
Aunque luego de tomarse un respiro en agosto el Banco Central volvió a acelerar el paso de devaluación dólar oficial, el ritmo parece insuficiente para compensar el atraso cambiario que se acentúa. De acuerdo a las estadísticas que elabora la propia entidad monetaria, el tipo de cambio real se atrasó 17% en los últimos seis meses y se ubica hoy en el mismo nivel de diciembre de 2017, cuando todavía no se habían disparado las sucesivas corridas cambiarias y la cotización real de la divisa se acercaba peligrosamente a los niveles de fines de 2015, el período de mayor atraso del tipo de cambio desde el fin de la convertibilidad.
El dato encierra el principal dilema que enfrenta el ministro de Economía, Sergio Massa, urgido por fortalecer las reservas y mantener los compromisos asumidos con el FMI, entre los que se encuentra sostener el tipo de cambio real al mismo nivel de marzo de este año para evitar, precisamente, que el atraso presione negativamente sobre el nivel de reservas ante la percepción de “dólar barato” por parte de importadores de bienes y servicios, turistas y consumidores en el exterior. Al mismo tiempo, el Gobierno busca evitar a toda costa una devaluación brusca que recaliente aún más el índice de precios, particularmente de los alimentos lo que impide alcanzar el objetivo con el Fondo. En esas condiciones, la trampa luce insuperable.
Esto a pesar de que el titular del BCRA, Miguel Pesce, imprimió durante el mes un ritmo más acelerado del crawling peg (devaluación escalonada), que de todos modos queda rezagado en la carrera respecto de la velocidad de los aumentos de precios. En ese contexto, el principal desafío tanto para Massa como para Pesce será lograr retener los dólares que ingresó el campo durante septiembre bajo la modalidad de excepción que implica el “dólar soja”.
Con el fin de la vigencia de este mecanismo de devaluación focalizada, el ministro de Economía realizará mañana un balance de los resultados de la medida, en el que se destacará la fuerte acumulación de reservas, que supera los USD 4.000 millones. La cifra es inédita respecto del nivel de liquidación habitual para septiembre pero, aunque relevante, resulta más que insuficiente para afrontar las necesidades de los próximos seis meses.

Por un lado, la oferta de dólares de los últimos meses del año es, por estacionalidad, tradicionalmente baja. Sin el beneficio de un tipo de cambio excepcional como el que vencerá mañana, se calcula que el ingreso de divisas mermará notoriamente a partir de la próxima semana. En octubre, por caso, el IERAL proyecta que en el mejor de los casos ingresarán unos USD 1.650 millones, menos de una cuarta parte de lo que ingresó en septiembre mientras que en todo el trimestre, no se superarían los USD 6.000 millones. Ese monto no alcanza para cubrir el volumen habitual de importaciones y, a la vez, la salida de dólares típicamente alta de fin de año por turismo en el exterior, a la que se suma este año el drenaje por el Mundial. Por esa cuenta, analistas proyectan una salida de divisas de USD 5.000 millones, cifra que por sí sola supera las reservas acumuladas por el dólar soja. El atraso cambiario y la percepción de que el valor actual del dólar representa “una oportunidad” son contraproducentes en plan de equilibrar los números.
De ahí que en el equipo económico analicen medidas para contener esa presión adicional aunque se descuenta que los resultados, aún con la implementación de un nuevo tipo de cambio para el turismo, serán marginales.
Consciente de este problema central, Massa intentó ayer enviar un mensaje durante su presentación del Presupuesto 2023 en el Congreso al sostener que, mientras proyecta una inflación de 60% para todo el año, prevé una suba del precio del dólar levemente por encima, en 62%. Claro que la pauta de inflación resulta inverosímil y, dado el historial de atraso cambiario de los gobiernos kirchneristas, también lo es la proyección del tipo de cambio.
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