Massa formalizaría el desdoblamiento cambiario, pero por ahora no tiene en sus planes devaluar

La urgencia es acumular reservas y reducir la vulnerabilidad del Banco Central. Fuerte presión de empresas importadoras y con deudas en dólares para que se mantenga el tipo de cambio oficial

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Massa, poco tiempo para encauzar
Massa, poco tiempo para encauzar la economia REUTERS/Agustin Marcarian/File Photo

Sergio Massa es plenamente consciente que se juega su gran chance y que tiene que actuar rápido para no desperdiciarla. Martín Guzmán y Silvina Batakis le marcaron el camino de lo que no hay que hacer: tirar la pelota para adelante, seguir emparchando los desequilibrios y subestimar los problemas que enfrenta la economía. Por eso ahora no puede defraudar con el anuncio de “medidas”, que según él mismo dejó saber se conocerán el miércoles.

Esas primeras decisiones involucrarán el frente cambiario, el más urgente y convulsionado más allá del respiro que dieron los distintos dólares financieros, que cayeron 10% en la semana y terminaron en todas sus versiones debajo de los 300 pesos. Pero sería un grosero error confiarse. Buena parte del alivio estuvo relacionado con la mejora del clima financiero internacional y también habrían intervenido algunas “manos amigas” para profundizar la caída del tipo de cambio sobre el cierre de la semana. Pero todo esto tiene vuelo corto si no se acierta en el rumbo.

La ronda de consultas con sus economistas de confianza, el propio Presidente y varios miembros del Gabinete lo habrían convencido sobre la necesidad de mejorar el tipo de cambio para los exportadores, especialmente el sector agropecuario. El llamado “dólar soja” que se anunció esta semana es complejo de implementar y al final del día tiene escasos incentivos para que los productores vendan su cosecha. Por lo tanto, es necesario ofrecer un esquema más atractivo que permita acelerar la liquidación de la soja.

La clave pasaría por avanzar en forma decidida en un desdoblamiento cambiario, cuyo funcionamiento se terminaría de definir en las próximas horas. Hasta el propio FMI, que aboga por un tipo de cambio único y libre, se siente más cómodo con este esquema, como una forma de transición hacia el objetivo final, que sería el levantamiento del cepo cambiario.

Dólar competitivo se busca

Los productores y las cerealeras precisan un dólar más competitivo para liquidar. De lo contrario, seguirán haciéndolo a cuentagotas. Del otro lado, el Banco Central atraviesa una situación muy acuciante. Sólo en julio terminó con un rojo superior a los USD 1.200 millones en materia de intervención, debido a las importaciones de energía y el bajo ingreso de divisas de la cosecha gruesa. Si no se hace nada, agosto podría resultar igual o peor.

Batakis ya había avanzado con un principio de desdoblamiento. Además de las ventajas menores otorgadas al campo vía dólar soja, le permitió a los turistas extranjeros a vender al precio del dólar MEP. Sin embargo, ambos esquemas tienen serios problemas de implementación.

Guzmán y Batakis ya le
Guzmán y Batakis ya le marcaron a Massa lo que no hay que hacer: tirar la pelota hacia adelante y hacer emparches

Massa ya se puso como prioridad mejorar el nivel de reservas del Central. Sin dólares, la economía argentina queda en un estado de fragilidad absoluta. Y cualquier mejora en los precios de los bonos o estabilidad del tipo de cambio será transitoria si no se logran acumular divisas. A partir de esta lectura girará el programa que elaborará el flamante ministro de Economía.

El “sinceramiento” del tipo de cambio oficial es otra historia. Es indiscutible que se encuentra atrasado.No solo surge del índice de tipo de cambio real del Central. La brecha cambiaria superior al 100% es otra de las evidencias. Sin embargo, avanzar con un salto cambiario tendría sus complicaciones.

En primer lugar, difícilmente Massa quiera debutar con una medida de estas características, ya que lo dejaría marcado y pondría en riesgo sus futuros planos políticos. Además, el Central habría vendido cerca de USD 9.000 millones en futuros, el máximo permitido en el acuerdo firmado con el FMI. Un salto del dólar implicaría una pérdida millonaria y la obligación de emitir pesos para compensar a los inversores. Es decir le echaría más leña al fuego al dólar y los precios.

