
Cualquier argentino sabe que la economía doméstica está lanzada a un proceso inflacionario creciente y riesgoso. Acotar el alcance de esta espiralización de precios fue desde el inicio el principal objetivo que se planteó la gestión de Javier Milei y para eso atacó al corazón de este problema, el excedente de pesos.
Por una parte, el Gobierno avanzó en un drástico ajuste fiscal. Mientras que se prevé un superávit financiero próximo al billón de pesos para enero, el gasto primario real devengado -sin estacionalidad- aumentó en enero un 5,7% respecto de diciembre, pero disminuyó un 30,6% en términos interanuales.
Un informe de la consultora Analytica en base a datos oficiales, precisó que el gasto creció 148% durante enero respecto al mismo mes del año pasado, “muy por debajo de la inflación”, que podría alcanzar el 240% interanual. Entre las partidas con mayores ajustes en términos reales respecto a enero 2023 figuraron la obra pública con un retroceso del 70,5%; las transferencias a provincias, 58,9%, y los programas sociales, un 40,7 por ciento.
El otro flanco de la batalla anti inflacionaria pasa por lo monetario y se libra en el balance del Banco Central. El stock de pasivos remunerados, que hasta hace poco estaba representado por las famosas Leliq (Letras de Liquidez), se redujo rápido en términos reales por efecto de la devaluación de diciembre. Además, el haber fijado la tasa de política monetaria en el 100% nominal anual -que remunera los pasivos en pesos- frente a una espiralización inflacionaria ayudó a profundizar el desarme de esta deuda.
Pero otro fenómeno se estuvo dando en simultáneo. El crecimiento de los pasivos remunerados en dólares, a través de la colocación de Lediv (Letras Internas del BCRA en dólares liquidables en pesos atadas a la evolución del tipo de cambio oficial) y recientemente con los Bopreal (Bono para la Reconstrucción de una Argentina Libre). Dicho stock aumentó en dos meses de la gestión de Milei en unos USD 1.762 millones o 34,9%, desde los USD 5.051 millones del 7 de diciembre a los USD 6.813 millones del 7 de febrero. Con la emisión de USD 271 millones de la segunda serie del Bopreal el 8 de febrero, esta deuda para regularizar la demanda de importadores estaría superando los 7.000 millones de dólares.
En ambos casos, con las Lediv de 2022 y 2023, y los Bopreal en el presente, el objetivo fue similar: ofrecer a inversores e importadores un título atado a la evolución del dólar oficial o directamente respaldado en dólares, que posibilite descomprimir el stock de depósitos a plazo fijo, una enorme masa de pesos con la que los bancos luego suscribían Leliq y Pases pasivos emitidos por el Banco Central.
Una gran ventaja es que se retiran pesos del mercado, pues el desarme de pasivos remunerados podía llevar a una irrefrenable demanda de dólares y mayor presión inflacionaria. De hecho, la Base Monetaria se sostiene apenas sobre los 10 billones de pesos, prácticamente estabilizada con la nueva administración. Además, se reemplaza una deuda de cortísimo plazo (Pases con vencimiento diario) por otra de mayor plazo (la primera serie del Bopreal tiene vencimiento el 31 octubre de 2027), que abre una ventana de tiempo abordar la emergencia económica.
Entre las contras, claro está, el BCRA asume una deuda mucho más difícil de licuar, en una moneda dura que no emite y este traspaso de títulos no necesariamente implica una reducción de los pasivos con el correr de los meses.
El 7 de diciembre, al cierre del gobierno de Alberto Fernández y su ministro de Economía, Sergio Massa, los instrumentos de deuda emitidos por el Banco Central alcanzaban los $21,5 billones ($21.517.566 millones por Pases Pasivos, Leliq y Nobac-Notas del BCRA) y los USD 5.051 millones en Lediv. Al tipo de cambio oficial de $364,41 totalizaban unos 59.047,9 millones de dólares.
Al 7 de febrero, estos pasivos estaban integrados por $27,8 billones ($27.773.841, básicamente Pases) y USD 6.813 millones (Bopreal y remanente de Lediv), que totalizaron USD 40.269,4 millones al tipo de cambio oficial.
Así, en dos meses de administración de La Libertad Avanza, el stock de pasivos remunerados se redujo en casi USD 19.000 millones o 31,8% en moneda norteamericana, principalmente por por la licuación de los títulos en pesos tras el salto cambiario de 118,3% que llevó al dólar oficial a 800 pesos el 13 de diciembre.
A la vez, esta deuda del BCRA medida en pesos creció poco más de $10 billones o 43,1% desde un total de $23,4 billones del 7 de diciembre a los $33,4 billones del 7 de febrero, una caída real de 7 puntos porcentuales frente a una inflación que podría estimarse en torno al 50% acumulado en los últimos dos meses.
Aunque el stock de pasivos remunerados estuvo cayendo en términos reales, su dinámica obliga a supervisar esta variable para que no se convierta en una nueva “bomba” que amenace con desestabilizar la economía, como ocurrió con las Lebac en 2018 y con las Leliq el año pasado. Por ejemplo, en lo que va de 2024 -ya sin el efecto de la devaluación de diciembre- , la deuda remunerada que emite el Central crece en pesos en unos 5 billones o 17,6%, una tasa que debería ser inferior a la de la inflación del período, pero medida en dólares aumenta en USD 5.118,2 o 14,6%, más que las reservas internacionales (+USD 3.375 millones) en el mismo lapso.
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