El Banco Central sigue sin comprar reservas y los abultados vencimientos de deuda de los próximos meses comienzan a presionar, aunque el apoyo financiero de EEUU logró darle bastante aire. Tanto el FMI como potenciales inversores y economistas sostienen que recomponer las arcas de la autoridad monetaria es un elemento clave para el programa libertario. La experiencia brasileña en ese sentido podría ser un ejemplo a considerar.
El presidente del BCRA, Santiago Bausili, dijo este martes que la adquisición de divisas no puede ser a cualquier costo. “Lo importante es no perder de vista los objetivos del programa de estabilización económica, el crecimiento económico sostenido y la reducción de la inflación. La acumulación de reservas será consecuencia del éxito del programa, no su motor”, sentenció.
El ministro de Economía, Luis Caputo, aseveró la semana pasada en la Conferencia Industrial de la UIA: “Vamos a acumular reservas y más de lo que cualquiera puede estar pensando. Lejos de ser algo que nosotros subestimamos, es una prioridad”.
En este marco, el plan de Brasil para darle mayor poder de fuego a su banco central a principios de siglo cobra relevancia como antecedente exitoso, teniendo en cuenta que el país vecino cuenta con un respaldo de alrededor de USD 358.000 millones. Esto ayudó, en parte, a contener las presiones cambiarias sobre el Real que se observaron a fines del año pasado.
Jorge Vasconcelos, economista e investigador del IERAL, contó cómo logró Brasil llegar a esos niveles. En primer lugar, precisó que el período de acelerada acumulación de reservas ocurrió entre 2005 y 2012 y luego se estabilizaron.
En ese momento, apuntó el especialista, se conjugaron el boom del precio de las commodities y una caída sostenida del riesgo país. La mejora de los términos de intercambio provocó un aluvión de oferta de dólares por parte de los exportadores, que liquidaban contra reales en su totalidad. Esto contrasta con el caso argentino, donde las retenciones a las exportaciones se aplican al ingresar las divisas.
En ese contexto y con un tipo de cambio flotante, Gustavo Pérego, director de negocios de Abeceb, sumó: “El gobierno de Lula Da Silva designó como presidente del banco central a Henrique Meirelles, un economista de perfil ultraortodoxo que venía del Banco de Boston. Su gestión se centró en aplicar una política de target de inflación y establecer tasas de interés elevadas para sostener el ahorro interno y promover el carry trade“.
Uno de los instrumentos utilizados en el proceso, señaló Pérego, fue el swap cambiario, donde se pagaba al tenedor un interés por los movimientos del dólar.

Vasconcelos detalló que eran similares a las operaciones de futuro del Rofex. El banco central brasileño se comprometía a cubrir la diferencia cuando el tipo de cambio subía por encima de ciertos parámetros, acordados previamente en contratos.
De esta manera, se desincentivaba la salida de divisas ya que convenía quedarse en reales con una tasa positiva fuerte.
Por otro lado, se sostuvo el superávit primario durante todo el gobierno. Así, “la demanda de reales se mantuvo siempre estable y creciente, lo que le dio espacio al banco central para que interviniera comprando dólares de manera masiva. Esto evitó que la moneda se siguiera apreciando”, afirmó Pérego.
El “combo” resultó: las reservas de Brasil pasaron de USD 55.000 millones en 2005 a USD 370.000 millones en 2012. En perspectiva, Argentina actualmente posee USD 40.620 millones en términos brutos y un rojo neto de aproximadamente -USD 11.000 millones.
Ahora bien, Vasconcelos relató qué sucedió después: “Cuando el gobierno de Dilma Rousseff entró en crisis hacia 2014, hubo una sostenida fuga de capitales y el banco central manejo esa situación permitiendo que el real se devaluara y, en lugar de venta directa de dólares, intensificó las operaciones de swap".
“En ese período turbulento, entre 2013 y 2015, las reservas brutas se mantuvieron en torno a los USD 370.000 millones, pero las líquidas llegaron a ubicarse en USD 100.000 millones”, añadió.
Qué podría hacer Argentina
Ahora bien, Argentina presenta algunas similitudes con el mencionado plan de Brasil pero también diferencias en cuanto al contexto y la política económica.
En este sentido, Pérego sostuvo: “Si bien Brasil tiene una economía culturalmente menos dolarizada, Argentina, de manera parcial, está yendo por ese camino. Hay superávit, tasas de interés positivas e inflación en descenso, y además los precios de los commodities —tanto en términos geométricos como absolutos— están subiendo; y esto le da aire al gobierno para remonetizar la economía vía colocación o emisión de pesos para comprar dólares".
“La situación es bastante parecida a lo que ocurrió en Brasil. Sin embargo, no estamos viviendo el boom del viento de cola que tuvo en aquella época”, sentenció.
Por su parte, Vasconcelos opinó que es inevitable que ahora el proceso de compra de reservas sea dosificado y bajo un régimen de “flotación sucia”, con intervenciones puntuales.
“El problema radica en la sincronización con la política monetaria. En un régimen de metas de inflación, el BCRA podría lograr esa coordinación, ya que en ese caso la tasa de interés funciona como la tasa de política“, indicó.
“Pero como tenemos un esquema de agregados, la tasa de interés es más volátil y eso complica la dinámica (no sólo de acumulación de reservas, sino también del roll over de la deuda doméstica en pesos). Este último no es un tema menor, ya que los vencimientos en manos de privados suman unos 60 billones entre noviembre y marzo”, afirmó.
“La acumulación de reservas, a mi modo de ver, hace a la sustentabilidad de la política macro en el mediano y largo plazo”, concluyó Vasconcelos.
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