
El 20-N será recordado por mucho tiempo, en contraposición con lo sucedido aquel 12 de agosto de 2019. Hace poco más de cuatro años, los activos argentinos tuvieron un derrumbe histórico tras las PASO que ganó Alberto Fernández por amplio margen. Pero ayer sucedió exactamente lo contrario, es decir una suba que será recordada por mucho tiempo, con acciones como YPF subiendo más de 40% en dólares, mientras que el promedio de los papeles argentinos que cotizan en Wall Street subieron en promedio 20%. La petrolera tuvo un impulso especial por la declaración de Javier Milei sobre su intención de privatizarla.
En 2019 fue el regreso del kirchnerismo lo que gatilló la desconfianza extrema de los inversores, que todavía apostaban a una continuidad de Mauricio Macri. Y ahora se dio el mismo fenómeno pero al revés. Los inversores festejaron sobre todo la derrota contundente del kirchnerismo, cuando hasta último momento se esperaba un balotaje mucho más parejo.
El repunte de ayer también fue una primera aprobación a los postulados de Milei, que propone un giro de 180 grados para la política económica, basado en la libertad de mercado y el respeto a la propiedad privada. Además, también aparece en el horizonte cercano una salida del cepo y consiguiente unificación cambiaria de manera relativamente rápida, aunque sin fecha precisa.

Estos principios ya planteados por el ahora presidente electo durante la campaña y en sus primeras declaraciones públicas tras su consagración son música para los oídos de los inversores. Los mercados entraron indudablemente en modo “luna de miel” con Milei, algo esperable y hasta deseable tras muchos años en los que básicamente reinó un alto nivel de desconfianza.
Sin embargo, este respaldo inicial está muy lejos de convertirse un cheque en blanco, como el que recibió Mauricio Macri en 2015. Aquella victoria gatilló millonarios préstamos por parte de bancos y fondos de inversión en sus primeros dos años de gestión, por una cifra superior a los USD 50.000 millones. Aquel respaldo parecía ilimitado, hasta que todo se derrumbó como un castillo de naipes en 2018. El resto, arrancando por el auxilio del FMI, es historia conocida.
Milei, en cambio, recibió un respaldo inicial pero el peligro es que dure un suspiro si no se avanza rápido con la implementación de mucho de los postulados planteados en campaña y tras la victoria. Ayer ya circularon varios informes de brokers locales, bancos de inversión y calificadoras de riesgo con una lectura común: el rumbo elegido recibió elogios, pero inmediatamente surgen dudas por la posibilidad real de llevarlo a la práctica.
Las dudas de los inversores tienen su lógica. La Libertad Avanza tiene minoría en ambas cámaras legislativas y ya está claro que no cuenta con la estructura de intendentes y gobernadores propios. Por lo tanto, los inversores estarán observando con atención cuál es el verdadero grado de gobernabilidad de Milei a partir del 10 de diciembre.
Por lo tanto, así como una primera señal de confianza llegó muy rápido, el desencanto también podría instalarse rápido. No es casual que el presidente electo haya hablado de la necesidad de adoptar medidas de shock. Por si fuera poco, en las últimas horas enfatizó que la crisis tan aguda “no permite gradualismo”. Posiblemente haya sido el propio Mauricio Macri quien se lo haya aconsejado, teniendo en cuenta que fue el propio ex presidente quien reconoció haber cometido un error en no ir más a fondo con el cambio de entrada.
Con el rebote de ayer en Wall Street, sin embargo, los papeles argentinos se encuentran a mitad de camino para alcanzar los niveles máximos que habían alcanzado antes de las PASO. La caída había llegado en promedio al 40% en dólares, debido a la floja elección de Juntos por el Cambio.
¿Por qué recuperaron las acciones mucho más que los bonos dolarizados, que subieron entre 5% y 6%? Una de las explicaciones es que los inversores ya descuentan una futura reestructuración de la deuda argentina, posiblemente entre fines de 2024 y principios de 2025. Evitarla implicaría un acceso pleno a los mercados crediticios, algo que luce sumamente improbable.
Por otra parte, los grandes bancos y fondos de inversión internacionales ya tienen demasiados bonos argentinos, productos de la renegociación del 2020. Por lo tanto, la demanda genuina por títulos dolarizados es más bien acotada. Con las acciones argentinas pasa lo contrario, ya que la tenencia por parte de los grandes fondos es mínima, por lo que el espacio para una recuperación es sustancial si llegan las señales esperadas.
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