Cada vez que Independiente sale del país para jugar algún encuentro en Sudamérica, la barra exporta su interna al resto del continente. Y así como en enero se agarraron fuerte en Uruguay en medio de un partido amistoso frente a Defensor Sporting, esta vez la batalla se produjo en Potosí, Bolivia, momentos antes del debut del Rojo en la Copa Sudamericana. Hubo corridas cerca del estadio entre los 50 miembros más importantes de Los Dueños de Avellaneda, la barra oficial, y los 30 más conspicuos de La Gloriosa Banda de Independiente, que es la disidente. Y, como era cerca del estadio, la Policía boliviana logró meterse y parar lo que podría haber terminado en masacre, más que nada porque de la intervención de las fuerzas de seguridad surgió que hubo cuatro detenciones y uno de los barras tenía un arma apta para el disparo.
La guerra viene desde hace tiempo y se sabe que en Avellaneda, con grandes operativos de seguridad en el estadio Libertadores-Ricardo Bochini, no vienen ocurriendo situaciones que se desborden. Pero afuera es otra historia. Esta vez se creía que sólo viajaría la barra oficial, que tomó un avión el lunes a la madrugada hacia Salta y desde allí, apenas arribó al aeropuerto General Martín Miguel de Guemes, la estaba esperando un micro para recorrer los 752 kilómetros que separan a la provincia argentina de Potosí. Y allí llegó en la noche del lunes y se alojó en un hotel a la espera del partido.
Lo que no habían previsto los organismos de seguridad era que la facción disidente, encabezada por David Escubilla y su hermano Emanuel, conocidos en la tribuna como los “hermanos Caña”, también haría un viaje, pero de 30 integrantes y partiría desde otro lugar, Jujuy, y estableciéndose en la ciudad bolivana desde las primeras horas de este martes.
Con ese panorama, era casi imposible que no se cruzaran y, dos horas antes del encuentro, cuando ambas facciones se dirigían hacia el estadio Víctor Agustín Ugarte donde hace de local el Real Potosí, se encontraron en plena avenida. Confiando en su mayor caudal de barras, la facción de Los Dueños de Avellaneda empezó a ir hacia donde estaba La Gloriosa Banda de Independiente y hubo corridas en masa. La situación puso en alerta a los pobladores de Potosí, que no se imaginaban lo que estaban viviendo y alertaron a la Policía, cuyo operativo de seguridad se había montado a 500 metros del enfrentamiento.
Así, varios patrulleros llegaron rápidamente y se interpusieron antes de que las cosas pasaran a mayores, justo cuando los barras oficiales habían acortado la distancia que los separaba de los disidentes a menos de 50 metros. En esa intervención de las fuerzas de seguridad hubo cuatro detenidos y se secuestró un arma que uno de los barras descartó ante la posibilidad de ir preso en un país vecino, sin manos amigas que pudieran hacerle zafar de una situación judicial complicada, ya que la tenencia ilegal de arma en Bolivia tiene una pena alta, mucho más si se es extranjero.
Claro que la tensión de la calle se trasladó al estadio. Los primeros en ingresar fueron los miembros de Los Dueños de Avellaneda, que se ubicaron en la popular detrás de la cabecera a la que van siempre los visitantes. A los de La Gloriosa Banda de Independiente les avisaron que no podían compartir tribuna y la idea era directamente no dejarlos pasar o que fueran a un sector totalmente separado, para que no se repitiera lo que se vivió en Uruguay, cuando los incidentes se desarrollaron en todo el espacio y el partido debió demorarse por casi una hora hasta que se calmó la situación y todo terminó con dos hinchas heridos de arma blanca.

La de esta tarde fue el hasta ahora último capítulo de una serie de terror que nadie parece estar dispuesto a parar. Si bien los problemas se vienen arrastrando desde hace dos años, todo recrudeció desde agosto del año pasado cuando los Escubilla reclutaron a mucha gente que había quedado afuera de la barra y que en otra época se referenciaba en Pablo Bebote Álvarez, y fueron a presentar sus credenciales con un tiroteo en la parrilla El Tano de Wilde, donde la barra oficial estaba festejando el cumpleaños de uno de sus integrantes.
Desde entonces, a ese grupo le pusieron derecho de admisión y hubo episodios violentos de un lado y de otro, mientras el club siempre apoyó a Los Dueños de Avellaneda, cuyos líderes son Juan Ignacio Leczniki y Mario Nadalich. En febrero David Escubilla fue hasta la sede para enfrentarse con este último y grabó un video en el que dejó en claro que el líder oficial no quería pelear. Era un intento de generar una gresca para que lo incluyeran en el derecho de admisión. Lo que no obtuvo con Nadalich, cuya base de operaciones está en la Villa 21-24 de Barracas, sí lo consiguió con Leczniki, quien agredió a hinchas tres semanas atrás en el Libertadores de América y estará fuera de los estadios por cuatro meses.
Desde ese momento parecía que había una tensa calma y, de hecho, el sábado pasado, en el partido contra Godoy Cruz, todo fue una fiesta con goleada incluida. Pero ambos sectores estaban velando las armas. Y las sacaron a relucir esta tarde, en el debut de la Copa Sudamericana. Porque Argentina ya ha demostrado ser una potencia en exportación de la violencia barrabrava.
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