
En la vida de Nicolas Cage, lo improbable es norma. A lo largo de más de cuatro décadas, el actor ha cultivado una imagen de intensidad desaforada y elecciones artísticas audaces, pero también ha protagonizado una serie de episodios personales que oscilan entre lo extravagante y lo francamente surrealista.
Desde sus primeras apariciones en los años 80, el famoso dejó claro que no era un actor convencional. Hijo de un profesor de literatura y sobrino del legendario director Francis Ford Coppola, decidió cambiarse el apellido para forjarse su propio camino.
Eligió “Cage” en honor a Luke Cage, un superhéroe de cómic, lo que ya daba pistas sobre su singular manera de habitar el mundo.
Entre todas sus excentricidades —que incluyen comprar cobras como mascotas, adquirir una pirámide para su futura tumba, o nombrar a su hijo Kal-El en honor a Superman— hay una que sobresale por su inesperado giro legal y geopolítico: la compra, y posterior devolución, de un cráneo de dinosaurio robado.

Esta historia, que parece sacada de una sátira hollywoodense, revela no solo el alcance de los caprichos millonarios de Nicolas Cage durante sus años de esplendor económico, sino también las zonas grises del mercado de fósiles y la fragilidad entre la legalidad aparente y la realidad del expolio internacional.
La adquisición de un fósil de película
Corría el año 2007 cuando Cage, ya consolidado como una estrella de cine con un Oscar en su haber por Leaving Las Vegas (1995) y protagonista de una sucesión de éxitos de acción como La roca, Cara a cara y Con Air, decidió participar en una subasta organizada por la prestigiosa casa I.M. Chait Gallery/Auctioneers en Beverly Hills.
Entre las piezas más codiciadas del evento, destacaba un fósil extraordinario: un cráneo casi completo de Tyrannosaurus bataar, un pariente cercano del temido Tyrannosaurus rex, descubierto en el desierto del Gobi, en Mongolia.
La puja por el fósil fue intensa, y según reportes de la época, el único competidor de peso en la sala era otro actor de renombre: Leonardo DiCaprio. Finalmente, Nicolas Cage se impuso y adquirió el cráneo por la suma de 276 mil dólares.

Para entonces, nadie —ni siquiera el propio artista— parecía tener razones para dudar de la legitimidad de la pieza ni de su procedencia.
Durante años, el cráneo formó parte de la extensa y ecléctica colección privada de la estrella de Hollywood, compuesta por objetos que reflejan su fascinación por la historia, la arqueología, el ocultismo y la cultura pop.
En ese sentido, el fósil era apenas una adquisición más entre sus muchas excentricidades: cabezas humanas reducidas, castillos medievales, coches de lujo y animales exóticos.
Incluso, su gusto por los cómics lo llevó a adquirir el Action Comics No. 1, el cómic que marca la primera aparición de Superman, por 150 mil dólares. Años después fue robado, y más tarde recuperado y vendido por más de 2 millones de dólares a través de una subasta a un comprador anónimo.

El escándalo del fósil robado
Todo cambió en 2013, cuando el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos notificó a Cage que el cráneo de Tyrannosaurus bataar en su posesión había sido saqueado ilegalmente de Mongolia, violando las leyes de protección del patrimonio de ese país y la Convención de la UNESCO de 1970, que regula el tráfico ilícito de bienes culturales.
La investigación, liderada por el fiscal Preet Bharara en Nueva York, formaba parte de un caso mucho más amplio contra Eric Prokopi, un comerciante de fósiles de Florida conocido como “el Indiana Jones de eBay”.
Prokopi había construido un lucrativo negocio importando restos fósiles de manera fraudulenta desde Asia Central, falsificando documentos de importación y disfrazando piezas saqueadas como hallazgos legales. En 2012, uno de sus Tyrannosaurus bataar fue vendido por más de un millón de dólares en otra subasta, lo que atrajo la atención de las autoridades.
Cuando las autoridades federales rastrearon el origen del cráneo en poder de Nicolas Cage, el actor —según declaraciones de su representante— cooperó de inmediato con la investigación y aceptó devolver el fósil al gobierno de Mongolia sin litigios. Sin embargo, lo hizo con cierto pesar.

“Fue una lástima, porque me gasté 276 mil dólares. Lo compré en una subasta legítima. Luego descubrí que había sido secuestrado ilegalmente de Mongolia, por lo que tuve que devolverlo. Nunca recuperé mi dinero. Así que eso apesta”, dijo el actor en una entrevista con el New York Times.
En sus propias palabras, Cage ha reconocido que sus decisiones económicas han estado guiadas más por la emoción que por la estrategia.
“Las buenas inversiones surgieron del interés personal y de mi honesto disfrute de la historia”, dijo sobre su obsesión por los objetos únicos.
Una filosofía que lo llevó de ser propietario de más de 15 casas, cuatro yates y una colección de coches de lujo, a enfrentar una crisis financiera que lo obligó a desprenderse de la mayoría de sus posesiones para saldar deudas millonarias con el fisco estadounidense.
El hombre que tuvo 15 casas y 22 coches
A finales de los 2000, Nicolas Cage era uno de los actores mejor pagados de Hollywood. Y también, posiblemente, uno de los que más rápido gastaba su fortuna. De acuerdo con la revista Forbes, en aquella época, el patrimonio de la celebridad estaba valorado en alrededor de 150 millones de dólares.

Según informes, llegó a tener más de 15 propiedades alrededor del mundo, entre ellas un castillo en Inglaterra, una mansión encantada en Nueva Orleans y una isla privada en las Bahamas. Su garaje incluía 22 coches, nueve de ellos Rolls-Royce, además de motos, yates y aviones privados.
Inspirado por la mitología, llegó a buscar propiedades que “se alinearan” con ciertos conceptos espirituales. Sin embargo, también reconoció que esta etapa lo desconectó de la realidad.“Me quedé como una cometa con cuerda, pero sin ancla”, explicó.
Sus hábitos de consumo lo llevaron a la ruina financiera. En 2009, el actor fue demandado por el Servicio de Impuestos Internos de Estados Unidos (IRS) por una deuda millonaria.
Para hacer frente a sus obligaciones fiscales, el actor se vio obligado a vender gran parte de sus posesiones y aceptar una serie de papeles en películas de bajo presupuesto, lo que dio inicio a un periodo en el que trabajó sin descanso, filmando hasta cinco cintas al año.

En una entrevista, Nicolas Cage reveló otro aspecto de su vida menos conocido pero igualmente excéntrico: su pasión por la filosofía y la meditación. Hubo años, confesó, en los que meditaba tres veces al día y leía textos filosóficos sin descanso. “Casi emprendí lo que se podría llamar una búsqueda del Santo Grial”, dijo.
Sin embargo, lejos de desdibujar su figura, esa etapa de hiperactividad artística lo volvió aún más fascinante. Películas como Mandy (2018), Pig (2021) y Dream Scenario (2023) han recibido elogios unánimes y devuelto a Cage el respeto de la crítica, sin que él dejara de ser quien es: un actor que puede ir del ridículo a la genialidad sin transiciones.
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