Cómo llega la economía argentina a las elecciones legislativas: balance de mitad del mandato

Aunque redujo fuertemente las tasas de inflación y de pobreza, la gestión llega exhausta y con el auxilio del Tesoro de EEUU, al cabo de una trayectoria que tuvo tres etapas

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Caputo y Milei, los conductores
Caputo y Milei, los conductores de la política económica, junto a Guillermo Francos y Lisandro Catalán, jefe de Gabinete y ministro del Interior. El reto oficial para la segunda mitad de mandato es reconstituir la política económica y la política a secas

Si las elecciones legislativas que tendrán lugar este domingo se hubieran realizado allá por abril o mayo, el Gobierno habría llegado mucho más cómodo a la cita. Estaba fresco el escándalo del Libragate, pero los votantes aún podían apreciar el envión de crecimiento iniciado en el segundo trimestre de 2024, se había iniciado con éxito la “Fase 3” del programa económico e inaugurado el sistema de “bandas cambiarias” (inicialmente entre $1.000 y $1.400) y el gobierno había recibido un primer desembolso de USD 12.000 millones del acuerdo firmado el 11 de abril con el FMI.

La referencia no pretende hacer historia contrafáctica, sino subrayar el efecto que la marcha de la economía desde entonces, puntuada por escándalos políticos (los audios de Diego Spagnuolo sobre presuntas coimas en el área de Discapacidad, involucrando a Karina Milei; el “caso Espert”, prolongado en el “caso Villaverde”, candidata oficialista en Río Negro) tuvo sobre el estado en que la política económica oficial llega al turno electoral, a saber:

  • Sofocada por la escasez de reservas
  • Con varios meses de estancamiento y hasta retrocesos del nivel de actividad
  • Auxiliada por el Tesoro de EEUU, cuya musculatura financiera no logró convencer al mercado de que a partir del lunes 27, cualquiera sea el resultado, como afirma y reafirma el ministro de Economía, Luis Caputo, se mantendrá el actual sistema cambiario.

Basada en la baja de la inflación a partir de una fuerte reducción del gasto y el logro de superávit fiscal primario, el ordenamiento de herencias envenenadas, como la “bola de Leliqs” y la deuda comercial oculta que le dejó el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, más el cambio de expectativas y el repunte de la actividad económica desde mediados de 2024, el Gobierno dejó atrás en abril el cepo para “personas humanas”, que desde entonces compraron entre USD 25.000 y 30.000 millones y dejaron en el sistema bancario una parte menor de esa dolarización de ahorros y reconstitución de canutos usados, entre otras cosas, para vacacionar fuera de un país que se había encarecido mucho respecto de sus vecinos.

Caputo con el secretario del
Caputo con el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, un sostén clave en la actual etapa del programa económico

De ahí la fuerte caída de las “reservas internacionales netas” del Banco Central (BCRA), hoy similares a las que el gobierno recibió en diciembre de 2023. Esto a su vez desnuda lo que muchos consideran un “error no forzado” del gobierno: no haber comprado dólares al interior de la banda cambiaria y hacer de las reservas propias una segunda pata, complementaria del superávit fiscal, del esquema para convencer a los mercados de la viabilidad de la política económica y reducir el riesgo-país.

El Gobierno y el dólar

En cambio, el Gobierno priorizó bajar más rápidamente la inflación, dijo que compraría solo en la parte inferior de la banda cambiaria (a $1.000 o menos), dejó pasar el período de mayor liquidación agroexportadora y luego, de apuro, eliminó durante 72 horas las retenciones hasta lograr que el sector liquide USD 7.000 millones de los cuales, para peor, le quedó una parte menor, pues se le anticiparon “traders astutos” que drenaron de dólares al BCRA.

No hay allí un dato a favor del cepo, sino sobre la importancia de generar confianza. La historia del cepo muestra en secuencia inversa que ni una montaña de votos puede sortear esa exigencia si se aplican políticas descabelladas. El 23 octubre de 2011 la fórmula Cristina Kirchner-Amado Boudou ganó en primera vuelta con el 54,1% de los votos y cuatro días después, el jueves 27, ambos (Boudou era aún ministro de Economía) instauraron el cepo cambiario a petroleras, mineras y aseguradoras y el viernes 28 lo extendieron a las personas.

Si alguien quería comprar dólares debía dar un montón de datos personales y financieros online a la AFIP, que con un algoritmo que nunca se dio a conocer autorizaba o no, y cuánto. La respuesta era casi siempre negativa. El dólar valía poco más de cuatro pesos y diez años después, con cepo (que rigió la mayor parte del tiempo, salvo durante la gestión macrista, que lo reimpuso tras su derrota electoral), había aumentado casi 2.400 por ciento.

La brecha cambiaria, alimentada a impuestos y prohibiciones, generó enormes distorsiones y negocios. Solo en la primera mitad del gobierno de Alberto Fernández se importaron 289 aviones de lujo. En la segunda, cuando la brecha superó el 100%, comprar aviones a tipo de cambio oficial (esto es, a mitad de precio, si se obtenía la correspondiente SIRA) y reexportarlos generó ganancias fabulosas en dólares gracias a un esquema que supuestamente defendía “la mesa de los argentinos” y clichés del estilo.

Volviendo a la gestión actual, en julio se complicó con el “desarme” de las LEFI que el BCRA colocaba entre los bancos para manejar la liquidez del sistema. Un vencimiento de más de $15 billones fue solo en parte compensado por una licitación previa de bonos del Tesoro. El aumento de liquidez desplomó las tasas de interés, muchos pesos fueron tras el dólar y se inició una frenética serie de medidas para encauzar las cosas. La secuencia echó dudas sobre la pericia oficial.

