
A 94 años de su construcción (1927), los dueños del famoso “Chalecito” ubicado en lo alto de un edificio de la Avenida 9 de Julio, iniciaron el camino de su remodelación. El fiel testigo de la historia porteña, que tiene más años que el mismísimo Obelisco que fue levantado en 1936, será restaurado en un proyecto que combina la conservación de su valor histórico y el aprovechamiento de su edificio para actividades comerciales.
Por tratarse de un inmueble que en 2014 fue declarado patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires, no puede ser modificado sin previa intervención de la Secretaría de Cultura. Pero los actuales dueños y la familia quieren ponerlo en valor y abrirlo para que la gente pueda conocerlo y acceder a la construcción de estilo Normando que está ubicada en el décimo piso del edificio.
La historia del “Chalecito” frente al Obelisco comenzó con la pujanza de un inmigrante. “Rafael Díaz, mi bisabuelo, vino de Valencia, con una mano atrás y otra adelante. Primero trabajó en distintas tiendas del Once y luego, con mucha visión para la época, pasó a trabajar en la fabricación de muebles y fue creciendo hasta que se convirtió en el dueño de una mueblería que ocupaba el edificio de Sarmiento 1113/17″, explicó Diego Sethson Díaz, accionista y responsable de marketing y comunicación que lidera la refuncionalización del inmueble

El mueblero Rafael, muy adelantado para la época, supo tener enfoque creativo para captar clientes e inversiones. De hecho, una vez que instaló la mueblería, a la que nombró con su apellido, en cada piso de los 9 niveles del edificio hizo una especie de showroom, donde en cada superficie mostraba algo temático.
Sethson Díaz contó que en “cada nivel se exponían distintos muebles realizados a medida, por ejemplo en el primer piso eran camas, en el segundo sillas y sillones, en el tercero, aparadores, y así en cada uno, algo diferente. También en parte de la trayectoria de la empresa fue teniendo mucha vinculación con hoteles de Buenos Aires y de Mar del Plata, donde se encargaba de decorar lugares comunes y habitaciones, como también aconsejaba qué muebles eran mejores, telas y colores. Y así sumaba clientes e ingresos económicos”.
El esplendor duró hasta mitad de los 70, la importación y fabricación de muebles más económicos fueron impactando en la compañía familiar y tuvo que cerrar sus puertas en 1985.
Sólo para la siesta
Sethson Díaz recordó que “el Chalecito jamás se habitó. Sólo lo usaba mi bisabuelo para almorzar con sus hijos cuando volvían de la escuela y luego dormía un rato la siesta, porque en la Buenos Aires de antes, los negocios cerraban a esa hora. Luego de ese descanso, retomaba la labor junto a sus empleados. Pero jamás la habitó en forma permanente, él se iba a Banfield, donde residía. Y como era un apasionado de Mar del Plata, le dio esa impronta a la vivienda. Es un refugio marplatense en la Capital”.

Tiene 200 m2 aproximadamente de superficie cubierta y una terraza de 245 m2, con una de las mejores vistas al Centro porteño. Su techo a dos aguas se proyectó con tejas francesas y se puede deducir que esta decisión se basó en el costo y en el peso de la estructura. A través de cada uno de sus bow windows (ventanas en forma de arco) se pueden observar una vista agradable, incluso hacia el río. Al altillo se llega por una pequeña escalera que permite ver la estructura del techo de tejas conformada por perfilerías de hierro pintadas de rosa. La ventana de este altillo conecta visualmente con el Obelisco.

Jorge Bustos, el arquitecto contratado por la familia para liderar la recuperación del edificio de Sarmiento 1113/1117, explicó que “por las características del inmueble que está ocupado por algunas empresas, y sus plantas libres (promedian 800 m2 por nivel) puede destinarse para usos mixtos: viviendas, oficinas, espacios de trabajo compartidos, salas de reuniones, entre otros. Deberá adaptarse a las normas actuales tanto de accesibilidad (escaleras y ascensores), de discapacidad tanto en la movilidad como en los sanitarios, de prevención contra incendio y medios de salida”.

La intención es utilizar nuevas tecnologías para brindar una mejor aislación tanto acústica como térmica, además de permitir una mejor circulación del aire con mejores aperturas. Con respecto a la eco-eficiencia del edificio, también se podrían incorporar energías renovables para las zonas comunes. Adecuar tanto la calefacción como la refrigeración en estos espacios conllevaría actualizaciones de los sistemas actuales que no se adaptan tanto a las nuevas tecnologías. Se podría agregar un área de co-working.
Las refacciones del “Chalecito”, según Bustos, como de las oficinas, demandarían una inversión de USD 400 por m2. “Cómo también quien acceda a los pisos, y prefiera hacer su propios arreglos, se hará cargo de la obra y ahí se verá como se adapta todo”.

Las oficinas suman 9.000 m2 y la intención es agregarle más iluminación, algo que es muy reclamado desde la llegada de la pandemia, para eso habrá que sumar áreas semicubiertas. Habrá que trabajar mucho en las carpinterías y aberturas, que en algunos casos muestran el deterioro por el paso del tiempo.

“También incorporaremos superficies verdes para generar expansiones pensadas en lo que se requiere por estos días. Hoy el inmueble está en un 70% desocupado. Por las transformaciones, creemos que será un espacio para empresas de servicios, culturales o que se puedan hacer recorridas guiadas para contar la historia”, contó Bustos. En sus oficinas, desde 1986, en adelante, llegaron a funcionar compañías como la Editorial Perfil, Laboratorios Roemmers y la consultora Pricewaterhouse Coopers, entre otras.
Pasado y presente
Actualmente, el lugar conserva algunos de sus objetos personales y muebles de época, testigo de otras etapas. En el techo quedan algunas arañas de principios de siglo XX y todos los pisos originales de cerámica en el primer nivel y en el altillo.

Para el Chalecito se piensa en un Centro Cultural, o de exposiciones, un café o un espacio gastronómico, todo dependerá de las propuestas que se reciban. “Por el momento tenemos un interesado en tomar varios metros, una importante escuela de idiomas, y además de dictar las clases, dejarían espacios para hostels y en el Chalecito una sala de conferencias y capacitación”, detalló Sethson Díaz.
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