
Por quinto mes consecutivo, en agosto, el promedio de los precios de la economía registró un aumento muy inferior a la variación del tipo de cambio, un fenómeno que se interpreta como una etapa de deflación en dólares en Argentina o, en otros términos, como un incremento en el índice de tipo de cambio real multilateral para el exportador.
Este hecho se tornó especialmente relevante: desde la firma del acuerdo con el FMI en abril de 2025 y el comienzo de la denominada fase 3 del plan económico, consultoras locales y analistas de bancos internacionales mantuvieron la lupa sobre el tema. La gran preocupación era la apreciación del peso, que podía afectar la acumulación de reservas en el Banco Central.
Tomando un índice base de 100 a mediados de 2015, al inicio del gobierno de Mauricio Macri (que promedió 102 unidades), el valor saltó a más de 160 puntos el 14 de diciembre de 2023, luego de un mínimo de 74,5 heredado de la gestión de Alberto Fernández, cuyo promedio había sido de 104,7 puntos. Posteriormente, cayó hasta 78 cuando el ministro Luis Caputo firmó el nuevo acuerdo con el FMI, el 8 de abril de 2025, y desde entonces mostró una recuperación sostenida hasta posicionarse en poco más de 100 unidades desde el último miércoles y promediar más de 92 puntos en 21 meses de presidencia de Javier Milei.
Varios analistas advierten sobre los efectos del ajuste fiscal, visibles en la caída del consumo de bienes básicos y el estancamiento de la actividad económica tras la recuperación registrada hasta abril.
En este contexto, Infobae entrevistó a Gustavo “Lacha” Lázzari, empresario pyme y economista, conocido por la combinación “de academia y adoquín, donde la fábrica es un posgrado”, para profundizar sobre la coyuntura tras los resultados electorales en las legislativas de la provincia de Buenos Aires, y las implicancias sobre la política económica y las expectativas empresariales.
— Después de las elecciones legislativas del domingo y la reacción de los mercados, ¿qué impacto espera ver en la economía real?
— La economía real está atravesada por dos tendencias. Una de largo plazo, que tiene que ver con la perspectiva de un posible cambio de régimen iniciado en 2023, y, por otro lado, una coyuntura económica muy dura, resultado de un devenir lógico: el cambio nunca iba a ser simple ni sencillo. También pesan las inconsistencias de la tasa de interés, que llegó a niveles insostenibles.
“El resultado de la elección, sorpresivo por la diferencia, suma incertidumbre sobre el apoyo real a este viraje económico. Habrá que esperar a octubre para saberlo”
El resultado de la elección, sorpresivo por la diferencia, suma incertidumbre sobre el apoyo real a este viraje económico. Habrá que esperar a octubre para saberlo, y esa definición es crucial. La economía real está expectante: paralizada por el corto plazo y a la espera de una señal sobre el futuro.
— Por su experiencia como empresario recorriendo rutas nacionales y provinciales, especialmente en Buenos Aires, ¿qué cambios ha percibido en los últimos dos años que le hayan llamado particularmente la atención?
— He notado un freno en la actividad y un deterioro manifiesto de la competitividad. Sin embargo, subsiste un notable espíritu de resiliencia y de búsqueda de eficiencia de parte del sector pyme, que enfrenta más presiones regulatorias y fiscales. En muchas zonas, la infraestructura empeoró, elevando la dificultad para producir y transportar.

— ¿Considera acertado que el Presidente haya reafirmado el rumbo de políticas como la solidez fiscal, la restricción monetaria y la flotación cambiaria dentro de una banda amplia, sin intervención del BCRA?
— Desde mi punto de vista, el Presidente hizo muy bien en ratificar el rumbo y la orientación económica. Hay que distinguir instrumentos de objetivos. Los objetivos de economía abierta, capitalista, con Estado acotado y fuerte actividad privada deben ser ratificados post elección, sea cual fuere el resultado.
— ¿Le parece saludable que el principal acceso al crédito bancario de las empresas sea a través de adelantos para giros en descubierto y descuentos de documentos?
— El acceso al crédito necesariamente es paulatino. Inicialmente, las primeras líneas fueron para el sector agropecuario, hipotecarios y luego el consumo. Todavía no llegan en volumen suficiente a las pyme y empresas para capital de trabajo, salvo líneas muy cortas y a tasas incompatibles con la rentabilidad. Lamentablemente, esto es al principio inevitable.