Existe un problema adicional con un salto devaluatorio, ya que perjudicaría a muchos de los empresarios que impulsaron a Massa para ocupar el lugar que finalmente tendrá en el gobierno de Frente de Todos.No sólo complicaría las cosas para las empresas que precisan insumos importados y tendrían que pagarlos mucho más caros. Además, las empresas que tienen deudas con el exterior tendrían fuertes pérdidas, porque precisan divisas para pagarles a los inversores. Muchas empresas de primera línea tienen vencimientos en dólares en los próximos 18 meses: no es lo mismo pagarlos a un dólar actual de $ 135 que conseguirlos a $ 250 ó $ 300.

El impacto de una posible devaluación en los balances de compañías privadas es enorme. Pan American Energy, Cresud, Pampa Energía, IRSA, YPF, Arcor , Edenor, Raghsa, y Tecpetrol son algunas de las que tienen Obligaciones Negociables que deberán salir a refinanciar, pero con la posibilidad de pagar un 30% de capital a los inversores para lograr un canje voluntario de sus deudas por bonos de más plazo.

Bomba monetaria

Por supuesto que el frente cambiario no es lo único. La “bomba monetaria” es lo que complica todo. Según cálculos de economistas privados como Fernando Marul y Ramiro Castiñeira, el déficit fiscal total ascenderá este año a 9 puntos del PBI. Con la última suba de tasas de 8 puntos porcentuales, el costo de la deuda para el Central y el Tesoro ya supera los $ 400.000 millones mensuales.

Massa pretende tener el control
Massa pretende tener el control de la mesa de operaciones del BCRA. REUTERS/Matias Baglietto

El problema de difícil resolución para Massa es que aún haciendo un esfuerzo para bajar el déficit fiscal será casi imposible ponerle un freno a la emisión monetaria. La capacidad de conseguir financiamiento por parte del Tesoro es muy acotada y los intereses de la deuda obligan a seguir con la “maquinita” prendida y funcionando a máxima velocidad. Además, un ataque a fondo al déficit fiscal requiere de un fuerte consenso político que no existe, aún cuando le hayan transferido el control de las principales áreas económicas.

Aunque a Massa se lo ve ya como “superministro”, es evidente que le quedó afuera un resorte clave en medio de la crisis que es el Banco Central. No logró que Alberto y Cristina cedan en su manejo, confirmando a Miguel Pesce en el cargo, a quien evidentemente no le cargan responsabilidad por la inflación que ya se proyecta cómodamente arriba del 90%.

Su intención sería la de sumar algún director en la entidad, poblada de funcionarios “ultra k”, pero además tener el control de un lugar clave como es la mesa de operaciones del BCRA. Allí se definen las estrategias de intervención en el mercado cambiario, la venta o no de futuros, si es necesario salir a rescatar bonos en pesos y cómo hacer frente con buena muñeca ante una crisis de confianza. El ministro ya tendría “in pectore” un nombre designado para ese puesto clave, aunque está por verse hasta dónde lo dejan avanzar.

Esta semana se empezará a develar la incógnita Massa. ¿Tendrá amplio margen de maniobra? ¿Se verá obligado a negociar decisiones claves con Cristina Kirchner? ¿Está en condiciones realmente de equilibrar la economía y bajar la inflación en 2023, que sería su mayor logro?

Posiblemente su peor enemigo sea él mismo. Sucede que sus obligaciones como ministro de Economía chocarán rápidamente con sus aspiraciones presidenciales. Massa no es un economista que podría tener aspiraciones políticas, como le sucedió en su momento a Domingo Cavallo y más adelante a Roberto Lavagna. Su caso es exactamente al revés: se trata de un político profesional que se hizo cargo del manejo económico ante las serias dificultades del Presidente, Alberto Fernández, para llevar adelante un plan económico que despierte confianza entre los inversores.

Las necesidades de llevar adelante un fuerte ajuste, reducir el tamaño del Estado, bajar las transferencias a las provincias o sincerar el tipo de cambio lo dejarían en un lugar demasiado antipático para sus apetencias electorales. El nuevo ministro, en definitiva, arrancaría condicionado por él mismo.

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