Lisandro Martínez se refirió a varias cuestiones que nunca había abordado públicamente respecto a su vida y carrera profesional. Entre otras, detalló cómo fue el cruce que tuvo con un entrenador en Newell’s que derivó en su salida del club y llegada a Defensa y Justicia. Además, la dura infancia que lo tocó vivir en Entre Ríos con su familia, donde admitió haber “pasado hambre” y no esquivó el bulto al hablar de la política nacional.
Respecto a las diferencias políticas en el país y sus expresiones recurrentes en las redes sociales, puntualizó en Clank: “Somos argentinos, ¿cómo no podemos tirar todos para el mismo lado? Cuando pasan ciertas cosas, da impotencia. Siempre lo traslado al fútbol. ‘Che, estamos jugando un partido y nos estamos pegando entre nosotros... si tenemos que ganar nosotros’. Sos del mismo país, cómo te vas a andar peleando o tirándote con todo. Yo hablo como argentino, no busco un beneficio ni absolutamente nada. Yo también tengo a mi familia viviendo en Argentina y obviamente tengo empatía y comprensión con toda la gente“.
Al mismo tiempo, Licha admitió sentir una polarización y grieta: “No me olvido más que cuando salimos campeones del mundo se abrazaban los hinchas de Central y los de Newell’s, los de Boca y River. Eso fue genial. ¿Si podría haber unión más allá de cuando se gana un Mundial? Tendrían que decir ‘che, basta loco. Si la Selección pudo unir a todos, ¿por qué ustedes no pueden?”.
Por otra parte, Lisandro contó detalles inéditos de cómo se originó su salida de Newell’s en 2017 para explotar en Defensa y Justicia y dar el salto a Europa. “A mí me hizo debutar (Juan Pablo) Vojvoda, pero lo bajaron a Reserva y trajeron al Chocho Llop. Cuando empezó la pretemporada, palpé lo que iba a pasar. No me ponía, estaba en el tercer equipo y jugaba 5 minutos. Me empecé a calentar y preguntarme qué le pasaba a este que no me ponía. Un día estábamos haciendo fútbol, me tiraron un pelotazo alto y me venía a presionar Guevgeozian. Yo mato la pelota y se la doy al lateral. El tipo (Llop) paró el entrenamiento como diciendo ‘¿qué hacés?’. Quería que la revolee, cero fútbol. Yo pensé en seguir con lo mío, con mi estilo. A él no le gustaba, no quería que corriera riesgos, quería que la reventara“.
Eso lo llevó a replantearse su estadía en Newell’s, donde se formó y recién había debutado. “Si no sale la pelota limpia de atrás, ¿cómo vamos a hacer para atacar y hacer goles? Yo tenía esa mentalidad", remarcó Martínez, quien recordó que habló con el presidente Eduardo Bermúdez para advertirlo de la posibilidad de ser transferido a Defensa y Justicia. El directivo lo envió con Llop, con el que tuvo el último careo antes de cambiar de equipo.
“Quería hacer mi camino, demostrar quién era, sentirme importante en otro club porque sabía que ahí no lo iba a poder hacer. Le dije al Chocho que, como me tenía de última opción, me diera su autorización para irme a Defensa. Viste cómo es, todos quieren quedar bien con todo el mundo. Me dijo ‘faaa, yo te quería poner de lateral por izquierda’. En ese momento estaba Milton Valenzuela. Le digo ‘no, segunda opción de vuelta, no’. Te ahorro un problema. Avisale a Bermúdez que me autorizás y me voy. Y así fue”, recordó sobre la última charla con el ex DT.
Sebastián Domínguez, compañero en Newell’s, lo había “tutelado” a Lisandro cuando fue promovido a Primera por Lucas Bernardi. “Desde que subí, me amó. Hasta el día de hoy que nos mandamos mensajes. Él se interesó en mi situación, quería que tuviera un buen futuro y me escribió para decirme que sabía que no me tendrían en cuenta en Newell’s y que en Defensa estaba Nelson Vivas, que estaba interesado. Ese equipo me encantaba porque era mi estilo de juego. Estuvo poco Vivas en Defensa, pero llegó Juan (Vojvoda) y ahí empiezo a jugar. Confió ciegamente en mí y yo le respondí. Jugué un torneo entero, pero no nos fue bien. Llegó (Sebastián) Beccacece y explotamos muchos jugadores”.
OTRAS FRASES DE LISANDRO MARTÍNEZ
- Su dura infancia en Gualeguay (Entre Ríos). “Vengo de muy abajo, sé lo que es luchar, pasar hambre, frío, calor. Yo trato de mejorar y de aprender de todo. Cuando voy a los años anteriores de mi vida, no la pasé muy bien. Eso es lo que me da fuerza para el día de hoy salir a comerme el mundo. ¿Si pasé hambre? Sí. De muy chico, éramos una familia muy grande. Convivíamos tres familias, mis abuelos, mis tíos y primos, todos en un mismo terreno, con tres casas divididas. Comía al mediodía y, a la noche, tomábamos un té con un pan. Eso era normal. De grande vas teniendo consciencia. De chico no te das cuenta, vos vivís, estás todo el tiempo jugando a la pelota en el patio de la casa con toda la gente del barrio. Tal vez sin eso, hoy no sería lo que soy, así que soy un agradecido de la vida. ¿Qué porcentaje de chances hay de que un chico de Gualeguay, del barrio que salí yo, llegue hasta donde llegué hoy?
- La difícil adaptación al Ajax. “Me costó dos meses. Hice la pretemporada y no llegaba a ninguna. Me tiraba al piso, último recurso y no llegaba. Ellos estaban ágiles, a un toque, lo mismo que en el control. Yo salía a presionar y ellos controlaban y jugaban rápido. Me costó mucho el cambio. Hasta que empecé a jugar, conocer más a mis compañeros, al equipo. Aprendí inglés. No hablo dutch (neerlandés), pero en inglés pude comunicarme. Sin dudas, el Ajax es una escuela de fútbol”.
- Los padres de Lisandro, sus primeros entrenadores. “Al Club Atlético Urquiza y Libertad de Gualeguay los tengo muy presentes. Mis viejos trataban de juntar en dos bicicletas a todos los chicos. Eramos 7 más o menos en dos bicis. Una pasión le ponían... Tenía una relación de entrenador-jugador. Si me tenían que cagar a pedos o dar un correctivo, me lo daban. Pero siempre fui de respetar y lo que quería era jugar al fútbol nada más. Pegarle a la pelota. Fue hermoso. De más grande me fui a Libertad, ahí pude debutar en Primera joven y después me fui a Newell’s”.
- Su poder de resiliencia ante las lesiones o malos momentos. “Siempre pienso en que, pase lo que pase, hay que aceptar y tener adaptación. Cuando me lesioné, estaba en casa con mi mujer embarazada, faltaba poco para el nacimiento de mi hija. Yo me preparaba en silencio para lo peor. Pensaba en los ligamentos, los meniscos. Y decía ‘bueno, a buscar soluciones’. Se confirmó la lesión y, al otro día, vinieron el médico y el kinesiólogo. Yo ya estaba preparado, mandé a mi mujer a la cocina para que no sintiera el estrés de una noticia fea. Ellos vinieron con cara larga, tristes, y al final terminé consolándolos yo, les dije va iba estar todo bien. Me preparé para esa situación”.
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