Como todo lo vinculado a Diego Maradona, la secuencia se tejió como el guion de un film espontáneo, casi natural. Las partes estaban destinadas a encontrarse. El artista Gastón Liberto, autor de una serie de murales de Diego Maradona en distintos lugares icónicos en su vida -la saga se titula “El Camino de Dios”- hizo escala en Nápoles para continuar con su obra. Lo que no imaginó es cómo iba a dar con el lienzo perfecto. Casi bendecido por el Diez.
“Decidí buscar en el casco antiguo de Nápoles el lugar ideal para el mural. Tras una jornada intensa recorriendo sus calles, disfrutando la belleza, el contraste y la pasión que caracterizan a la ciudad, llegué a una pequeña panadería. Allí le comenté mi proyecto al dueño, quien de inmediato llamó a un joven que estaba afuera", le contó Liberto a Infobae.
“El muchacho, sin dudarlo, me invitó a seguirlo. Como en una película, recorrimos un laberinto de callejuelas hasta llegar adonde estaba reunida la hinchada del Napoli. Les conté mi idea a los ultras y, entusiasmados, salimos juntos a ver varios lugares del barrio”, reveló el hilo rojo o, mejor dicho, celeste y blanco.
“Fueron dos jornadas intensas bajo el sol napolitano, acompañado por la mejor comida del mundo y rodeado de canciones de la selección argentina y del Napoli. Me contaban anécdotas de Maradona, lo que él significa para el pueblo, la emoción del fútbol en la piel y el amor que sienten por los argentinos; todo con el corazón. Cada persona mostraba su tatuaje de Diego y compartía una historia personal”, se explayó el artista.

La imagen elegida para el mural muestra a Maradona en 1984, a sus 24 años, en el momento en el que el astro argentino se encontró con la vida y la pasión del sur de Italia. Tiene la sonrisa angelada, con la marca de la ilusión de dejar atrás los avatares de Barcelona y comenzar una historia grande, que derivó en cinco títulos (dos Serie A, la Copa Italia, la Copa UEFA -hoy Europa League- y la Supercopa de Italia) y un amor eterno.
La obra ofreció un bonus track: “Me propusieron retratar junto a Diego a Cristian Vollaro, músico callejero muy querido por el barrio y autor del último himno del Napoli, que hoy se canta en el estadio, aunque él nunca llegó a escucharlo porque falleció antes”.
Entre pincelada y pincelada, los ultras del Napoli, que habitualmente se ubican en la Curva 1 y la Curva 2 del estadio que hoy lleva el nombre de Pelusa, compartieron sus aventuras junto al ídolo. Y Liberto regaló algunas de las historias en charla con Infobae.

“Mientras pintaba, me fueron contando lo que significa Maradona para ellos. Me decían: ‘Los del norte tenían la plata, los estadios, los títulos… Pero a nosotros, que no teníamos nada, nos mandaron al más grande. Y él dijo que no iba a jugar para ningún otro en Italia. Ni Juventus, ni Milan, ni nadie. ¿Sabés lo que es eso? Eso no se compra, eso es fe. Diego no era solo nuestro capitán, era un milagro con botines’“, amplió el muralista.
“‘Todos los napolitanos creen en Maradona, pero no todos creen en Dios’, fue una de las frases que me repetían. Y con recorrer un poco la ciudad, te dabas cuenta de que es así”, describió sobre el hogar del último campeón de la Serie A de Italia, un hito que ahora parece más normal, pero que en los 80 representaba una utopía. Hasta que llegó él...
Aquellos años dorados sembraron historias que alimentan el mito. Historias hermosas, que los ultras contaron con pasión, mientras Liberto pintaba otro retazo de la gloria que Maradona parió.

Reza la leyenda, o los ultras mientras veían cómo las manos del artista corporizaban a su deidad, que, una tarde, mientras volvía en coche a su casa, Diego vio a un grupo de chicos jugando al fútbol en un callejón. E hizo una de Diego. “Frenó el auto, bajó y sin avisar se unió al partido. Jugó descalzo, se rió, se tiró al piso. Los chicos no podían creerlo: ¡estaban jugando con Maradona! Una vecina le ofreció agua, y él se quedó un rato más charlando con todos. Esa tarde quedó en la historia del barrio", le narraron a Liberto.
El Diez siempre llevó a sus orígenes como un sello de sus gambetas. Sobran los ejemplos de situaciones en las que vio a otro" Dieguito" a los ojos y encontró un espejo al que rescatar.
Uno de ellos fue uno de los acompañantes del muralista mientras componía su obra. Y lo conmovió. “Crecí en un barrio duro de Nápoles. La calle era peligrosa, muchos amigos terminaron mal. Yo pasaba los días en las calles, sin rumbo. A veces, Diego pasaba por ahí. Sí, Maradona. Siempre que me veía, me decía: ‘¿Qué hacés a esta hora en la calle pibe? Esto no es para vos. Vos tenés que jugar’“, prologó su interlocutor.
“Yo no le decía nada, solo me reía. Hasta que un día frenó el auto, se bajó, me miró serio y me dijo: ‘Si vas a jugar, jugá en serio’. Y me regaló unos botines nuevos, de mi número. Nunca nadie me había dado algo así“, continuó, todavía sorprendido pese al paso del tiempo.
“Desde ese día no volví más a la esquina. Empecé a entrenar. No fui famoso, pero cambié mi vida. Todavía tengo esos botines. Porque en un barrio donde nadie veía nada… Diego me vio”, concluyó.
Por historias como esta, como una iglesia a cielo abierto, Nápoles está repleta de imágenes de Maradona, como la del flamante mural. “Dios lo eligió para nosotros. Yo lo digo siempre, y no me tiembla la voz: a Maradona lo eligió el propio Jesús para que juegue en el Napoli”, repitió uno de los ultras como un mantra. Y a la fe no se la discute, se la respeta.

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