
El pie izquierdo de Diego Maradona, la varita mágica de los botines con cordones sueltos, esconde un secreto: sigue aquí, entre los mortales. Como en las películas de intriga, quedó sembrado como un tesoro, en uno de sus hogares históricos, oculto en uno de los miles de homenajes que florecieron tras la muerte del ídolo, en 2020. Y, como pista de su autenticidad, de que no se trata de un trozo de bronce más, reluce en color oro.
No es la única parte del cuerpo de Pelusa inmortalizada. También “vive” el intrépido puño izquierdo que se escondió detrás de su frondosa cabellera para golpear la pelota anticipándose a Peter Shilton en la “mano de Dios”, el gol que abrió la cuenta en el mítico triunfo de Argentina frente a Inglaterra por los cuartos de final del Mundial de México.
La historia, en realidad, nació en Dubai, donde Diego vivió entre 2011 y 2018, dirigió a dos equipos (Al Wasl y Fujairah FC) y fue embajador deportivo de los Emiratos Árabes. Allí surgió una propuesta: la de tomarle el molde del puño izquierdo y el guante hábil para la posteridad. La acercó una empresa que contaba con los recursos para hacerlo y que tenía experiencia en el ramo: el Diez se enganchó con la idea.
Pues bien, Maradona concurrió a la sede, dejó sus dos sellos; su entorno se llevó una especie de manual de uso para aquella matriz y hasta un video explicativo con las alternativas que ofrecía el peculiar producto.
La idea merodeaba las mentes de Matías Morla (apoderado del astro), Stefano Ceci (también cercano y catalizador de negocios en Europa) y el propio fantasista: la venta de un artículo premium para coleccionistas, el pie de Diego o la mano de Dios; incluso, por qué no, bañada en oro. Entonces sólo quedó en una iniciativa, con el grabado ya concretado en caso de activarla.
El 25 de noviembre de 2020, Diego murió. ¿En manos de quién habían quedado los moldes tomados a partir de las extremidades del astro? Del Tano Ceci, quien entonces contaba con un contrato firmado de explotación de imagen, rubricado por el ex futbolista tres meses antes de su deceso; más precisamente el 17 de agosto. Esa firma fue cuestionada ante la Justicia argentina por Sattvica, la firma que posee los derechos de la marca Maradona y preside Rita, una de sus hermanas; y los herederos del Diez.
En el medio, surgió la iniciativa de la estatua en el estadio de Napoli. Y la réplica del pie del ex enlace llegó al reconocimiento metálico en la ciudad que lo hizo deidad.
Vale la pena revisionar quién es Stefano Ceci. Conoció a Diego hace 20 años: la relación comenzó como un vínculo entre ídolo y admirador. Entonces viajó para conocerlo a Cuba, donde el Diez se había afincado en el complejo La Pradera para tratar sus adicciones. Como no lo dejaron entrar, decidió hacer base en la puerta. Allí durmió una, dos, tres noches, cual indigente, observando los movimientos del entorno de Maradona, pero sin suerte.

Hasta que Guillermo Coppola, entonces representante del ex capitán de la selección argentina, se apiadó de Stefano e intercedió para el encuentro. Desde ese instante no se le despegó más. Así, el Tano se fue ganando la confianza del ex futbolista, avanzando casilleros, al punto que en 2015 firmó el libro “Maradona, el sueño de un niño” (o “il sogno di un Bambino”, en italiano) en el que narra sus experiencias junto a la leyenda.
Ceci dejó de ser el osado desconocido que se transformó en homeless por unos días para acercarse a Maradona y quedó fijo dentro de su círculo íntimo. Lo acompañó en su aventura en Dubai, en la que muchas veces lo confundían como parte del cuerpo técnico. Compartió cumpleaños, las fiestas de fin de año, como un familiar más. Su cuerpo está tapizado de tatuajes de Maradona. Formó una familia y, para no dejar dudas sobre su admiración, a su hija la bautizó Mara Dona Ceci. Y ungió como padrino a… Sí, la figura de fama mundial.
Hasta aprendió a manejarse con soltura con el español, aunque en las charlas con Pelusa eran normales algunos baches en el idioma. Allí surgía el humor de Maradona para aguijonearlo. “¿Sos boludo, Tano?”, bromeaba cuando no entendía alguna chicana. “Dieco, Dieco (sic)”, le respondía Ceci en esas ocasiones.
Hace tres años, consultado por este medio, Ceci se excusó de dar detalles del frente judicial y el caso “pie de oro”, aunque ofreció su descargo “Lo digo de corazón, yo estuve a lado de Diego durante 20 años y sé bien lo que le di y le sigo dando también hoy que no está. Todos saben cómo amé a Diego, le di más de mi mitad de mi vida”, señaló.
Mientras, el pie izquierdo de Maradona, una copia perfecta, completa la estatua que lo honra en uno de los escenarios en los que cambió el paradigma del fútbol. Ya no esquiva ingleses que se derrumban ante su habilidad o le susurra la dirección exacta a la pelota. Pero custodia la magia para la eternidad.


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