
El virtual “viernes negro” de los mercados argentinos, en el que varias empresas locales que cotizan en Wall Street registraron pérdidas de hasta 8% y el dólar volvió a aumentar hasta tocar los $174 en su versión libre, es solo el primer coletazo bursátil y cambiario de la decisión de Morgan Stanley de sacar al país de su índice MSCI (Morgan Stanley Capital International) de “mercados emergentes” salteándose el índice homónimo de “mercados de frontera” para ubicarlo directamente en la categoría “standalone”, especie de salvaje oeste financiero en el que ahora cohabita con Jamaica, Trinidad y Tobago, Panamá, Bosnia, Bulgaria, Malta, Ucrania, Botswana, Zimbabwe, Líbano y Palestina, varios de los cuales lo acompañaron también en el Top 10 de la última edición del “Índice de Miseria Global”.
Lo inesperado no fue el descenso, sino su profundidad y velocidad. La decisión de MSCI no es de aplicación inmediata: la Argentina pasará a ser “standalone” recién a partir de enero de 2022, pero sus efectos sí lo son. Las empresas argentinas dejaron de ser elegibles para muchos inversores institucionales, lo que encogerá el pool de capital accesible. Y el capital, en todas sus variantes, es una de las cosas que más escasea en la Argentina.
Los coletazos bursátiles y cambiarios son los primeros, pero no los únicos y tienen que ver con la lógica de lo que Marcelo Elizondo, flamante presidente del Capítulo argentino de la Cámara de Comercio Internacional, llama “la nueva globalización”.
Globalizaciones
A diferencia de la globalización tradicional, centrada en el intercambio de bienes, dice Elizondo, la que se aceleró con la pandemia consiste en una serie de “flujos hexagonales”: además del comercio de bienes incluye el de servicios, la inversión extranjera directa, los flujos de información, conocimiento y datos (hoy el aspecto más dinámico), las “telemigraciones”, esto es el trabajo que personas hacen remotamente para empresas con sede en otros países, y los flujos de financiamiento privados.
El impacto directo es en estos últimos: menos crédito (y más caro) para las empresas argentinas y eventualmente también para el Estado, en la medida que la depresión de los valores bursátiles y de las empresas se traslade al de los bonos soberanos, reacercando el riesgo-país a los 1.600 puntos básicos.

El problema, dice Elizondo, es que el recorte y encarecimiento del financiamiento privado, afecta todos los flujos de la globalización. Con menos financiamiento hay menos inversión directa y menos comercio, porque se hace más caro exportar y se reduce la capacidad de importar. Y menos inversión y comercio de bienes y servicios arrastran el flujo de datos y conocimientos.
Más de lo que uno se imagina
“Esto tiene más impacto de lo que uno imagina; no es solo financiamiento bursátil. Hoy el cambio tecnológico requiere inversión constante y dirigida en gran medida a la innovación”, dice Elizondo, y precisa que en los países desarrollados el 80% de la inversión en Investigación y Desarrollo proviene de las empresas, 10% del Estado y 10% del sistema educativo.
“Cuando afectás el financiamiento a la innovación, afectás los flujos de conocimiento, tecnología, capital intelectual y capacidad de participar en cadenas internacionales de valor”, destaca Elizondo.
Hasta ahora, al menos algunas empresas argentinas cotizaban en Nueva York. El cese de ese canal afecta su capacidad de participar en la globalización. “Un tercio de las exportaciones mundiales es intrafirma, de compañías transnacionales que comparten información y capital intelectual”, explica el experto. El descenso indiciario no es simbólico, sino una mengua concreta de internacionalidad de la Argentina: de su gobierno, de sus empresas y, en variada medida, de sus ciudadanos, a los que el mundo les queda cada vez más lejos y les es a la vez más apetecible, como huidizo objeto de deseo.

Para graficar la pérdida de relevancia del país en la conversación económica global Elizondo recurre a dos indicadores. Por un lado, precisa que la inversión directa de empresas argentinas en el exterior es de apenas USD 40.000 millones, contra cerca de USD 800.000 del conjunto de América Latina. Las empresas argentinas, destaca hoy tienen menos presencia (a través de la inversión externa) no sólo que Brasil y México, sino también que Chile, Colombia y Perú. El otro indicador es el número de empresas exportadoras y el peso de sus exportaciones. Además del número de firmas que exportan, que ya lleva muchos años en caída, destaca su bajísimo peso. Solo 13 empresas exportan más de USD 1.000 millones, solo 46 exportan entre USD 100 y 1.000 millones y solo 309, entre USD 10 y 100 millones.
Mientras tanto, concluyó ante Infobae, en 2020 el PBI argentino cayó el doble que el PBI mundial y Vaca Muerta, la formación geológica con la que hace 10 años el país prometía transformarse en una potencia exportadora de gas y petróleo, hoy no alcanza a abastecer de gas a la Argentina, que este año volverá a aumentar las importaciones del fluido.
Una desglobalización que difícilmente satisfaga a los más fuertes críticos de la globalización y que el “standalone” promete profundizar.
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