
La pesadilla parecía no haber terminado. Aquella dura derrota en el debut ante Camerún había puesto en apuros a la Argentina, que estaba obligada a ganarle a la Unión Soviética (URSS) por la segunda fecha del Grupo B para no sufrir con una eliminación en primera fase, lo que rozaría el papelón por tratarse del vigente campeón mundial.
Estos temores se multiplicaron cuando a los diez minutos de partido, Nery Alberto Pumpido sufrió una gravísima lesión que lo sacó por completo del Mundial. El choque contra el Vasco Olarticoechea le provocó una fractura de tibia y peroné de la pierna derecha que obligó al ingreso de Sergio Goycochea, quien ya se probaba la pilcha de héroe y salvador en los penales ante Yugoslavia, por los cuartos de final, y el anfitrión Italia, en semifinales.
Goyco todavía no se había acomodado bajo los tres palos, cuando llegó una acción muy clara para los soviéticos. En ese instante preciso, la picardía de Diego Armando Maradona apareció en todo su esplendor. Como ocurrió cuatro años antes frente a Inglaterra por los cuartos de final del Mundial de México, el capitán argentino salvó a la Albiceleste con “la otra mano de Dios”.
Fue un centro picante desde el tiro de esquina izquierdo, Oleg Kusnetsov se anticipó a José Basualdo y peinó la pelota en vértice del área chica. Con Goycochea de frente y con un balón que buscaba destino de gol, Maradona alcanzó a meter el manotazo derecho salvador para despejar y evitar así un tanto lapidario. Pese al fuerte reclamo de los soviéticos, el árbitro sueco Erik Fredriksson no sancionó penal y en el banco argentino esta polémica acción de Diego se festejó casi como un gol.
Por supuesto, el enojo fue evidente en los soviéticos y sobre todo en su entrenador, Valeri Lobanowsky, quien así lo hizo saber en una caliente conferencia de prensa.
“Fredriksson no puede arbitrar un partido más en su vida. Cuando se cometen fallos de esta magnitud en un Mundial, el resultado se falsea. El árbitro no ha visto un penalti que hemos visto todos. Esta decisión ha condicionado el partido. Después Fredriksson ha querido reparar su daño con una multitud de faltas favorables en el centro del campo. Espero que algún día se haga justicia contra este árbitro”, disparó el DT europeo tras el partido, sin saber que pese al 4-0 ante Camerún en la última fecha quedarían eliminados en primera ronda por terminar cuartos en el grupo, a solo una unidad de Argentina, que pasó de fase como mejor tercero.
“Todos fallamos en el fútbol, incluidos los árbitros”, declaró Maradona en una rueda de prensa que había entrado en ebullición. Pero tiempo después, con su particular picardía, el capitán argentino reconoció: “En el Mundial de 1990 también usé la mano contra la Unión Soviética para despejar una pelota en la línea nuestra. En aquel momento el árbitro tampoco la vio, ¡tuvimos suerte!”.
“La otra mano de Dios”, como la bautizó Diego, tiene diferencias sustanciales respecto a la que hizo contra Inglaterra en México 1986. Contra los ingleses, Maradona utilizó su puño izquierdo para marcar el 1-0 parcial, previo a su obra de arte con escalada desde la mitad de cancha, mientras que ante la URSS apeló al manotazo derecho para evitar el tanto clave en contra. Por supuesto, ambas terminaron siendo igual de celebradas por su importancia tanto en el contexto del juego como en el torneo.
Aquel 13 de junio de 1990, el estadio San Paolo, donde los napolitanos se maravillaron con el mejor Maradona futbolista, fue testigo de una nueva acción, polémica por cierto, pero que quedaría grabada en la historia. Esa atajada de Diego dentro del área, la cual hoy cumple 30 años, le permitió al equipo de Carlos Salvador Bilardo salir airoso de una situación que hubiera hipotecado muchísimo los objetivos del plantel.
Como por arte de magia o, -mejor dicho-, por la magia del Diez, el equipo superó este difícil trance y pudo encarrilar el rumbo. Primero en el partido, gracias a los tantos de Pedro Troglio y Jorge Burruchaga para el triunfo final por 2-0; y luego para ir sorteando una a una las siguientes pruebas que vendrían para alcanzar una nueva definición del certamen más importante del mundo a nivel selecciones.
Además de la otra mano de Dios de Maradona, aquel Mundial de Italia 90 quedará en la memoria de todos por el sorpresivo traspié del debut, ante los violentos cameruneses, por ser la Selección que menos partidos necesitó ganar para llegar a una final de la Copa del Mundo (solo a la URSS y a Brasil, en octavos) y por perder el encuentro decisivo ante Alemania, con un arbitraje muy polémico de Codesal.
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