
En 1982, los pilotos militares y comodoros (retirados) Antonio “Tony” Zelaya, Daniel Gálvez y Carlos Alfredo Rinke se subieron a los A4-B Skyhawk de la Fuerza Aérea Argentina y, desde San Julián, provincia de Santa Cruz, desafiaron en la guerra de Malvinas a un enemigo que, si bien los superaba en medios y tecnología, no lo hacía en coraje y talento.
Ellos fueron “Los halcones” de la V Brigada Aérea de Villa Reynolds, el verdadero terror de los ingleses.
Desde Córdoba, y en un profundo diálogo con DEF, revelaron los detalles de las misiones que les tocó cumplir en la guerra de Malvinas.
Contra blancos navales: “Éramos muy buenos”
Cuando se le pidió a la Fuerza Aérea que, en vez de enfrentar objetivos terrestres (para lo que estaban entrenados), atacasen blancos navales, los pilotos no lo dudaron y, de hecho, lo hicieron con total heroísmo: 55 efectivos de la Fuerza cayeron luchando por nuestra soberanía.
“La Fuerza Aérea no estaba equipada ni adiestrada para el combate aeronaval. Pero, éramos muy buenos. Por ejemplo, el día 12 de mayo, el alférez Guillermo Alfredo Dellepiane hizo, por primera vez en su vida, un reabastecimiento en vuelo durante una misión de guerra en medio del mar. Ese hombre enchufó la manguera de su avión como si hubiera sido algo natural. Eso te lo da el adiestramiento”, contó, durante el encuentro con DEF, el comodoro (retirado) Antonio “Tony” Zelaya, quien, con 32 años, participó de la guerra como piloto de A-4B.

En palabras de Zelaya, a la guerra lograron llegar con un adiestramiento interesante: estaban listos para operar en un ambiente aeronaval y con un enemigo que también les tiraba. Por eso, contó, les pidieron especificaciones a los radaristas de la Fuerza: tenían que tener información sobre el lóbulo del radar para empezar a volar rasante y, así, evitar ser detectados. “Nuestra defensa más sublime era el volar bajo”, aporta Daniel Gálvez.
Aunque, según cuentan los pilotos, ese tipo de vuelo podía consumir hasta cinco veces más combustible, por eso, era fundamental contar con reabastecimiento en vuelo (por parte del Hércules KC-130 de la FAA).
A propósito, el comodoro (retirado) Gálvez (quien a la guerra fue con 25 años recién cumplidos) insiste en que, para él, la clave del éxito fue el factor humano: “Formamos parte de una generación que integró la V Brigada Aérea de Villa Reynolds (provincia de San Luis). Se trataba de una unidad muy familiar. Eso, inevitablemente, genera una relación de confianza. Esa homogeneidad fue importante”.

Así se vivieron en Villa Reynolds los preparativos para la guerra de Malvinas
El comodoro Carlos Rinke participó de la guerra con el grado de teniente y 26 años de edad. De hecho, supo de la recuperación de las islas mientras estaba destinado en la V Brigada Aérea y esperaba el nacimiento de su segunda hija. “El ambiente cambió bastante. Fueron días de preparación e investigación sobre la flota inglesa”, recuerda.
Mientras eso ocurría, Zelaya regresaba de un curso en España: “Apenas volví, me presenté en el edificio Cóndor (sede de la Fuerza Aérea). Era un lío, había personal que corría de arriba a abajo. Enseguida, me mandaron a Villa Reynolds”.

Por su parte, por aquellos días, había nacido la segunda hija de Gálvez, el 5 de abril. “Yo partí hacia las islas el 13 de ese mes. Ya llevaba un par de años destinado en Villa Reynolds, era el numeral dos de la escuadrilla del Capitán Hugo Palaver”, dice, antes de agregar: “Yo tenía un gran amigo, Juan José Arrás, que se ofreció a reemplazarme. Le dije que me tocaba ir, pero le pedí que asistiera al bautismo de mi hija”.
Finalmente, desde San Luis, salieron con rumbo a la Patagonia, pues operarían desde San Julián, en la provincia de Santa Cruz.

“Yo ni siquiera conocía el mar”
Según recuerda Gálvez, los preparativos para la guerra aeronaval les demandaron mucho tiempo: “Tuve que estudiar las características de las fragatas. Yo ni siquiera conocía el mar”.
En ese sentido, detalló que, en el mar, el piloto pierde la visión de profundidad. “Es como volar en la nieve. Realmente era peligroso. Pero debo reconocer que, en aquel momento, el maravilloso grupo de Reynolds tenía un adiestramiento de excelencia”, resume el oficial.