Veníamos de créditos subsidiados a dedo e inaccesibles para la mayoría. La normalización es compleja y lenta. Justo cuando los bancos comenzaban a acercarse más a las pyme, llegó el apretón monetario: suba de encajes, menos capacidad prestable y, en consecuencia, suba de tasas. Esto complicó aún más la situación.
“Veníamos de créditos subsidiados a dedo e inaccesibles para la mayoría. La normalización es compleja y lenta”
Las líneas para capital de trabajo mediante descuento de documentos y sobregiro son importantes, pero insuficientes. Las pyme necesitan líneas a largo plazo, con períodos de gracia, tanto para inversión como para reestructuración de pasivos.
— ¿Qué opinión tiene sobre las elevadas tasas reales de interés aplicadas a estas líneas, considerando su corto plazo y la posibilidad de ser interrumpidas de manera inmediata?
— En contextos de incertidumbre, volatilidad y tasas altas, el crédito se resiente. Quien debe prestarle al sector privado encuentra en los instrumentos públicos una rentabilidad superior, que no puede pagar un emprendimiento productivo.

Quien debe pedir crédito se retira del mercado: la posibilidad de quebranto es real. Así, el crédito se resiente, con ruido en la cadena de pagos. La incertidumbre termina trasladándose al crédito comercial entre empresas, y de ahí a la actividad, solo hay un paso.
— Hace un año le dijo a Infobae que “Argentina tiene destino de dólar barato porque tenemos costos adelantados”. Sin embargo, hoy muchos economistas sugieren que el Gobierno permita una mayor flotación del tipo de cambio, y que el dólar suba. ¿Qué posición sostiene usted ante este debate?
— La competitividad no la da el tipo de cambio, sino la capacidad de producir bienes y servicios a costos razonables. Es un tema de productividad física, no monetaria. La devaluación no es más que un atajo, casi un placebo; pronto, los precios suben y el supuesto efecto competitivo se pierde.
Argentina debe atraer capitales para reconstruir infraestructura y su base industrial. No hay alternativa: hay que trabajar en los costos. Los atajos son cada vez menos efectivos y nada sustentables. Claramente, siempre apoyaré un tipo de cambio totalmente libre, para terminar con esta discusión absurda.
— En la misma línea, ¿a qué atribuye la demanda creciente de bajar la presión tributaria, considerando que salvo por las retenciones a las exportaciones, los principales impuestos distorsivos provienen de provincias y municipios?
— Bajar los costos implica trabajar sobre impuestos nacionales, provinciales y municipales, pero también sobre todos los componentes del costo argentino: regulaciones, cargas laborales, infraestructura, acceso al financiamiento e incluso la inseguridad, que genera un costo económico muy alto.
La reforma tributaria es uno de los más relevantes. En el plano internacional, seguimos con una de las presiones fiscales más altas del mundo. El Gobierno tiene una estrategia de reducción de gravámenes: esto es una gran noticia, considerando que venimos de gestiones que evitaban ver el peso impositivo. Sin embargo, para el Gobierno, bajar impuestos es una consecuencia del superávit fiscal; conforme se consolide, habrá lugar para reducir los tributos.
“La competitividad no la da el tipo de cambio, sino la capacidad de producir bienes y servicios a costos razonables. Es un tema de productividad física, no monetaria”
Como el régimen es federal, tenemos tres niveles con tres esquemas de impuestos que requieren transformación, especialmente Ingresos Brutos: es caro (el 10% del costo de los alimentos son IIBB), grava el agregado de valor y crea saldos acumulados a tasa cero, desfinanciando empresas. Muchas tienen más saldos de Ingresos Brutos que calificación bancaria, lo cual es insólito. Es cierto que los tributos más distorsivos son los provinciales y municipales.
Falta presión desde el sector privado sobre estos puntos. Los impuestos que han bajado a nivel nacional han redundado en grandes resultados.
La baja de retenciones permitió ordenar y potenciar los sectores alcanzados. La quita de retenciones a economías regionales, al maní, la exportación de lácteos y carnes mostró frutos en materia de mayores exportaciones. La eliminación del Impuesto PAIS fue clave para ordenar el suministro de insumos y reducir costos.
