
Mauricio Macri hizo una buena elección. Logró levantar vuelo tras aquel derrumbe de las PASO. Pero más allá de los buenos deseos la grieta se agrandó. La intolerancia y la agresión verbal siguió primando en los comentarios, en las redes, como si el resentimiento siguiera presente.
El PRO y Cambiemos siguen intactos y con demostración de fuerzas si se siguen los resultados electorales en Córdoba, en Mendoza y en la capital del país. No se podrá manejar a los gobernadores que vienen con intrigas o con gritos. Tienen una base de apoyo envidiable. Pero ahora, mágicamente, todos quieren olvidar el pasado.
Y son muchos los que empezaron a aprender que solucionar la problemática económica es imprescindible, pero también se necesita cintura política para proponer las soluciones adecuadas. No se conoce la receta precisa para superar la crisis.
En un discurso extendido pero diagramado anteriormente por el círculo íntimo de los Fernandez, el futuro nuevo gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof reflejó el error del PRO. Se trata de lo que tenía que haber hecho Mauricio Macri tras el triunfo del 2015: un arqueo de caja. No haberlo concretado signó su administración.
Un balance del paquete que se recibe de las autoridades anteriores es imprescindible. Explicar los números y estadísticas y todo lo que significan, también; y precisar el daño que producen las malas prácticas. Así, los Fernández hicieron lo imposible para demostrarle a Mauricio Macri cómo se debe actuar.
Más allá de todo, los discursos desde las dos tribunas fueron sobrios, dialoguistas y no belicistas. Muchos son los que no lo quieren ver de esa manera pero el medidor demuestra que Cristina Fernández Fernández de Kirchner hizo un esfuerzo para dejar su agresividad en el rincón. Y Alberto Fernandez no atacó, sabiendo que sin la colaboración de Cambiemos en la administración de las reservas en el Banco Central parte del trabajo que viene estará perdido. El peronismo volvió a demostrar que más que un partido es una religión. Utiliza algo de misticismo para explicar la realidad.
El mundo nos ve con lupa en medio de una Sudamérica electrizada por la gran crisis de la desigualdad social.
La deuda externa es terreno minado, las reservas no dejan lugar al optimismo extremo
Aunque no sólo se trata de lo que el país debe y el cumplimiento de los compromisos externos sino de un oscuro escenario económico para los dos o tres años que vendrán. Todo balance es preocupante.
El macrismo eligió abundante endeudamiento para achicar los déficits que recibió del gobierno kirchnerista. Se vio condicionado a hacer también ellos el populismo que se repudió en su momento.
La crisis se fue profundizando y la sociedad quedó desprotegida entre el uso de la capacidad de producción industrial que cayó menos de 50% en el último año, un mercado de consumo achicado, empresas con el agua al cuello por los altísimos costos financieros, no controlados desde arriba.

A los que se agregó el achicamiento empresario, crisis muy seria en las pymes, desempleo como consecuencia de un agónico mercado interno y, como si fuera poco, un incremento de la pobreza heredada del Kirchnerismo.
El ajuste impuesto por el Fondo Monetario y aceptado por las autoridades argentinas produjo mucho daño: todos los indicadores se fueron reduciendo, jibarizando ante la impotencia de varios economistas que erraron en sus diagnósticos.
En un año y medio el peso argentino perdió más del 60% de su valor, la tasa de riesgo país (por arriba de los 2.100 puntos) nos trasladó a una posición de casi default. La acción para salir de este estancamiento, refinanciar la deuda y modificar los indicadores es una tarea para gladiadores que además necesitan buena suerte, porque los tiempos apremian.
Lanzada tamaña crisis, imparable, es imprescindible ejercer y utilizar la buena política. Las demandas de empresarios y dirigentes sindicales no pueden ser paliadas con actos de magia y suman más de dos veces el Producto Bruto Interno.
El ritmo del dólar, que expresa la opinión de la sociedad que busca protección, muestra la fragilidad del futuro gobierno. Si el dólar tiende al alza se perjudican los salarios pero ganan las exportaciones. Si el dólar se estanca hay menos taquicardia, más oxígeno, pero no se generan alicientes para buscar nuevos mercados en el exterior. Elegir es muy complicado.
Otro tema futuro son los juicios contra la corrupción que acorraló en su momento al Kirchnerismo y a los empresarios “amigos". Si siguen adelante quedará demostrado que las república y las instituciones funcionan. Si se paralizan los principios elementales de la democracia quedan atrofiados. El clima final impactará o no en la búsqueda de las soluciones económicas.Todo está por verse.
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