
Ya previamente a la aparición de la pandemia en modo extensivo los índices del Indec daban cuenta de niveles muy bajos de actividad en el conjunto de los sectores industriales, la construcción y el comercio, mayorista y minorista, y la perspectiva para el trimestre marzo a mayo.
Pero ahora, ya se disponen de datos certeros que confirman esa tendencia, a partir de la aceleración de la recesión que surgió desde la vigencia de la primera cuarentena, desde el 20 de marzo, la cual fue prorrogada por segunda vez, en módulos de 14 días, hasta el 26 de abril, aunque con gradual aumento de las actividades decretadas “esenciales”, como es el caso del consumo energético por sectores de actividad, según un análisis de Jorge Day, economista investigador de Ieral de Fundación Mediterránea.
“Es un indicador temprano del impacto combinado de la crisis mundial y de la cuarentena a propósito de la pandemia. Así, en comparación con el tramo que va del 1 al 19 de marzo, el consumo energético entre el 20 de marzo al 13 de abril registró una caída de más de 70% en la industria automotriz, la metalúrgica, textil y la construcción; en torno al 50% en el comercio; entre 40% y 20% en la industria de la madera, extracción de minerales, químicos, refinerías y puertos; mientras que sólo se encuentra a tres sectores con merma inferior al 20%: servicios públicos, alimentos y extracción de hidrocarburos”, explica el economista en el informe semanal de la entidad que preside María Pía Astori.
Jorge Day identificó en esta etapa 3 factores que derivaron en la reducción de los ingresos en gran parte del sector privado y que ya se reflejaron parcialmente en los datos de la recaudación de impuestos en marzo: 1) menores cantidades vendidas, como el caso del comercio minorista, shoppings, hotelería, industria; 2) disminución de precios internacionales (petróleo); y 3) crecimiento de la morosidad, aun prestando el servicio o proveyendo los bienes (distribuidoras de servicios públicos y productores agrícolas).
Claramente, la contracción de la actividad es muy heterogénea, pero, como lo mostraron los datos anticipados del sector automotriz, el estudio privado resalta “la vinculada con la provisión de bienes y servicios cuya compra se puede postergar (autos, indumentaria, turismo, construcción y mercado inmobiliario), y menor en aquellos que se siguen consumiendo (alimentos, remedios, uso de servicios de internet). Llamativo es el de la extracción de petróleo. Su consumo energético ha disminuido poco, pero enfrenta un serio problema con los menores precios internacionales, cayendo a la mitad”.

Sobre esa base, Jorge Gay hizo una categorización de los sectores “acorde a la probable caída de las ventas a partir de la variación del consumo de energía, según datos de Cammesa (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico), despachos de cemento y otras ventas minoristas, que distribuyó en cuatro cuadrantes: arriba a la derecha “muy grave, por la relevancia de la disminución de las operaciones y el mayor peso que tienen en la participación en el PBI total": productos prescindibles, no alimentos; abajo a la izquierda “grave”: comercio de alimentos; bancos; químicos; comunicaciones y seguros; refinerías de petróleo; y “más grave”, abajo a la derecha: construcción; transporte de pasajeros y turismo; venta de automotores y otros bienes durables; textiles, principalmente.

Considerando el impacto por sectores, su distribución territorial y su participación en el Producto Bruto Geográfico, según datos del Indec y de las direcciones de estadística de provinciales, el Ieral construyó un índice de vulnerabilidad regional, para identificar a las provincias más afectadas por la crisis y la cuarentena, comprendiendo exclusivamente a a actividad del sector privado, y determinó en la primera etapa un ránking encabezado por Córdoba; Santa Fe; la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Chaco, Neuquén y Chubut. Con incidencia algo menor, pero igualmente muy significativa, se ubican La Pampa, Corrientes, Santiago del Estero, Salta, Tierra del Fuego y Río Negro.

El informe alerta: “un factor que puede variar este panorama es el agro, actividad muy estacional y que difiere en cada provincia, porque el inicio de la cuarentena se produjo en plena cosecha de uvas en Cuyo, y no se conoce qué ocurrirá con sus precios. Previamente venían de valores muy bajos, debido a los altos stocks vínicos. Ahora posiblemente se complicará porque, aunque la cosecha sea inferior, la menor demanda por la cuarentena no genera un impulso alcista en sus precios.
Jorge Day resalta en su análisis: “mientras más larga sea la cuarentena, mayor será la caída de ingresos, por lo cual no sólo se irán complicando los pagos (salarios, impuestos, etc.), sino además pueden cerrar varios negocios. Como no es fácil volver a recuperarlos, es vital evitar su quiebra. Inicialmente el gobierno nacional ha salido en su auxilio. Pero sus medidas no son sostenibles en el tiempo porque, al no contar con ahorros ni financiamiento, recurre a la emisión monetaria, con su correspondiente mayor inflación. Por ello, surge el planteo de cómo flexibilizar la cuarentena, minimizando los riesgos de esta epidemia”.
Más allá de que el Gobierno nacional viene analizando los casos puntuales y las actividades que podrán comenzar a volver a funcionar a partir de este lunes, el informe privado considera que las medidas restrictivas no son sostenibles en el tiempo porque, al no contar con ahorros ni financiamiento, recurre a la emisión monetaria, con su correspondiente mayor inflación. Por ello, surge el planteo de cómo flexibilizar la cuarentena, minimizando los riesgos de esta epidemia”.
En este sentido, el economista sugiere analizar la propuesta de Paul Romer, premio nobel de economía, que ha delineado pautas simples para controlar el contagio, tratando de mantener activo el sector productivo, como “llevar adelante una política de aislamiento inteligente, lo que significa que las personas sean testeadas varias veces, una vez cada dos semanas”.
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