y el costo humano

A pesar del sufrimiento físico, la falta de presupuesto y el caos en el set, The Texas Chain Saw Massacre se estrenó en 1974 y recaudó más de 30 millones de dólares, una cifra monumental para una producción de apenas 140 mil.
Con el tiempo, críticos y académicos comenzaron a analizarla como un reflejo del trauma cultural estadounidense de los 70, vinculado a la crisis económica, Vietnam y la violencia cotidiana. La Texas State Historical Association reconoce hoy al filme como un “pilar del cine de terror moderno” que influyó directamente en sagas posteriores como Halloween, Viernes 13 y Saw.
El sitio Collider destaca que el legado de la película está tanto en su impacto como en su leyenda: el sufrimiento del elenco se convirtió en una extensión del horror que se buscaba retratar. Y según SlashFilm, esa frontera difusa entre ficción y realidad es lo que hace que La masacre de Texas siga siendo, 50 años después, un testimonio de cómo el arte puede surgir incluso del caos y el dolor.
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