El Gobierno dijo que compraría
El Gobierno dijo que compraría dólares cuando llegara a $1.000, pero esa instancia nunca llegó (Foto: Reuters)

En agosto los índices de Confianza que publica la Universidad Torcuato di Tella alcanzaron los niveles más bajos durante el gobierno de Javier Milei que ni en su cénit, en la segunda mitad de 2024 e inicios de 2025, dejó de insultar a la clase política, incluso a aquella parte que lo ayudó a sancionar sus principales iniciativas legislativas (DNU 70, Ley Bases).

Tan recientemente como septiembre, cuando sus dificultades eran ya inocultables -el peronismo había ganado con amplitud la elección bonaerense y desde EEUU le pedían que construya una coalición política que trascienda el color violeta- el presidente dijo en la Bolsa de Comercio de Córdoba que quienes lo ayudaron lo habían hecho especulando que fracasaría. No es casual la creación de una liga de gobernadores (Provincias Unidas) que sin dudas restará votos al oficialismo en la tenida de este domingo.

El gobierno adjudica sus pesares recientes a una serie de reveses en el Congreso y al “riesgo kuka”, pero en materia económica ya antes de cualquier ofensiva destituyente era evidente el enrojecimiento de lo que meses antes eran “brotes verdes” .

Además de estancamiento, un informe de la consultora Invecq destaca la marcada heterogeneidad sectorial. El nivel general de actividad de agosto de 2025 fue 3,4% superior al de noviembre de 2023. Pero mientras sectores “ganadores” como agro, minería y energía operaban 11% por sobre el nivel al que lo hacían cuando asumió Milei, los “perdedores” —construcción, industria y comercio— se ubican 6% por debajo. El problema es que esos tres sectores son los mayores empleadores de la Argentina, como muestra el gráfico de abajo, de un informe del Ieral de la Fundación Mediterránea.

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La diversidad también fue territorial: el Producto Bruto Geográfico (PBG, suerte de PBI) bonaerense está apenas 1% por sobre el nivel de noviembre 2023 “y en el conurbano probablemente por debajo, dada la alta concentración de sectores rezagados”, destaca Invecq.

En cambio, la consultora destaca como positivo el pass-through más bajo de los últimos episodios de tensión cambiaria: una depreciación del 31% entre abril y septiembre derivó en solo 10% de inflación en bienes.

Es cierto, además, que con la caída de la inflación el gobierno logró reducir las tasas de pobreza e indigencia. Son dos cartas fuertes de la primera mitad de su gestión. Pero si ese tramo se divide en tercios, el primero fue el de pagar los costos del ajuste, el segundo el de los resultados positivos y el tercero, con el que se llega a la votación, el de dificultades en la economía del “metro cuadrado”, como llegar a fin de mes sin abusar de las tarjetas.

De hecho, el crédito, que jugó a favor durante buena parte del trayecto, acusa signos de cansancio: ralentización del flujo de préstamos, aumento de tasas y mayores niveles de morosidad.

Desencanto

Un estudio de la consultora Equilibra comparó los resultados de las primeras mitades de los gobiernos de Macri y Milei en dos variables clave: empleo e ingresos. En relación a los respectivos puntos de partida, precisó, hay 500.000 empleos menos ahora, contra 300.000 empleos más entonces; y mejora de ingresos y de confianza en 2017, contra retrocesos ahora.

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Entre febrero de 2024 y febrero de 2025 la recuperación permitió alcanzar el 94% del nivel previo de ingresos, pero desde marzo la tendencia se estancó y hasta mostró un leve retroceso, en línea con la marcha de la actividad económica, cuya trayectoria dibujó algo parecido al signo de una raíz matemática. De ahí el título del estudio: “La raíz del desencanto”, un proceso en el que la sociedad tolera el ajuste a la espera de una mejora que, al no concretarse, deriva en descontento.

Cabe recordar, sin embargo, que el gobierno de Macri capotó en la segunda mitad, según muchos analistas por su excesivo gradualismo, que lo llevó a abusar del crédito en los mercados externos y, cuando se topó con una sequía y el retiro abrupto del crédito, a refugiarse en un mega-préstamo del FMI.

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Sin margen para el gradualismo

Al actual gobierno no le fue dada la oportunidad del gradualismo. Como el propio Milei suele reiterar en sus discursos, recibió (sumando Tesoro y BCRA) un déficit del 15% del PBI, peor al de cualquier cuadro hiperinflacionario anterior, una resaca monetaria (pasivos remunerados del Central) al doble del rodrigazo de 1975, durante el tercer gobierno peronista, una deuda en pesos igual a nueve bases monetarias, reservas internacionales netas negativas en USD 11.500 millones, deuda comercial impaga (las SIRA creadas durante la gestión de Sergio Massa en Economía) por USD 40.000 millones, una brecha cambiaria que llegó a rozar el 200% y una situación social que, en caso de hiperinflación, podía disparar las tasas de pobreza e indigencia a niveles nunca alcanzados en la historia argentina.

Es cierto, el Gobierno evitó la hiperinflación que le había dejado “plantada” el kirchnerismo, que paradójicamente sería el principal beneficiario político de un traspié electoral oficialista. Pero también lo es que no puede considerarse exitosa una gestión que, al cabo de casi dos años, ni con la ayuda de la billetera más grande del planeta logra convencer a los mercados y a buena parte de los argentinos de que luego del domingo la política económica y la política a secas seguirán siendo las mismas.

Tal el desafío oficial, cualquiera sea el resultado.

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