Michio Kaku es uno de los físicos más reconocidos a nivel mundial y una figura destacada de la divulgación científica. Autor de bestsellers, conductor de documentales y conferencista habitual en foros internacionales, se formó en Harvard y Berkeley y ocupa la cátedra Henry Semat de Física Teórica en el City College de Nueva York. También es cofundador de la teoría de campos de cuerdas, una extensión de la teoría de cuerdas que busca unificar las fuerzas fundamentales del universo. Entre sus intereses actuales, se destaca su trabajo sobre computación cuántica, un campo que describe como la próxima gran revolución científica y tecnológica, capaz de replicar la forma en que opera la naturaleza a nivel atómico.
Kaku visitará la Argentina el mes próximo, invitado por el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF). Será parte del Digital Finance Forum, que se hará el jueves 7 de agosto en el Golden Center porteño. El evento de IAEF, que se hará bajo el lema “Proyectá el futuro. Revolucioná el presente”, reunirá a más de 1.000 líderes del mundo financiero, tecnológico, corporativo y emprendedor.
El gurú futurista, quien cerrará el Digital Finance Forum con su conferencia “Una semana en el 2030″ y luego será entrevistado por Demian Reidel, jefe de asesores de Javier Milei, dialogó con Infobae sobre las transformaciones que se avecinan en materia de trabajo, tecnología, finanzas y educación.
El poder transformador de la computación cuántica
Además de ser uno de los referentes mundiales en física teórica y divulgación científica, Michio Kaku ha dedicado buena parte de sus investigaciones más recientes a la computación cuántica, un campo que —según afirma— definirá el rumbo de la ciencia y la economía en las próximas décadas.
“La naturaleza no calcula con ceros y unos. La naturaleza utiliza computadoras cuánticas”, explicó durante la entrevista con Infobae. Para Kaku, este tipo de tecnología no es solo una herramienta más, sino una clave para replicar la forma en que funciona el universo en su nivel más fundamental. “De hecho, creo que la mejor aproximación para la naturaleza es que, en cierto sentido, es una gigantesca computadora cuántica”, agregó.
En su visión, el salto entre la computación clásica y la cuántica puede compararse con el paso de una calculadora rudimentaria a una red neuronal. “Estamos entrando en una nueva fase: la de la inteligencia artificial, con máquinas que aprenden. Y pronto vendrá otra, aún más profunda: la de las computadoras cuánticas, que procesan información en átomos, no en bits. Ese será, para mí, el modelo de cálculo del futuro”, señaló.
Kaku subrayó también el potencial de esta tecnología para abordar desafíos científicos hasta ahora irresolubles. “Ya existen prototipos de computadoras cuánticas que son millones de veces más poderosos que una computadora digital estándar. Cosas que hoy no podemos calcular, como el cáncer, por ejemplo, podrían ser abordadas con esta tecnología”, afirmó.
Esa capacidad de simulación cuántica tendría aplicaciones concretas en áreas como la medicina, la energía y la producción de materiales avanzados. “La computación cuántica podría ayudar a encontrar curas para enfermedades a nivel molecular. También podría ser clave para desarrollar energía de fusión, una fuente limpia y prácticamente ilimitada”, indicó.
Para Kaku, la historia muestra que cada nueva revolución científica —desde la máquina de vapor hasta la electricidad y la electrónica— transformó radicalmente la economía. Y sostiene que la computación cuántica será la próxima gran disrupción tecnológica, capaz de generar nuevas industrias, alterar el mercado laboral y redefinir el conocimiento tal como lo entendemos.
— ¿Por qué dice que la física impulsa no solo el conocimiento, sino también la economía?
— Porque la ciencia es el motor de la sociedad, y ese motor avanzó en etapas. La primera fue cuando nuestros antepasados usaban piedras o palos para contar cuántas pertenencias tenían. Después vino la etapa de las máquinas mecánicas, en el siglo XIX, con engranajes, ruedas y palancas para hacer cálculos. Con eso también creció la riqueza, y hubo necesidad de herramientas para administrarla. Luego llegó la electricidad, los transistores y las computadoras electrónicas: ese fue el tercer gran salto. Ahora entramos en una nueva fase: la de la inteligencia artificial, con máquinas que aprenden. Y pronto vendrá otra, aún más profunda: la de las computadoras cuánticas, que procesan información en átomos, no en bits. Ese será, para mí, el modelo de cálculo del futuro.
— ¿Qué deberían hacer los países que no participaron plenamente en etapas anteriores de desarrollo industrial o digital?
— En mi opinión, lo esencial es la educación. La tecnología va a cambiar el trabajo, eso es un hecho. Algunos empleos van a desaparecer, especialmente los que repiten una misma tarea una y otra vez, incluso en sectores de clase media. Todo lo que implique un patrón repetitivo puede ser reemplazado por máquinas. Por eso necesitamos formar a las personas en tareas no repetitivas.
