
Donald Trump ha cedido. Apenas 12 horas después de la entrada en vigor de su radical régimen de aranceles “recíprocos”, suspendió la mayoría de ellos durante 90 días. Trump afirmó que esto se debía a que más de 75 países habían negociado con su administración, trabajando juntos para abordar las quejas de Estados Unidos sobre el comercio global. La convulsa situación del mercado del Tesoro también podría haber contribuido a su decisión. El anuncio de Trump supuso un alivio inmediato para los mercados, con el alza de las acciones y los futuros de materias primas, ya que el retraso alivió los temores de un daño económico inminente.
Desde el anuncio de Trump el 2 de abril, el Día de la Liberación, sobre aranceles exorbitantes, todos, desde inversores hasta diplomáticos, habían llegado a la inquietante conclusión de que el presidente estaba decidido a intentar reestructurar el sistema comercial global, sin importar las consecuencias económicas y financieras. Esa creencia, tanto como los propios aranceles, estaba llevando a los mercados globales a una caída en picado. Las empresas estaban sumidas en la incertidumbre. La confianza del consumidor se desplomaba. Y los economistas emitían pronósticos cada vez más pesimistas sobre una recesión este año. Con su abrupto cambio de postura, Trump ha revelado que, de hecho, no es completamente inmune a las consecuencias de sus políticas comerciales.
Sin embargo, la pausa arancelaria dista mucho de ser un alto el fuego total. Tres preocupaciones se destacan. En primer lugar, el presidente hizo una gran excepción a su benevolencia al prometer que aumentaría los aranceles sobre los productos chinos al 125%, frente al 104% de doce horas antes, lo que a su vez representaba un aumento respecto a su anuncio del 34% de hace una semana. Este castigo especial se derivó de la temeridad del gobierno chino al tomar represalias con medidas de represalia contra los aranceles de Trump. China había mostrado una “falta de respeto” hacia los mercados mundiales, afirmó Trump en sus redes sociales.
En segundo lugar, la pausa de Trump solo se aplicaba a los aranceles “recíprocos”, los gravámenes adicionales impuestos a los países que tienen altos superávits bilaterales en su comercio con Estados Unidos. Se mantiene el arancel universal del 10% para todas las importaciones, salvo algunos productos. Algunas excepciones, en particular los automóviles, se enfrentan a un arancel más alto del 25%, anunciado el mes pasado. Otros, como los productos farmacéuticos y los semiconductores, podrían verse pronto afectados por sus propios aranceles. El resultado es que, incluso mientras salvaba al mundo del borde de una guerra comercial catastrófica, Trump, en tan solo dos meses, elevó la tasa arancelaria promedio de Estados Unidos a su nivel más alto en casi un siglo. La tasa arancelaria efectiva promedio del país ha pasado de aproximadamente el 3% a cerca del 25% durante ese tiempo.
Una última preocupación es que Trump solo ha prometido un retraso, no una suspensión total de su plan “recíproco”. A juzgar por su enfoque intermitente sobre los aranceles a Canadá y México, hay motivos para pensar que retomará su amenaza de aranceles más altos antes de que transcurran los 90 días. La próxima vez, es probable que los inversores se tomen su retórica agresiva con mayor escepticismo. Pero si eso significa que las reacciones del mercado son relativamente moderadas, Trump solo tendrá más margen de maniobra para seguir adelante.
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