— Desde su perspectiva de economista y empresario, ¿cómo evalúa el impacto de políticas como la baja de retenciones, la eliminación del Impuesto PAIS y la reducción de aranceles de importación sobre la competitividad de las empresas?
— Creo que los argentinos no valoramos cuán competitivos somos. Hay que observar lo que hemos naturalizado por no involucrarnos en la gestión pública. Jamás hemos visto:
- Un coreano produciendo sin educación,
- Un yanqui sin financiamiento,
- Un alemán haciendo trámites interminables,
- Un suizo anticipando IIBB en Ginebra,
- Un italiano sin insumos importados,
- Un MIT liquidando un CM 05,
- Un australiano pagando tres seguros por camión,
- Un japonés esquivando baches en rutas nacionales,
- Un quesero holandés sorteando bloqueos gremiales,
- Un minero canadiense negociando con mafias en Vaca Muerta,
- Un pyme chino pagando juicios laborales.

Sin embargo, toda pyme argentina convive a diario con estos desafíos. Me atrevo a decir que, tanto como los recursos naturales, la resiliencia de nuestro empresariado es una principal ventaja competitiva nacional.
— Diferentes economistas y sectores empresarios piden una “recalibración” del plan de estabilización, pese a logros como la eliminación del déficit fiscal, baja acelerada de la inflación, reducciones de pobreza y deuda, mayor crédito y recuperación de reservas. ¿Coincide con este reclamo? ¿Qué ajustes serían necesarios?
— Los que piden recalibrar están reclamando cambios en la banda cambiaria o directamente liberar el mercado. Ese es el objetivo: la fluctuación plena eliminaría la discusión sobre el valor del dólar. Después de la elección, el objetivo debe ser frenar cualquier inestabilidad. Un cambio de reglas en pleno clima electoral es riesgoso.
— El equipo económico presentará en breve las bases del Presupuesto 2026. ¿Qué elementos clave considera que debería incluir para potenciar el crecimiento económico? ¿Qué rol debería desempeñar dicho presupuesto, según su experiencia?
— Conceptualmente, la Ley de Presupuesto define tres cosas:
- Los lineamientos y prioridades de gestión: qué partidas se priorizan y cuáles se relegan muestran las verdaderas prioridades.
- Es una autorización de gasto y una estimación de ingresos: es crucial, porque es el instrumento en el que los representantes autorizan al Ejecutivo a recaudar y gastar recursos en programas específicos.
- Muestra los criterios de crecimiento e inflación, que muchos analistas usan como predictores del rumbo económico.
— ¿Cómo interpreta usted el impacto del contexto internacional, y en particular de la política arancelaria de Donald Trump, sobre la economía argentina?
— La gestión de Donald Trump aporta dos problemas severos: un mayor nivel arancelario promedio que el que encontró, e incertidumbre comercial creciente. La capacidad para subir o bajar aranceles -hasta el 50%- y el nivel de arbitrariedad deja sin referencias de precios a largo plazo.
“La capacidad de Donald Trump para subir o bajar aranceles -hasta el 50%- y el nivel de arbitrariedad deja sin referencias de precios a largo plazo”
Es importante recordar que “el arancel de un país grande puede ser una retención a las exportaciones de un país chico”: para mantener ventas a Estados Unidos, los exportadores argentinos han tenido que bajar precios, absorbiendo así el impuesto.
Los cierres y subas arancelarias a India, Brasil y, en su momento, China, dejan excedentes que pueden volcarse a otros mercados, complicándonos más. En suma, este escenario arancelario, junto a la imprevisibilidad, no ayuda al modelo de economía abierta y competitiva al que aspiramos.

Hago una nota. Seguramente hay intereses geoestratégicos que me exceden. No obstante, un buen pretexto es importante para justificar, pero no convierte un vicio en virtud.
— ¿Qué espera, como empresario y economista, para la segunda mitad de la gestión de Javier Milei?
— Espero que la segunda mitad sea el período de las grandes reformas fiscales y laborales, requisito central para aliviar a las pyme y sentar las bases de una competitividad genuina, sin atajos ni trampas.
Fotos: Maximiliano Luna
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