— ¿Qué tipo de trabajos van a sobrevivir en ese nuevo contexto?
— Yo los agruparía en tres categorías. Primero, los trabajos manuales no repetitivos: personas que recogen residuos, que barren, que mantienen el funcionamiento de espacios físicos. Por ejemplo, un recolector de basura ve residuos distintos cada vez. Los robots no son buenos con esas variaciones. Segundo, las ocupaciones que requieren relaciones humanas, como los docentes, orientadores o consejeros. Los robots no entienden las emociones, no comprenden nuestras fallas, no saben tratar con eso. Tercero, los roles que implican creatividad y liderazgo. Los robots no lideran. Son máquinas que ejecutan, no que inspiran. En cambio, los seres humanos podemos guiar, imaginar, crear.
— ¿Cómo debería adaptarse el sistema educativo para formar trabajadores para ese futuro?
— No podemos seguir entrenando personas para trabajos que van a dejar de existir. En los hospitales, por ejemplo, hay tareas que las máquinas ya pueden asumir, como el análisis de radiografías o ciertos datos clínicos. Pero hay otras que exigen tomar decisiones vitales, como qué tratamiento aplicar. Ahí necesitamos humanos. Por eso tenemos que reentrenar a quienes hoy ocupan puestos repetitivos, y orientarlos hacia áreas con demanda: creatividad, trato humano, conducción. La educación tiene que anticiparse al mercado, no correrlo desde atrás.
— Usted plantea la idea de un “capitalismo perfecto”. ¿Cómo lo imagina?
— Un modelo así funcionaría sin tantos intermediarios, con mercados que se regulan a través de los datos. No hablo de una utopía sin fallas. No existe el capitalismo perfecto. Siempre habrá pánicos, rumores, manipulaciones. Pero sí podemos usar computadoras para interpretar miles de mercados en tiempo real, algo que una persona no puede hacer sola. Aun así, es importante que los humanos tomen las decisiones clave, porque los robots no entienden de miedo, de ansiedad, de comportamiento colectivo. El capitalismo eficiente del futuro se basará en datos, pero mantendrá el juicio humano.
— América Latina atraviesa crisis económicas, inflación, devaluaciones. ¿Puede la tecnología ayudar a estabilizar economías como la argentina?
— Yo veo a esta región como un cohete listo para despegar. Tiene todo lo necesario: una fuerza laboral capacitada, liderazgo, recursos. Pero le falta una chispa. Y esa chispa puede venir del sector científico-tecnológico, especialmente de la inteligencia artificial y, más adelante, de la computación cuántica. Esas tecnologías pueden transformar desde la medicina hasta la producción de energía.
— Argentina tiene un sistema científico fuerte pero con poca conexión con el sector productivo. ¿Cómo se puede reducir esa distancia?
— Esa es una decisión que deben tomar los líderes políticos, pero los científicos pueden —y deben— orientarlos. Lo urgente es preparar a la población para la nueva economía. Si no lo hacemos, va a haber desempleo, frustración y pérdida de oportunidades. No podemos seguir graduando joven para empleos que ya no existirán. Necesitamos educarlos para los trabajos que sí van a existir.
— ¿Cree que el acceso al conocimiento será más democrático o más desigual en el futuro?
— Depende de cómo se mire. Si se observa año a año, uno ve guerras, dictaduras, crisis. Pero si se analiza década a década, la tendencia es otra: hay más educación, más oportunidades, más libertad. Por eso soy optimista. Creo que el conocimiento va a sobrevivir, la ciencia también. No por lo que pase esta semana, sino por la dirección general de la historia.
— ¿Qué peligros ve en este proceso de transformación?
— El mayor peligro somos nosotros mismos. Los humanos podemos ser manipulados por líderes falsos, por demagogos que ofrecen soluciones simples a problemas complejos. Por eso es fundamental que quienes manejan el poder de la ciencia sean personas educadas y responsables. La ciencia es una espada de doble filo: puede curar enfermedades, pero también destruirnos. Depende de quién la empuñe.
— ¿Qué instituciones deberían liderar la formación tecnológica y científica en este contexto?
— Todo parte de la educación, y especialmente de la educación científica. En la mayoría de los países, la enseñanza de ciencia sigue siendo muy pobre. Pero es ahí donde nace la riqueza real. La historia demuestra que los empleos cambian, desaparecen y aparecen otros nuevos. Pero solo si formamos a las personas para que hagan esa transición, podremos aprovechar el potencial de la tecnología y no ser superados por ella. La riqueza de las naciones proviene del conocimiento de las leyes de la naturaleza.
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