
Tras la grave crisis económica y financiera de 2008, Wall Street parece haber aprendido la lección y desde entonces los analistas y protagonistas del centro financiero más grande del mundo empezaron a prestarle más atención al surgimiento de sucesos como el que desencadenó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y que terminó arrastrando al resto del mundo en un proceso de recesión. Por eso ganó relevancia la idea del “cisne negro”, concebida por un matemático y ensayista de origen libanés llamado Nassim Taleb, que describe un acontecimiento inesperado que conllevaría consecuencias extremas que escapan a las previsiones de los economistas más avezados.
Ese concepto parece mutar por estos días en los que el calentamiento global y los fenómenos climáticos irrumpen como la “gran amenaza” de la próxima crisis global. Así, el cisne cambió de color.
“El cisne verde”, un libro de investigación recientemente lanzado por el Bank for International Settlements (BIS) –un organismo que reúne a 60 bancos centrales del mundo representando 95% del PIB– da cuenta de la posibilidad de que fenómenos climáticos como los incendios en Australia o los huracanes en el Caribe provoquen grandes daños financieros con réplicas mundiales.
Esos daños, asociados a mermas en la producción, subas repentinas de precios o la eliminación física de polos productivos, pueden conllevar un golpe directo tanto en el crecimiento económico de un país, como en la salud financiera de empresas e instituciones.
La publicación advierte que actualmente los bancos no podrán dar abasto a la hora de llevar adelante un salvataje por lo que se requerirá de un esfuerzo conjunto y coordinado de los bancos centrales pero también de los gobiernos y distintas instituciones.
La expresión “cisne verde” refiere a eventos financieramente disruptivos vinculados a desastres climáticos que podrían estar detrás de la próxima crisis. “El cambio climático plantea nuevos desafíos a los bancos centrales, reguladores y supervisores”, afirma la publicación.
En ese sentido, señala que los bancos centrales tienen un papel a desempeñar para evitar dicho resultado, incluso buscando mejorar su comprensión de los riesgos relacionados con el clima mediante el desarrollo de un análisis prospectivo basado en escenarios. “Este complejo problema de acción colectiva requiere acciones de coordinación entre muchos actores, incluidos los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y la comunidad internacional comunidad”, añade.

La investigación arroja que los bancos centrales pueden tener un papel a desempeñar para ayudar a coordinar las medidas para luchar contra el cambio climático que incluyen políticas de mitigación del clima, como la fijación de precios del carbono, la integración de sostenibilidad en prácticas financieras y marcos contables y el desarrollo de nuevos mecanismos financieros a nivel internacional.
Según la publicación del BIS –también conocido como “el banco central de los bancos centrales”–, las posibles implicaciones económicas de los riesgos relacionados con el cambio climático se debatieron durante décadas, pero no pasó eso con el impacto financiero, que fue ignorado en gran medida.
“Los riesgos físicos y de transición pueden materializarse en términos de riesgo financiero de cinco maneras”, explica el informe:
- Riesgo de crédito: “Los riesgos relacionados con el clima pueden inducir, a través de la exposición directa o indirecta, un deterioro en la capacidad de los deudores para pagar, lo que conduce a mayores probabilidades de incumplimiento y una mayor pérdida. Además, la posible depreciación de los activos utilizados para garantías también puede contribuir a aumentar los riesgos crediticios”.
- Riesgo de mercado: “En un escenario de transición abrupta (por ejemplo, con activos importantes varados ), los activos financieros podrían estar sujetos a un cambio en la percepción de rentabilidad de los inversores. Esta pérdida en el valor de mercado puede conducir potencialmente a “fire sales” [o ventas a precios de remate], lo que podría desencadenar una crisis financiera”.

- Riesgo de liquidez: “El riesgo de liquidez también podría afectar a bancos e instituciones financieras no bancarias. Por ejemplo, bancos cuyo balance se vería afectado por el crédito y menos posibilidades de refinanciación a corto plazo, lo que podría generar tensiones en el mercado de préstamos interbancarios”.
- Riesgo operativo: “Este riesgo parece menos significativo, pero las instituciones financieras también pueden verse afectadas por su exposición directa a los riesgos relacionados con el clima. Por ejemplo, un banco cuyas oficinas o datacenters se ven afectados por riesgos físicos podría ver alterar sus procedimientos y los de otras instituciones de su cadena de valor”.
- Riesgo de seguro: “Para los sectores de seguros y reaseguros, los riesgos físicos podrían derivar de pagos de reclamos de seguros más altos de lo esperado”.
“Es poco lo que los flujos monetarios y financieros pueden hacer frente a los impactos irreversibles del cambio climático. El desarrollo y la mejora de la evaluación de riesgos y la regulación relacionada con el clima serán esenciales, pero no serán suficientes para preservar la estabilidad financiera en la era de cambio climático”, advierte.
Y remarca que “los modelos predictivos del pasado no están diseñados para responder a esta nueva amenaza climática”, por lo que sugieren a los expertos que desarrollen nuevas fórmulas que permitan enfrentar los riesgos asociados a eventos climáticos extremos.
Por último, sostiene que si ocurriera de nuevo una crisis como la de 2008, los bancos centrales del mundo ya no contarían con la capacidad para llevar a cabo un nuevo rescate y considera que su desempeño resulta vital para regular y mantener bajas las tasas de interés.
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