
La Argentina ocupó el tercer lugar en la primera edición del Indice de Infiernos Fiscales, un ranking que analizó en 83 países de América y Europa la combinación entre “altos regímenes fiscales con malos manejos gubernamentales”, en el que fue superado únicamente por Bielorrusia y Venezuela. De todos los casos analizados, los primeros 12 “infiernos fiscales” se caracterizaron por ser países con impuestos tanto bajos como altos, pero todos ellos “tienen gobiernos de baja calidad, alta corrupción y discrecionalidad, una gestión económica pobre e instituciones débiles”, según expresó 1841 Foundation, la entidad que elaboró el informe.
El ranking fue elaborado en base a calificaciones que incluyeron la evaluación en dos áreas principales. Una cuantitativa, que representa el 60% de la puntuación total, que abarcó datos tales como impuestos totales en relación al PBI, presión fiscal inflacionaria y la potencial presión fiscal medida como la diferencia entre gasto e ingresos públicos sobre el PBI. El 40% restante de la nota de cada país tiene base cualitativa en base a indicadores como “Voz y Rendición de cuentas”, “Estado de derecho”, “Calidad de la regulación”, “Estabilidad política”, “Eficacia del Estado” y “Control de la corrupción”.

El abogado Martín Litwak, chairman de la 1841 Foundation, precisó que la condición de “infierno” no viene simplemente por ser un país donde los contribuyentes pagan mucho sino que es un concepto más abarcativo y complejo. “Si bien la presión fiscal es la que carga el mayor peso, creemos que un ‘infierno fiscal’ no es únicamente un país con altos impuestos, sino más bien uno cuyo estado de derecho es débil y en el que los derechos a la privacidad y a la propiedad no se aplican o protegen como es debido”, explicó.
Hay países con gobiernos “de alta calidad y estabilidad económica y legal” que pueden tener altos impuestos y distan mucho de ser infiernos fiscales. En ese sentido, puso como ejemplo a Dinamarca o Irlanda. En el otro extremo, están los paraísos fiscales, con baja tributación y estados poco desarrollados.
Y en el medio, existe “una combinación de países con gran voracidad fiscal y falta de seguridad jurídica o la mezcla de ambos componentes; eso los define como infierno fiscal. Junto con el menor respeto de la propiedad privada, hay estados latinoamericanos donde resalta la voracidad y la corrupción y otros, como algunas ex repúblicas soviéticas, con impuestos relativamente bajos pero con un nivel de corrupción muy alto”, explicó Litwak. Los números del ranking “confirmaron lo que se preveía” en cuanto a la clasificación de los países y a cómo la combinación de todos esos factores los ubica en esa clasificación.
Por otra parte, Litwak consideró “mentiroso” el indicador tradicional de presión tributaria, entendido como una variable macroeconómica que vincula los ingresos estatales por impuestos sobre el PBI. “Ese dato no dice nada. La presión fiscal nunca computa el esfuerzo fiscal, cuánto le cuesta al contribuyente hacer frente a esa presión: allí hace falta tener en cuenta otros datos, como el ingreso per cápita o el nivel de informalidad de la economía. “El esfuerzo fiscal de un argentino, por ejemplo, es mucho más alto que el que tienen los habitantes de la mayor parte del mundo”, dijo.
La mala ubicación de la Argentina en este ranking, con el triste privilegio de integrar el podio de los peores, proviene de la presencia de algunos de los factores mencionados y también de algún invento argentino, como el impuesto al cheque.
“La Argentina aparece en ese lugar del ranking por la falta de seguridad jurídica, tanto histórica como reciente, y una enorme voracidad fiscal. Los pagadores deben hacer un gran esfuerzo frente a impuestos superpuestos y a una enorme grado de informalidad en la economía, que hace que la porción de los pagan sea cada vez más pequeña”, señaló Litwak.
“Está demostrado que en la Argentina hay un régimen tributario, no un sistema. Se entiende que un sistema implica reglas con coherencia y lógica. En un régimen, solo se piensa en recaudar y se amontonan normas”, agregó.
El experto señaló que en general hay 4 categorías de impuestos. Hay dos que todos los países las tienen: a las ganancias y al consumo. Y otras dos que son negativas: los impuestos a las transacciones (Ingresos Brutos, impuesto al cheque), que desincentivan la formalización, y al patrimonio (Bienes Personales), que “desalientan el ahorro y con eso la inversión, todo lo que un país necesita para crecer”.
Según la información obtenida en el ranking, solamente 7 de los 83 países tiene impuestos al patrimonio, aunque solo la Argentina lo regula con un mínimo no imponible muy bajo y sin la posibilidad de descontar las deudas. El impuesto a los débitos y créditos bancarios, conocido como impuesto al cheque, “es un invento argentino, no existen en el mundo tributos así, a excepción de algún caso en que se aplicó en forma transitoria”.
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