En esa línea, y a la hora de explicar a qué se debe el éxito de la Fuerza Aérea en esas nuevas misiones, el comodoro Rinke no duda en responder: “Al factor humano. Estábamos en inferioridad de condiciones. La Fuerza no contaba con el armamento idóneo y teníamos que atacarlos con bombas que caían por gravedad. Entonces, la única forma de hacerlo era pasándoles por arriba. Además, teníamos elementos de puntería muy rústicos. Fueron los hombres de la Fuerza los que marcaron la diferencia”.
Rinke también recupera el papel de otros actores claves en la guerra: los mecánicos. “Teníamos una relación de gran camaradería. Ellos trabajaban toda la noche para reparar los aviones. Al día siguiente, aeronaves que habían aterrizado con grandes agujeros, estaban en la línea de vuelo. Esos mecánicos también eran los últimos en saludarnos y darnos una palmada cuando subíamos a la cabina. Chequeaban las conexiones y nos deseaban suerte. Era la despedida”, cuenta.

“Nos pidieron eyectar y que regresáramos de forma urgente”
Hace 43 años, el 1.º de mayo de 1982, la Fuerza Aérea se probó en combate en lo que es recordado como su bautismo de fuego.
Ese día, 14 efectivos de la Fuerza cayeron en combate. Gálvez fue uno de los pilotos que aquel día salió en defensa de la soberanía: “Fue mi primera misión. Salimos con el capitán Palaver, sin reabastecimiento. El radar nos tomó y nos pidió que descendiéramos a unos 15.000 pies (aproximadamente 5000 metros). Les avisé que no tenía transferencia de combustible, así que nos dijeron que esperáramos al blanco unos cinco minutos. Finalmente, nos dijeron que tenían nuestro objetivo a 60 millas y a 15.000 pies. Palaver les advirtió que veníamos con bombas. Desde el radar, pensaban que nosotros íbamos a interceptar aviones Sea Harrier. Así que ahí nomás nos pidieron eyectar todo y que regresáramos de forma urgente porque nos iban a reventar. Aprendimos que, esa supuesta coordinación, había que ajustarla”.

“Logramos que el destructor HMS ‘Glasgow’ quedara fuera de servicio”
Después del 1.º de mayo, los ingleses volvieron a atacar el día 12. “Regresaron con una fragata y un destructor a bombardear Puerto Argentino. Así que mandaron dos escuadrillas a atacarlos, una era la mía y la otra la del teniente primero Manuel Oscar Bustos”, relata el piloto militar, oriundo de la provincia de Tucumán, Antonio “Tony” Zelaya.
“Ese día fue muy duro, porque perdimos cuatro pilotos, pero logramos que el destructor HMS ‘Glasgow’ quedara fuera de servicio para toda la guerra”, agrega, y comenta que, en un acto de justicia a aquellos que tuvieron varias salidas y por diversas razones no pudieron cruzarse con los blancos, prefiere solamente recordar su primera salida del 12 de mayo y la última, la del 13 de junio, que protagonizó con otro grupo de valientes tucumanos, el capitán Carlos “Trucha” Varela y el capitán Luis “Tucu” Cervera. El 13 fue memorable: atacaron un puesto comando británico en una maniobra muy similar a la de la película Top Gun.

El piloto detrás del “numeral de hierro”
Cuando Carlos Alfredo Rinke debió enfrentarse a los ingleses en la soledad de su cabina de A-4B, era apenas un joven piloto militar. Sin embargo, estaba perfectamente adiestrado para enfrentar al poderío inglés.
El bautismo de fuego lo encontró volando activamente entre la adrenalina y la incertidumbre. Más tarde, cuando el desembarco británico del 21 de mayo sorprendió a las tropas argentinas, con su avión, dijo presente en la batalla de San Carlos: los buques enemigos ya estaban en el estrecho, así que tenían blancos de sobra. Y, como si eso no fuera poco, formó parte del ataque aéreo argentino más trascendental para los ingleses, aquel que es recordado como el “día más negro” para la flota británica.

“En la guerra, tuve seis salidas de combate. Salí el primero, en el bautismo de fuego; luego el 21 de mayo, aunque ese día debí regresar por un problema en el traspaso de combustible; y luego tuve acciones el 23 de mayo, el 25 de mayo, el 27 de mayo y el 8 de junio. En esos cuatro días, tuve contacto efectivo con el enemigo y, en todas las misiones, tuvimos algún evento prácticamente que es para destacar, desde pérdida de pilotos, compañeros, hasta el hundimiento de buques importantes de la flota británica”, relata el reconocido “numeral de hierro”, apodo que le puso uno de sus superiores, el piloto Pablo Carballo.
Sobre aquello, comenta: “Fue una especie de reconocimiento desmesurado por el hecho de que nos tocaron varias misiones y pudimos cumplirlas. Creo que es para destacar a los numerales, en general”.

