
Con el paquete económico anunciado ayer, el Gobierno busca avanzar en la misma dirección que ya lo han hecho otros países cuyas economías fueron duramente afectadas por el coronavirus. China, Hong Kong, Italia, Francia, Inglaterra y ahora también Estados Unidos definieron políticas activas para que la producción y el consumo se vean lo menos afectados posibles. La diferencia no pasa por la dirección, sino por la magnitud. Mientras que desde la Casa Blanca hablan de “recursos ilimitados” y algo parecido ocurre en Europa, para la Argentina las limitaciones presupuestarias están a la orden del día. Alberto Fernández tuvo que definir un plan de emergencia para socorrer a la economía, pero partiendo de una billetera escuálida.
Las medidas anunciadas están enmarcadas por los serios problemas presupuestarios que ya arrastraban las cuentas públicas. En enero y febrero el gasto creció 10 puntos porcentuales más que los ingresos y la proyección marcaba una continuidad o incluso una profundización del déficit fiscal primario para 2020. Las últimas decisiones provocarán que ese rojo fiscal aumente todavía más, aunque no sería una magnitud significativa. El adicional para los jubilados que menos ganan y para la AUH sería “por única vez”, dejando al desnudo que el margen para llevar adelante estas políticas activas es acotado.
Es difícil calcular cuánto demandará el programa Repro, por el cual el Estado ayuda al sector privado a pagar sueldos, algo que funcionó adecuadamente sobre todo en la crisis de 2009. También tendrá costo fiscal la decisión de eximir de cargas patronales a los sectores más afectados por la caída de la actividad (hoteles, esparcimiento, restaurantes, cines y teatros) y eventualmente el componente de subsidio que tendrá el programa Procrear.
La suba del gasto y al mismo tiempo la pérdida de recaudación impositiva generará más déficit, con un agravante que sólo le pega a la Argentina: es el único país que se encuentra en situación de virtual default, con tasas exorbitantes y sin acceso al crédito. Por lo tanto, los recursos adicionales que requiera el Estado saldrán del Banco Central, que tendrá que emitir más pesos con el riesgo que implica sobre la cotización del dólar y la inflación.
El interrogante que es difícil de despejar a esta altura es si alcanza para amortiguar los efectos que esta crisis tendrá sobre la economía. La caída de la actividad en 2020 se ubicaría en niveles de 1,3% ó 1,4% según el consenso que manejaban las consultoras económicas. Ahora los nuevos pronósticos estiman que la caída será superior a 2%. En todo caso, el nuevo paquete procura evitar una verdadera “depresión” de la economía.
La crisis del coronavirus encontró a la Argentina muy mal parada. Virtual default, sin acceso al financiamiento, déficit fiscal y un consumo interno deprimido ya eran las principales características antes de que estalle la pandemia. Pero ahora se agregó otro factor, que es un fuerte debilitamiento del sector externo. Caerán las exportaciones por la menor demanda global y ya están cayendo fuerte los precios de las materias primas que exporta la Argentina. La soja ya cayó al borde de los USD 300, mientras que el petróleo ayer perforó los USD 30 el barril.
Tampoco está claro cuánto tiempo durará esta situación de emergencia. Por ahora las medidas de aislamiento corren hasta el 31 de marzo, pero existe una probabilidad importante de que las principales medidas sean prorrogadas. En ese caso se podrían requerir medidas adicionales.
En relación a los $ 320.000 millones en nuevos créditos para capital de trabajo de las PYME, se espera que el Central libere al menos parcialmente encajes para que los bancos tengan mayor margen prestable. Con tasa fija del 26%, se supone que al menos parcialmente estos recursos serán utilizados para hacer frente al pago de sueldos en medio del derrumbe de las ventas.
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