Contra el HMS “Coventry” y el HMS “Broadsword”: ¿cuál fue el saldo de la misión del 25 de mayo?
Rinke también recuerda un ataque de suma importancia para la Fuerza: “La misión del 25 de mayo tuvo como objetivo atacar dos buques, el destructor HMS ‘Coventry’ y la fragata HMS ‘Broadsword’. Fue exitosa, pero de alto riesgo, porque había que volar a mar abierto, sin reabastecimiento, para hacer una aproximación (cercana a dos minutos) a los buques. Ese era el tiempo que ellos tenían para derribarnos. Por suerte, existieron unas cuestiones técnicas que impidieron que nos afectaran”.
Ese día, una primera sección, integrada por Carballo y Rinke, atacó la fragata “Broadsword”. Los daños que le causaron la dejaron fuera de servicio. La sección que venía detrás se encargó de la “Coventry”, que se hundió en 20 minutos.
Sin embargo, no festejaron: por la mañana, había caído uno de los halcones, el capitán Hugo Palaver, durante una salida de la que también participó Daniel Gálvez. El piloto lo recuerda así: “Ese día, la meteorología era espantosa. A Palaver le pegaron abajo del tanque. En la comunicación, me dijo que se estaba quedando sin combustible. Arriba de Bahía Elefante, me comunicó que estaba en condiciones de eyección, a 5000 pies. Fue tristísimo”.

En ese momento, Gálvez también estuvo cerca de la muerte. “Al regresar, no llegaba por falta de combustible. Así que decidí que me iba a eyectar. Pasé las coordenadas al reabastecedor y, del otro lado, me dijeron ‘Tranquilo, changuito, que te vamos a buscar’. Sin embargo, no lo veía. Empecé a levantar, decidido a eyectarme. Mientras, me decían ‘Changuito, seguí hablando’, pues iban haciendo el tracking. Finalmente, los pude ver de frente y me acoplé”.
Los halcones en el día más negro para la flota británica
El 8 de junio, los halcones le generaron un desastre al enemigo durante un desembarco en Bahía Agradable. Aquella jornada es recordada como el “día más negro” para la flota inglesa.
Sobre esa misión, en la que también participó Gálvez, Rinke dice: “Pudimos atacar a los buques logísticos ‘Sir Galahad’ y ‘Sir Tristam’. El resultado: el Galahad hundido y el Tristam dañado y con muchas bajas (pues la tropa aún no había desembarcado). Lamentablemente, y mientras aterrizábamos, otros cuatro aviones A-4 despegaron. Ellos ya habían puesto dos Sea Harrier en alerta, derribaron a tres de los nuestros”.

“El motor por el que fuimos fueron nuestros camaradas”
El 14 de junio, se produjo el cese del fuego. “Uno quería seguir. Pero ya se hacía difícil volar en esas condiciones. Lamentamos todo el esfuerzo realizado y la pérdida de vidas, no queríamos que eso hubiera sido en vano. Hubo familias destrozadas que debieron reconstruirse”, dice Carlos Rinke, y agrega: “Nosotros tratamos de mantener viva la llama. Es importante dar testimonio de lo que hizo nuestro grupo, pues no dejó de ser una buena actuación. Eso pone en alto el prestigio de la Fuerza”.
“Tuvimos que ir, y fuimos. Por eso, creo que hay que malvinizar, para dar a conocer lo que realmente aconteció”, concluye Zelaya.

A su lado, Gálvez agrega: “Yo estaba convencido de que luchaba por mi patria y quería cumplir con el juramento de defenderla hasta, si fuera necesario, perder la vida. Pero, el motor por el que fuimos fueron nuestros camaradas. Sabíamos que estábamos todos en la misma sintonía. Había un temple enorme”.
Cuarenta y tres años después del conflicto, Gálvez también se lamenta lo ocurrido durante la posguerra: “Nosotros nos adiestramos para la guerra, pero quien se debe preparar para lo que viene después es el Estado. Después de 1982, hubo desasosiego por la viuda. Hubo maltrato. Yo no estaba listo para eso y me decepcionó”. En esa línea, el comodoro recuerda un refrán que dice: “A la guerra van, mandados por un grupo de viejos que se conocen y se odian (pero no pelean entre sí), un grupo de jóvenes que no se odian, no se conocen y se pelean entre sí”.
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